Esa mañana, después del amanecer.
Helbus, estaba en camino a unas de las salas del castillo
para dar comienzo su reunión.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
La sala estaba iluminada por la luz del amanecer, que
entraba por los ventanales. Una mesa redonda y alargada se encontraba en el
centro de la habitación. Había ocho lugares y cada sitio estaba ocupado por
personas extrañas, con mirada fría y siniestra.
Helbus, mientras llegaba al extremo de la mesa donde residía su asiento.
Cada persona se iba poniendo en pie. Una vez Helbus sentado. Todos lo imitaron.
-Hola, queridos amigos. Me alegra mucho verles.- nadie
contestó a su comentario.- Creo que ya sabéis el motivo por el que estáis aquí.
-Sí, Helbus.- una voz apagada se escuchó en lado derecho de
la mesa.- Marlon, nos lo ha contado todo. Y creo personalmente, que has hecho
un gran trabajo en este lugar.
-Gracias por tu opinión, Emerick.- éste le respondió
inclinando la cabeza.- Y hablando de Marlon. ¿Dónde está? – preguntó Helbus
mirando a todos los presentes. De pronto, las puertas se abren solas, y detrás
de ellas aparece una figura oscura. Una brisa helada rodea toda la sala y
mientras ésta avanza hacia la habitación. Las sombras ocultan su rostro, pero
todos saben quién es.
-Aquí estoy.- su voz ronca hace eco en toda la sala.
-Marlon Malkovich. Toma asiento.- éste se sienta en el otro
extremo de la mesa. Delante de Helbus.- Bien, ahora estamos todos y podemos
proseguir con la reunión. – Se aclaró la garganta y comenzó a decir.- Necesito
vuestra ayuda.- todos estaban expectantes.- Vamos a conquistar Aldapor, y
después el mundo.
-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Crees que es tan fácil conseguir
algo así?- saltó un hombre con arrugas y vestiduras oscuras a la izquierda de
él.
-¿Y a nosotros que beneficios nos aportarían?
-Por eso os necesito. Sé que sois muy poderosos, pero podéis
llegar a más. Yo haré que seáis los magos oscuros, líderes de múltiples tierras
y continentes. A vosotros os convertiré en reyes. La magia oscura se extenderá
al mundo entero. Nosotros seremos los que gobernemos en él. ¿Qué me decís?-
todos estaban pasmados.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Crear un ejército oscuro.- saltó Marlon serio entre las
sombras que le rodeaban.
-Exactamente. Un ejército oscuro. De soldados innumerables,
imposibles de contar. El mayor ejército, jamás visto. Que pueda llegar a
derrotar a cualquiera, por muchos soldados que tenga el adversario. Los demás
territorios tienen ejércitos de hombres, de personas humanas. Nuestro ejército
será inmortal. Nunca nos derrotarán. ¿Sabéis por dónde voy? – Unos golpes en la
puerta interrumpieron la reunión.
-¡Señor! ¡Señor! – eran los soldados.
-¡Marchaos! Estoy ocupado.
-Señor es importante.- Helbus con una cara de fastidio se
acercó a la puerta y la abrió.
-¿Qué queréis? Espero que sea importante.
-Lo es mi señor.- dos soldados ahogados por el cansancio de
correr por todo el castillo intentaron soltar lo que tenían que decirle lo más
rápido que pudieron. -¿¡COMO!? ¡Sois una padilla de ineptos que no sirven para
nada!- Él se volvió a la sala.- Perdonad, me ha surgido un problema. Estaré lo
antes posible con vosotros caballeros. Podéis de mientras pensar lo que os
acabo de plantear.
Helbus junto con sus dos soldados, fueron lo más deprisa que
pudieron hacia las celdas.
-¿Ves mi señor? Han escapado. – Habló uno de los soldados.
-Nathaniel… Gary…-pensó enfadado. Sus planes de matar al
príncipe habían fallado. Esto causaría problemas si no los cogiera a tiempo.-
¡Sois unos estúpidos! –Los dos hombres agacharon la cabeza.- ¿Quién estaba de
guardia?- los soldados se miraron mutuamente.
-Fue Tuck.
-¡Traédmelo! – ordenó. Los dos soldados salieron corriendo
en busca de Tuck. Minutos después.
-Aquí está señor.- Tuck estaba atado de manos. Con solo
mirar el rostro del rey, sabía que su vida no duraría mucho.
-Me has fallado, Tuck.
-Lo sé. Lo siento. Un tipo con una capucha, me dio un golpe
en la cabeza y quedé inconsciente.
-¡No hay excusas!
-¿Me matará, señor?- dijo apunto de llorar.
-Te daré, una última oportunidad para que conserves tu vida.
– Tuck, alzó la cabeza sorprendido. Aquella respuesta nunca se la hubiera
imaginado.
-Gracias señor.
-Pero recibirás un castigo.-sabía que era imposible irse de
rositas.- Encerradlo, caída la tarde recibirá 10 latigazos.- después de aquello
Helbus se fue.
Se acercó a uno de sus guardias superiores y le dijo.-
Preparad un grupo soldados para la búsqueda del príncipe y de su acompañante,
ahora.- ordenó. Ellos no podrían andar muy lejos…aun.
Norah estaba agotada. Habían parado 2 veces cada 2 horas. Y de
momento había recibido 3 golpes de aquellos gemelos. La primera vez, al
montarse en el carruaje, una vez que se habían bajado. Un extraño sonido apareció
de repente desde su trasero. Los niños se partían de la risa, al igual que Renée
y Tess. Descubrió debajo de ella una bolsita pequeña que hacía un ruido
bastante desagradable.
Esa fue la más inofensiva. A la segunda, cuando se bajaban
para hacer el segundo descanso. En el paisaje se podía observar algunos charcos
de recientes lluvias. Mike corrió a coger la mano de Norah para enseñarle “algo”
que había visto. Y Jem, sin que ella se diera cuenta le puso el pie por delante.
Ésta, cayó redonda a un charco. Algo que sin duda le fastidió bastante. ¿Pero
que podía hacer ella? Tess era demasiado protectora con ellos. Apenas les reñía,
más que nada se reía, algo que le venía bien, por que la mayor parte del tiempo
la pasaba triste y llorando.
Así que lo único que podía hacer ella era aguantarse, y ver
cómo Renée se burlaba de ella en silencio.
El tercer golpe no fue de los gemelos exactamente, pero fue
por culpa de ellos. La falda estaba echa una porquería. Al caer Norah, se la había
rajado. Se le veían demasiado las piernas, y eso Renée no lo consentía.
Así que le pidió al chofer si tenía alguna prenda que
pudiera servirle a Norah. Y lo único que tenía era unos pantalones claros,
anchos y bastante gastados. Y aunque ella odiara eso, no tenía más remedio. Así
que se tragó el orgullo que le quedaba y con mucho esfuerzo se quitó la falda y
se puso aquellos pantalones mugrientos.
Y hasta ahora, todos seguían riéndose. Aunque habían pasado
ya casi 1 hora de aquel trágico suceso, todavía era por la mañana y aun faltaba
un día más. Aquello no le estaba haciéndo ninguna gracia.
Me ha encantado, ha sido genial poder leer esto :) Te sigo, un besito.
ResponderEliminarNo se porque pero tengo unas ganas enormes de cargarme a Helbus ¬¬ ¿te importa que me lo cargue? jeje Que pequeños diablillos si fuera yo no me la jugaban. Con una madre que les consiente tanto no me extraña que sean unos trastos. Seguro que en alguna parte de la historia por muy malos que sean serán de ayuda jeje
ResponderEliminarMe ha encantado cómo siempre sigue escribiendo así porque me encanta. Siento este testamento.
P.D. ¿En serio no puedo cargarme ha Helbus?
Jjajaja Gracias por seguirme ! Xeniaa1 ^^
ResponderEliminarjajajaa Mariaa no te lo carges todavia! qe aun debee seguiur vivoo en la historia jejej!
no importa por el testamentoo .. me encantan! ^^
Y Gracias! (: