Traductor

English plantillas curriculums vitae French cartas de amistad German documental Spain cartas de presentación Italian xo Dutch películas un link Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

domingo, 18 de noviembre de 2012

Capitulo 11


El sol salía lentamente por el este, creando una mezcla de colores anaranjado. El sonido de los pájaros “piar” y el frescor del rocío, inundaba la nariz de Norah llenándola de energía positiva. Y así, comenzar una nueva etapa en su vida.
-Muévete.- dijo el muchacho seco y firme mientras cargaba algunas bolsas en las partes laterales del caballo, y causando grandes daños en la energía positiva de Norah. Ésta resopló, y se dirigió a la puerta donde había dejado sus cosas. Una mano desconocida coge antes que ella una de las bolsas.
-Deja que te ayude.- Gary aún cojeaba, pero al menos podía andar sin ayuda. Colocó la bolsa en la parte lateral izquierda del caballo, mientras lo acariciaba con dulzura y delicadeza, como si fuera una persona.- Cuida de él.- dijo sonriendo con tristeza. Norah realmente no quería llevarse aquel caballo, ya que parecía tener mucho valor para Gary, si le pasase algo no sabría que decir.
-¿Estás seguro de que puedo llevármelo?- dijo Norah dudosa.
-Si, si, por favor llévatelo.- dijo totalmente convencido. Norah le sonrió.
-Lo protegeré con mi vida, puedes estar tranquilo.- Gary se calmó un poco al escuchar esas palabras que parecían totalmente convincentes.
-¿Desde cuando dejas tu caballo en manos de una niña?- interrumpió Nate. Norah lo fulminó con la mirada.
-Esta niña -hizo una pausa antes de proseguir.- tiene algo especial.- Nate se quedó callado. Norah le sacó la lengua, en forma de burla. ¿Especial? Nate soltó una pequeña risa. ¿De dónde habría sacado tal conclusión?- Tened mucho cuidado.- dijo Gary mientras ayudaba a Norah a subirse a su caballo. Seguidamente Axel y Renée, salieron a despedirse  de ellos.
-Buen viaje.- habló Axel. Tenía las manos cogidas atrás, mientras caminaba recto hacia ellos. Con su sonrisa llena de esperanza, era un hombre con el que te sentías seguro a su lado. –Confío en vosotros.- los dos chicos asintieron.
Renée se estaba haciendo la fuerte detrás de Axel. Pero se notaba que se estaba aguantando las ganas de llorar.
Ella se acercó a Norah, con algo guardado en su mano.
-Norah, esto es tuyo.- ella le tendió la mano, dándole un anillo. Norah observó el objeto con más detenimiento. Era un anillo de plata muy simple. Era fino y totalmente liso, excepto por una diminuta piedrecilla que estaba incrustada en él. Aquel anillo tenía un brillo muy peculiar.- Era de tu madre.- A Renée se le cayeron algunas lágrimas imposibles de seguir ocultas. Norah se quedó sin palabras. El anillo de su madre le dará fuerzas para seguir adelante. Ésta se lo colocó en el dedo corazón.
-Es hora de irse. – Dijo Nate impaciente mirando el cielo.
-Sé más paciente.- Habló Norah alterándose.
-La paciencia no es una de mis virtudes.- Nate sonrió. Norah ignoró aquel comentario.
-Gracias, tía.- dijo enviándole un beso con la mano. Renée sonrió a pesar de estar llorando sin parar.
Los dos muchachos pusieron rumbo hasta la aldea que se encontraba siguiendo río abajo. Donde se encontrarían con su nuevo compañero. Pasaban por un espeso bosque que separaba la ciudad de la aldea.
-Mantén los ojos abiertos, niña. Por aquí suele haber…- Nate quería avisarle que por este lugar vivían algunos ladrones muy astutos y que tuviera cuidado. Al girarse para asegurarse de que la estaba escuchando se percató de que Norah se encontraba atada de manos y boca. Y seguramente vacía de monedas. No pudo evitar reírse ante aquella imagen, ella intentaba hablar pero le era imposible.
Nate se acercó a ella y le quitó el tapaboca, y las cuerdas que le ataban las manos.
-Intentaba decirte…- habló Nate.
-Ya sé lo que intentabas decirme, pero un poco tarde, ¿no crees?- dijo Norah fastidiosa.
-No sabía que eras tan torpe y descuidada.- dijo Nate serio.- Ahora que ya sabes lo que pasa deberías…
-¡Ahh!- gritó Norah. Nate se volvió hacía ella irritado.
-¿Ahora qué te pasa?
-¡Mi anillo! ¡Me ha robado mi anillo!- Norah estaba muy preocupada. No había pasado ni tres horas desde que lo tenía, y ya se lo habían quitado. Era demasiado descuidada. Pero lo recuperaría pasase lo que pasase. Recordó el lugar por donde se había ido aquel ladrón, por la derecha. Tenía la mirada fija en el camino, el caballo era veloz. No tardarían mucho hasta dar con él.
-¡Ehh! ¡¿A dónde vas?! –Nate no dudó ni un segundo. Fue directo a por ella. No podía dejar que le pasase nada.- ¡Espera! – Norah se encontraba muy por delante. Pero el rastro del caballo en el suelo le ayudaría a encontrarla.
Norah seguía adelante. Pensó un segundo en la posibilidad de que aquel camino no fuera el correcto. En aquel momento paró. Y miró a su alrededor. Todo era verde ni rastro de una persona, pero el anillo debería recuperarlo como sea.
El sonido de la brisa colándose entre las hojas la sobresaltó y se sintió asustada. En ese momento recordó a Nate. ¿Dónde estaría ese chico estúpido?
-¿Que hace sola una niña como tu, en un lugar como este?- una voz masculina la sobresaltó. Se giró instintivamente hacia aquella voz. Era un hombre robusto, con una cicatriz en la mejilla izquierda. Empezó a caminar lentamente en círculo.
- Vengo para que me devuelvas lo que me has robado. Y no soy una niña.- dijo molesta.
El hombre frunció el ceño.
-Esa es una acusación muy grave, jovencita.- le dijo sonriendo.- ¿Estas segura de que yo te he robado algo?- intentó confundir a Norah. Mientras se sentaba en el suelo pensativo. Una reacción que no se esperaba de un hombre como aquel.
-¿Acaso hay alguien más aquí, a parte de ti?- Dijo Norah mientras se bajaba del caballo.
-Pues si te dijera que una veintena de ladronzuelos tienen su hogar aquí.- dijo soltando una carcajada.- Señorita te has equivocado de persona.- dijo levantándose de golpe y haciendo que Norah retrocediera.
Nate estaba como loco llamando a Norah. ¿Dónde diablos se había metido? Las huellas del caballo las perdió. No sabía que rumbo coger.
Unos pasos ligeros, lo pusieron alerta. Una persona tapada con una capucha se acercaba a él corriendo. Pero inesperadamente pasó de largo. Nate se sorprendió. Y se percató de los objetos que llevaba en su mano. Bolsas de monedas y ¡el anillo! Nate no dudó ni un segundo, y fue tras él. Era la persona que atacó a Norah.
Aquel ladrón realmente era rápido. A pesar de que él iba en caballo, el ladrón le llevaba algo de ventaja. Cuando ya prácticamente lo tenía corriendo a su lado. Nate intentó agarrarlo, pero sólo consiguió quitarle la capucha.
Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que era una mujer. 



Tenía el cabello oscuro y enmarañado. Nate le cortó el camino colocando su caballo delante. La mujer dio la vuelta, cambiando de camino. Nate se bajó del caballo y corrió tras ella. Nate ya casi la podía rozar con los dedos. En ese momento la mujer desenvainó su espada. Nate hizo lo mismo. Espada y espada rechinaron en el aire. El anillo de Norah se encontraba en la otra mano, cuando Nate la intentaba coger la mujer siempre era más rápida. Bloqueaba y atacaba. Para ser una ladrona, usaba muy bien la espada. Nate se acercaba a ella, pero instintivamente ella retrocedía. Él corría tras ella, atacando con la espada. La mujer con más dificultad, tenía que correr de espaldas y bloqueando los ataques. Nate sabía que no podía estar concentrándose en las dos cosas mucho tiempo. Insistió e insistió, y llegó el momento en el que ella empezó a tambalearse. Nate aprovechó dando un fuerte golpe en la espada de la mujer e hizo que ésta cayera al suelo. Nate rápidamente se subió encima para evitar que se escapara.
-Dame eso.- dijo arrancándole de las manos todas las cosas robadas. La muchacha sentía que se ahogaba, con el corazón que parecía que se le iba a salírsele por la boca.
-Ya tienes lo que querías. Ahora quítate de encima, me vas a asfixiar.- dijo la mujer intentando zafarse de él. El muchacho observó el anillo y las monedas que le había robado a Norah.
-Aun falta una cosa.- dijo sonriendo. A ella no le hizo ninguna gracia aquella expresión.
La mujer, le condujo en medio del bosque hasta el lugar donde se hallaba Norah.
Al verla, Nate no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Norah se sobresaltó de su llegada, pero se alegró al verlo. Después se percató de la mujer que se encontraba atada de manos delante del caballo.
-Sí que has tardado.- dijo Norah molesta.
-Pues lo siento si te he hecho esperar, pero estaba ocupado. Con esto.- dijo enseñándole el anillo y las bolsas de monedas, mientras bajaba del caballo y desataba a la mujer que rápidamente huyó.
-¡Lo has conseguido! Gracias, gracias.-Dijo Norah feliz, acercándose a él. Nate empezó a dudar si dárselo o no, o si podría usar aquello para su beneficio.
-No cantéis victoria tan pronto, jovencitos.- habló el hombre de la cicatriz, con una media sonrisa mientras, un grupo de ladrones los rodeaba.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Capitulo 10


-¿Quién es ella?- Preguntó Nate, con un tono de voz lleno de curiosidad intentando ser disimulada. Axel sonrió y se levantó, colocándose a la vera de la joven. Posando la mano sobre su hombro.
-Norah Wilson, la sobrina de Renée.- hizo una pausa antes de proseguir.-Como os dije antes, están aquí por un asunto realmente interesante.- Gary posó su atención en cada palabra que el viejo pronunciaba.- ¿Habéis oído hablar de La Betsaida?- los chicos se quedaron pensativos unos minutos.
-¿La de la leyenda?- preguntó el muchacho.
-Exacto.- empezó a decir el viejo.- Entonces, ¿podéis reconocer esto?- señaló el colgante que colgaba del cuello de Norah. Nate recordó el momento en que la vio por primera vez, cuando Norah estaba en peligro y él la salvó. Esa piedra parecía ser deseada por todos. Fue algo extraño, que no llegó a comprender incluso cuando la tenía agarrada. La leyenda contaba algo de tres objetos una flecha, una espada y una…Nate se levantó de golpe, acercándose en grandes zancadas a la muchacha para observar el colgante más de cerca.
-Acaso es posible que…- Antes de que pudiera rozar el colgante, Norah le dio un fuerte golpe en la mano dejándola enrojecida, ya que no podía arriesgarse a que alguien lo tocara. El muchacho se encogió, sujetándose la mano y zarandeándola para que el dolor se fuera más rápidamente. Nate la miró sorprendido e irritado. La muchacha lo observaba con desconfianza.
-¿La piedra Saira?- dijo Norah orgullosa con una media sonrisa, acabando la frase del muchacho.- Sí, es eso exactamente. Así que, procura no tocarla.- Le amenazó. El muchacho no podía estar más sorprendido, le golpea y encima le amenaza.
-¿Me estás amenazando?- dijo Nate desafiante.- ¿Acaso sabes quién soy?
-Ni lo sé, ni me importa.- dijo la muchacha. Antes de que Nate pudiera contestarle, Gary lo coge de la muñeca y lo atrae a su asiento. Ese gesto era como una victoria para Norah. Nate enfadado, se cruzó de brazos.
-Si la piedra existe, ¿Quiere decir que la Betsaida es real?- dijo Gary cambiando el tema de conversación. Axel asintió volviendo a su asiento, al lado de Renée.
-Ahora que sabemos que es real, la Betsaida es la única esperanza que nos queda.
-Pero para formar la Betsaida, había que unir varios objetos ¿no?
-Sí, se podría decir que ese es el problema que conlleva todo esto. Como dice la leyenda, los tres objetos fueron llevados a distintos lugares del mundo, por suerte la piedra saira la posee Norah, pero los otros dos objetos están en alguna parte del mundo.
-¿Cómo piensas encontrarlos, Axel?- preguntó Renée. En ese momento fue la primera vez que Gary se percató de su presencia. Al verla, se le vino a la mente Loreen, y no pudo evitar preguntarse cómo estaría.
-He escuchado muchas historias y todas ellas recuerdo que fueron dichas por una mujer de Gorlak, en las montañas. Su nombre –hizo una pausa para recordar.- Eliss, su nombre era Eliss. Pero lamento no recordar más.- dijo Axel llevándose la mano a la frente.
-Eso es suficiente para empezar- dijo Nate.- partiré mañana al amanecer.
-¿Tú solo? ¿Es que te has vuelto loco? –Dijo Gary mirándolo a los ojos.- ¿sabes que tienes a todo un ejército detrás de ti? No llegarás ni a medio camino.
-Él tiene razón- dijo Axel.- tú sólo no puedes buscar los objetos que quedan, es demasiado peligroso para una sola persona.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Quedarme sentado mientras Helbus conquista el mundo?- dijo Nate molesto.
-Debes llevarte a Norah.-anunció el viejo. La muchacha tembló de repente dejando caer unos lazos del vestido que tenía cogidos con la mano. Nate quedó sorprendido con aquello, pero lo negó rápidamente.
-Es una broma, ¿no?
-No estoy de broma, Nathaniel. Ella es la protectora de la piedra y por tanto es la única que puede unir los objetos. La necesitas.- Axel miró a Norah. La muchacha estaba sorprendida, sería su primer viaje, en la que debe proteger la piedra. Pero quizás sea demasiado pronto para una misión como esa. Y encima al lado de un desconocido.
-Axel, yo… no se si podré hacerlo.
-Nunca dudes Norah, la duda es lo que hace que caigas. Tú estás totalmente capacitada para esta misión, sino, no te estaría pidiendo que vayas.
-Pero es una niña. ¿Quién va a protegerla?- Renée estaba histérica. Aquella misión era muy peligrosa y más para una chica como Norah a la que los peligros, la estarían acechando cada instante.
-Renée, es hora de que dejes libre a Norah. Sé lo que conlleva la misión pero es la única esperanza que tenemos.- Axel la tenía cogida por los hombros mientras la miraba a los ojos. Renée asintió, sabía que era imposible tenerla protegida toda la vida pero esto, era demasiado. Aun así se esforzó por no llorar.- No te preocupes por su protección. Nathaniel la tendrá bien protegida en todo momento. Estoy seguro de que no le pasará nada.- al escuchar esas palabras, a Nate se le llenaron la cabeza de dudas. No estaba seguro al cien por cien de que pudiera protegerla en todo momento. Pero como al parecer ella es la única que puede crear la Betsaida, no tendrá más remedio si quiere detener a Helbus.
-Entonces, ¿eso es todo?- preguntó Gary.
-Aún queda una cosa más.
-¿Más?- dijo Nate desesperado.
-Así es, necesitarás a un mago a tu lado. Es imprescindible, ya que al unir los objetos se necesita pronunciar un hechizo, el que pronunció la reina Lindsay.
-¿Y tú no puedes hacerlo?- preguntó Norah.
-Para eso hace falta alguien joven, y nunca se sabe cuando y dónde uniréis los objetos, por eso os debe acompañar en todo el viaje un mago, quien también podrá ofrecer a Norah bastante protección.
-De acuerdo.- Comenzó a decir Nate, suspirando para sus adentros.- ¿Dónde podemos encontrar a uno?
-Está en una aldea cercana, tenéis que seguir el río abajo y la encontraréis. Debéis buscar a Sean Bennet. Preguntad por él. Seguro que lo encontraréis sin problemas. Si se resiste, decidle de mi parte que yo lo he mandado a esta misión.
-Se lo diré.- dijo Norah sonriendo. Axel asintió.
-Ahora que ya hemos acabado con este asunto. Ustedes dos debéis comer algo y descansar, a partir de mañana, vuestros días serán agotadores.- Norah y Nate intercambiaron una mínima mirada llena de desconfianza.
Seguidamente, todos comieron algo y descansaron para el día siguiente.


Unos soldados, magullados y llenos de moretones y ayudándose del compañero para poder caminar, se presentaron en el castillo. A Helbus le dieron el aviso de que los soldados que partieron en busca de los prisioneros, ya habían llegado.
A Helbus se le dibujó una sonrisa, pero cuando se presentó y vio en el estado que estaban los soldados aquella sonrisa se esfumó como si nunca hubiera aparecido. Se sentó en el asiento del rey, mientras se llevaba una mano a la frente del disgusto.
Golpeó fuertemente el brazo del asiento, haciendo que todos se sobresaltaran.
-¿Dónde están los prisioneros?- comenzó con voz calmada. El jefe de los soldados habló primero.
-Señor, los dejamos a mitad del bosque, perdónenos. Hemos fallado, la próxima vez…
-¿Próxima vez? ¿Quién ha dicho que habrá una próxima vez? ¿¡Es que nadie es capaz de hacer algo que se le ordene!?- gritó Helbus, recordando cuando escaparon de la cárcel y ahora, cuando consiguieron huir de los soldados. Éste se levantó y bajó las escaleras acercándose al soldado que había hablado primero. Lo cogió del pelo con fuerza y lo atrajo hacia él. – No habrá una próxima vez.- dijo fríamente y susurrándole al oído, mientras le clavaba su espada en el estómago. Una exclamación ahogada se pudo escuchar del soldado muerto, mientras caía al suelo. Helbus alzó su espada y la observó llena de sangre, rápidamente dirigió su mirada a los demás soldados que estaban presentes. Éstos llenos de temor, salieron corriendo de la sala.
Helbus llamó a uno de sus sirvientes.
-Matadlos.- el sirviente asintió y salió tras ellos con un grupo de guardias.
Loreen, escondida detrás de una de las puertas de la sala, sonrió para sus adentros. Gary y Nathaniel estaban a salvo.

martes, 16 de octubre de 2012

Capitulo 9


-¿Has escuchado hablar de la reina Lindsay? –Norah negó con la cabeza sin pronunciar palabra alguna para que prosiguiera con la explicación.- Pues cuenta la leyenda, que fue la maga y reina más poderosa de todos los tiempos. En aquella época se presentaron unos magos oscuros que destruían todo a su paso. Eran muy poderosos y el rey se enfrentó a ellos, pero todo su ejército cayó. Lindsay creó la Betsaida, la espada capaz de derrotar a cualquier mal. Cogió a una flecha, una espada y una piedra, las ungió con el poder oscuro y de luz. Con el poder de la piedra, unió los tres objetos. Convirtiéndola en la espada legendaria más poderosa jamás vencida. Al final el rey usando aquella espada acabó con los magos y con cualquiera que causara problemas. Pero la espada tenía un defecto, absorber el buen corazón de quien la empuñara. El rey se volvió malvado, después de eso Lindsay decidió destruir aquella espada, pero era imposible. Con las pocas fuerzas que le quedaban consiguió separar los objetos y enviarlos a algún lugar del mundo. Lindsay murió, y el rey lamentó su muerte hasta su último día. Después de tanto tiempo, y a pesar de ser esto una simple leyenda, hay gente que sigue con la esperanza de encontrar los objetos y volver a unirlos. – Dijo un poco molesto.- pensé que era un simple cuento. Que todo el mundo tenía falsas esperanzas sobre aquello. Pero ahora me he dado cuenta de lo equivocado que he estado, y todo gracias a ti.- dijo tomando un poco de té.
-¿Gracias a mi?- preguntó confusa.
-Esa piedra que cuelga de tu cuello, no es una piedra corriente.- comenzó a decir el viejo.
-¿Y que es sino?- dijo observando su colgante con curiosidad.
-Estoy seguro, de que es la piedra Saira, uno de los objetos legendarios que cuenta la leyenda.
-Imposible.- dijo Norah.-tu mismo has dicho que no creías en esa leyenda. ¿Cómo iba a ser uno de los objetos legendarios así como así?
-Porque los brujos tenemos esa sensación de certeza. La piedra irradia un gran poder dentro de ella, y eso lo puedo sentir. Gracias a eso, he podido confirmarlo.-Norah se había quedado pálida.
-¿Un brujo?
-Sí, perdona que no me haya presentado antes. Me llamo Axel Donovan y soy el brujo más viejo del continente.- Norah tenía los ojos como platos. El viejo sonrió.- estas aquí, porque has cambiado tu persona. Te has hecho fuerte. Posees el coraje y el valor que hace falta para afrontar peligros. Aunque ahora estés un poco perdida, ya te darás cuenta de ello más adelante. La piedra Saira te ha reconocido, y por eso eligió a tu familia como la protectora de ésta. Sólo personas que poseen este tipo de cualidades serán capaces de protegerla en circunstancias peligrosas.
-¿Me estas diciendo que mi familia ha sido la protectora de esta piedra durante generaciones? – El viejo asintió. -¿Por qué me lo ocultaste?- dijo dirigiéndose a Renée, que tenía la mirada fija en el suelo.
-Porque hubiera sido peligroso, y además no sabía por dónde empezar a explicártelo todo.-Norah suspiró intentado comprenderla.
- Hubiera sido todo más fácil si lo hubieras mencionado, tía.- esta sonrió.
-Supongo que no lo hice muy bien.
-Debes tener cuidado, ahora que ya estás preparada los peligros aumentarán. Las personas de mal corazón se verán atraídos por la piedra. Serán avariciosos y querrán la piedra por encima de todo. Tú debes protegerla.- Norah reflexionó sobre aquello, observando su colgante. Ahora era la protectora de la piedra, sería difícil, ni siquiera sabía como enfrentarse a alguien directamente.
-Está bien.-Renée alzó la cabeza mirándola sorprendida.
-¿Qué has dicho?
-Que estoy dispuesta a protegerla, aunque no sé bien como lo haré.- Todos sonrieron ante la respuesta de Norah.
- Bueno.- empezó a decir Axel con su voz ronca y apagada.-después de tomar una decisión así. Creo que deberíais tomar un baño.- A Norah y a Renée se le iluminaron el rostro. No se habían acordado hasta ahora, pero tenían ansias por quitarse toda la suciedad de dos días.
Mientras las muchachas se bañaban, Axel estaba preparando comida para el mediodía, esta noche ellas la pasarían en su casa y quizás, alguien más.
Sonaron unos golpes en la puerta, Axel ya estaba en camino antes de que tocaran. Al abrir la puerta, apareció un joven, tapado con una capucha sosteniendo a un hombre que parecía que se había herido el pie.
-¿Eres… el venerable Axel Donovan?- se atrevió a decir el muchacho.
-Sí.- éste asintió.- pasad, os curaré esa herida.
Los chicos, pasaron hacia el interior y quedaron sorprendidos. Todas las paredes y muebles de la casa estaban atiborrados de chismes que para ellos no tenían sentido alguno, pero seguro que cada cosa había sido algo especial en la vida de aquel viejo.
-Por favor, Nathaniel, acomódese en el salón mientras yo curo a este hombre.- Nate asintió, y de pronto cayó en la cuenta. ¿Cómo sabía su nombre? Se dio la vuelta. Pero el hombre ya se había esfumado y no era plan de buscarlo por toda la casa. Siguió hacia delante sin darle mucha importancia, y encontró una habitación con sillones y una mesa con tazas que contenían algún líquido en su interior. Parecía que había estado alguien más aparte de ese viejo en la casa. Él se sentó y tomó una taza para probar el líquido. Estaba caliente y le resultó muy confortante. Era té. Aunque a él no le hacía mucha gracia eso, no le desagradó.
Unos pasos ligeros se acercaban hacia donde se encontraba. Le resultó extraño que fuera el viejo, así, que se puso en posición de alerta.
-¿Axel?- Una mujer apareció en el salón, su pelo castaño claro  y ondulado le caía por los hombros, con unos ojos grises claros, le recordó a Loreen, su criada que era para él como una madre. Aquella mujer le resultó agradable a simple vista. Ella se quedó paralizada al encontrar a un extraño en la casa. Era un muchacho joven. Tenía el cabello rubio y alborotado, con unos ojos azules intensos. Estaba bastante sucio, seguramente habría recorrido un camino largo.- ¿Quién eres tú? ¿Y dónde está Axel?- estaba preocupada por si algo le había pasado al viejo. El muchacho se relajó ya que no vio peligro alguno. Pero se preguntó si aquel viejo era realmente un aficionado a las mujeres.
-Creo, que debería preguntar lo mismo.
-Me llamo Renée Swan, y soy una antigua amiga de Axel.- no estaba segura de darle muchos detalles a un desconocido, así que, le dio la palabra al muchacho.- y ¿Quién eres tú?- el chico parecía dudoso, no sabía si era seguro contarle, que era un simple muchacho o quién exactamente.
-Es alguien quién requiere mi ayuda, ¿verdad muchacho?- éste asintió. Axel volvió con un hombre apoyado en su hombro, que tenía un vendaje en el pie izquierdo. Lo sentó en uno de los sillones.- Ahora me presentaré. Me llamo Axel y soy un brujo, uno de los más viejos que hay. Creo que os podré ayudar con el motivo que os ha traído hasta aquí.- Renée se sentó a la vera de Axel para escuchar lo que tenían que decir. Los muchachos se quedaron pasmados, nunca habían visto de cerca a un brujo de verdad. Y como están las cosas ahora en el reino, Loreen les había traído al sitio perfecto.
-¿Será seguro contarlo si ella está presente?- preguntó Gary. Renée se molestó hacia aquel comentario.
-¡OH! Creo que no os he presentado debidamente. Ella es una vieja amiga Renée Sawn.- dijo poniendo su mano en el hombro de ella.- está aquí con su sobrina. Han venido de Alian para verme. Ya que, les ha sucedido algo difícil de explicar, pero lo entenderán más tarde. Podéis estar seguros de que ella es de total confianza.- ellos asintieron.
-Está bien.- continuo Gary.- soy uno de los sirvientes del castillo de Alian, Gary Douglas, y él es Nathaniel Valliere, el príncipe.- Renée, se llevó la mano a la boca sorprendida.
-¿U…ustedes son los que habían traicionado al reino?- dijo temblando.
-¡Claro que no! – soltó Nate irritado.- Helbus se ha autoproclamado rey, aprovechándose de la muerte de mi padre, a quien él asesinó y quien nos culpó de ello a nosotros.
-Por Dios…- Renée estaba que se desmayaba.
-Ya veo…-dijo Axel, llevándose una mano a la barbilla.
-Ha conseguido que todo el mundo esté en nuestra contra.- dijo Gary.
-Lo peor. Es que era amigo de mi padre y del castillo. Y lo ha asesinado a sangre fría envenenándolo durante meses. Su objetivo, es conquistar todo el mundo usando la magia oscura.- dijo Nate.- y nosotros hemos venido aquí porque creemos en que usted nos pueda ayudar.- El viejo asintió.
-Dijo algo de formar un ejército oscuro….- Axel palideció.
-¡¿Un ejército oscuro?!- El viejo se levantó de golpe. Parecía muy alterado. Se llevó una mano a la cabeza.-Helbus está loco. Por el amor de DIOS. Ese hombre si llega a conseguir un ejército oscuro matará a todo ser vivo del planeta, el mundo entero llegará a su fin, incluso él será absorbido por su propio mal.- respiró hondo, intentando tranquilizarse, y de nuevo se sentó.
-¿Qué es un ejército oscuro?- preguntó Renée. El viejo la miró a los ojos.
-Un ejército oscuro, es imparable, inmortal y despiadado. Tortura a sus enemigos, hasta que ellos mismos se quitan la vida porque no lo pueden soportar más. Es algo que no debe pasar jamás. Porque nada puede enfrentarse a ellos y vencerles.-sus palabras llegaron a lo más profundo del corazón de Renée llenándola de miedo y terror. Todos estaban con los rostros mirando el suelo, en silencio, sin esperanzas, sin algo por lo que luchar. Era tan difícil de asimilarlo que ni ellos se podían mirar a la cara. Axel parecía otra persona, estaba descompuesto. Renée llena de terror en su corazón. Gary con las fuerzas marchitas. Nate con la esperanza de derrotar a Helbus, esfumadas.
-Hola.- Norah había llegado a la sala llena de alegría por estar limpia de nuevo. Bostezó sin querer, delante de todos haciendo un sonido bastante sonoro.- Lo siento.- dijo con una sonrisilla. Nate alzó el rostro. Era una muchacha joven. Tenía el pelo castaño oscuro, liso y alargado. Sus ojos eran de un verde que se hacía notar. “Esa chica…”, le resultaba familiar. Todos la contemplaban expectantes.
Norah, notó la tensión que había en el ambiente.-Creo que mejor me voy.- dijo.
-Norah…- habló Axel, con su voz apagada. Ella paró al instante, dándose la vuelta hacia él.
-¿si?
-Ella, ella es la única esperanza que nos queda.- Anunció el viejo. Todos la miraron intrigantes, ¿Cómo una chica como ella, podía salvar el mundo de una catástrofe mundial? Norah empezó a sentir que sus mejillas ardían ante aquellas miradas.
-¿Ella? –Preguntó Gary.- pero, ¿Cómo?- Axel simplemente sonrió.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Capitulo 8


Intentó ponerse en pie, pero era imposible. Su pie estaba en mal estado y no podía caminar. Así que lo único que le quedaba era pedir ayuda.
-¡¡SOCORRO!! ¿¡NATE!? ¿¡ME ESCUCHAS!? ¿¡Nate!? – pasó un rato y el sol ya estaba en lo alto del cielo, seguramente tardarán un poco más en llegar a Dalmot, si es que llegaban algún día. Unos pasos se acercaban… -¿Nate? – observó un rostro en lo alto del hoyo. Ese no era Nate. Tenía una armadura de metal que resplandecía a la luz del sol… ¿un soldado? No tenía muy buena cara, parecía un poco dañado.
-Con que estabas aquí. Mucho mejor. Me lo has puesto muy fácil.- el soldado sacó el arco y una flecha, y apuntó hacia Gary. Estaba perdido. Lo sabía. Si apareciera Nate al menos, para verlo por última vez. El soldado disparó, pero falló. Un tiro muy fácil, algo le hizo fallar.
Vio caer al soldado y a alguien aparecer de repente.
-¿Gary?- Era Nathaniel, con su voz lleno de preocupación que le llenó de alegría.
-Me alegro de verte muchacho.-dijo sin hacer notar su emoción al verlo.- ¿Podrías sacarme de aquí?- Nate sonrió.
Estaban de camino a Dalmot. Gary estaba montado en su caballo blanco. Sin poder caminar. Y con un poco de fiebre. Nathaniel montado en su otro caballo negro. Caminaban lentamente para no empeorar el estado de Gary. Tardarían un poco más de lo previsto en llegar, hasta el venerable Axel Donovan.


Se había levantado demasiado temprano para su gusto. Y aún se caía de sueño. Norah llevaba ya horas viajando y faltaba muy poco para llegar. De vez en cuando abría el ojo para ver que tramaban los niños. Pero ella estaba tan cansada que no tuvo intención de averiguarlo.
La cabeza se le iba hacia atrás de vez en cuando, atraída por el sueño. Al volver a caer se despertaba un poco y se volvía a la postura original. Había tanto silencio. Un, muy extraño silencio, que volvió a caer su cabeza hacia atrás. Pero esta vez, tuvo una sensación diferente. Algo húmedo y fresco explotó en su cabeza haciéndola despertar del todo. Echó la mirada atrás y observó un artilugio de goma que podía retener líquidos en su interior y el cual explotó en su cabeza y estaba desperdigada por casi todo el asiento.
¡¡Agua!! Estaba empapada. Los pelos horriblemente mal. Y los ropajes se le empezaban a empapar.
-¿¿ ¡Agua!??-gritó Norah. Los gemelos se partían de risa, negando con la cabeza.
-Uff… que mal hueles hija.- dijo Renée con su experto olfato. Norah frunció el ceño, sin llegar a entenderlo. Se acercó un mechón de pelos mojado a su nariz y lo olisqueó. Mal, horriblemente mal. Aquello apestaba. En ese momento se temió lo peor.
-No. Puede. Ser.- dijo cortadamente. Norah estaba furiosa, y cada vez se ponía más roja del enfado. El carruaje paró.
-Ya hemos llegado a Dalmot. Pueden bajarse.- anunció el chófer. Los gemelos salieron disparados por la puerta del vehículo. Y Norah, muy enfadada fue tras ellos.
-No cambiarán nunca.- dijo Renée. Tess sonrió. Aunque parecía que sus hijos le hacían la vida imposible a Norah. Para ellos era todo lo contrario. Era alguien con quien reírse y pasárselo bien. Alguna que otra trastada. Si ella se fuese de su lado, los niños la extrañarían. Muy en el fondo. La verdad es que le han tomado cariño a Norah, aunque no lo reconozcan.
-¡Venid aquí! ¡No escapéis!- Norah seguía tras ellos, adentrándose en la ciudad. Todo el mundo los observaba. Norah apenas se percató de ello. Quería atrapar a esos granujillas malcriados, que solo sabían fastidiarla y molestarla hasta llegar a cabrearse. Así era siempre. Hasta que estallaba. Atravesaron una plaza con un monumento de bronce en el centro. A toda velocidad, fue esquivando a la gente que se encontraba a su paso. Observó, cómo de repente, apareció un viejo delante de ella, tapándole la vista de los gemelos. Sus miradas se encontraron. Él viejo ni siquiera parpadeó. Mantuvo la mirada fija en ella, durante un tiempo que le fue eterno.
Un grupo de personas pasó por delante y aquel hombre desapareció. Norah paró al instante. Aquello le produjo un escalofrío de los pies a la cabeza. ¿Había desaparecido de verdad? ¿O había sido una ilusión?
El codazo de alguien que pasaba por su lado la devolvió a la realidad.
¡¡Los gemelos!! Los había perdido. Ahora, lo mejor, era regresar por donde había venido.
Pasó de nuevo por la plaza. Deteniéndose más minuciosamente en los detalles del lugar. La estatua de bronce pertenecía a una mujer desconocida para ella. Pero era evidente que allí todo el mundo la conocía. Cada persona que pasaba delante de ella, inclinaba la cabeza unos segundos, adorándola. ¿Quién podría ser?
Siguió adelante. Las calles eran arenosas y polvorientas. Había templos por todas partes. Los tejados eran ovalados y acabados en punta. Algo muy curioso de la ciudad. Seguidamente, a la derecha, había un descampado, dónde sólo había niños que se distraían con una pelota. Le echó la mirada a un niño que le llamó la atención. Rubio, ojos azules…
-¡MIKE!- era uno de los gemelos. Éste se dio cuenta de que Norah ya lo había descubierto y echó a correr. Jem apareció de la nada. Los tres siguieron corriendo, hasta toparse de nuevo con Renée y Tess.
-¡Hombre, por fin! ¿Habéis recorrido toda la ciudad?-dijo Renée aguantándose la risa. Los tres pararon de repente. Norah, con una cara muy seria miraba a Renée y con una respiración agitada.- ¿Y os ha gustado?
-¡¡Mucho!!- exclamaron los gemelos a la vez. Norah, pegó un pisotón firme al suelo. Haciendo que los niños se escondieran tras Tess y callaran.
-Renée –comenzó a decir Tess.- ¿De verdad que no queréis quedaros con nosotros?- preguntó, con todas sus buenas intenciones. Norah alzó la cabeza hacia Renée. Negando con la cabeza como loca.
-No, Tess. Pero gracias de todas formas. Nosotras tenemos otros asuntos pendientes.- le dijo Renée, despidiéndose de ellos. Norah se despidió de aquellos malvados críos con una sacada de lengua por parte de todos.
-¡Hay que ver! No has parado en todo el viaje Norah.- dijo Renée un poco molesta. Norah se quedó con la boca abierta.
-¡Pero si han sido ellos!- respondió.- Esto es injusto.- se cruzó de brazos. Renée empezó a reírse a carcajadas.
Todo el mundo las miraba y para Norah resultaba un poco incómodo. Ahora sí, que se percató de ello.
-¿Porqué nos mira todo el mundo?- preguntó.
-No se si te has dado cuenta de tus pintas Norah. Pero llevas unos pantalones mugrientos, estás empapada, y tus pelos no están muy bien que digamos. Aparte del olor.- dijo Renée con un movimiento de mano para apartar el olor que desprendía.
Norah se acordó de su pelo y sus ropajes. Por un momento se había olvidado de todo.
-¡¡Que vergüenza!!- dijo Norah avergonzada.- Y todo por culpa de esos malditos críos…-empezó a recordar todas las trastadas que le habían echo desde que salieron de Alian, pero volvió a la realidad.-Por cierto, ¿A dónde tenemos que ir?
-Ya hemos llegado.
Llegaron a una casa pequeña, con un porche viejo y anticuado. Su tía llamó, dando dos pequeños golpes a la puerta. Alguien abrió la puerta, que hizo un ruido chirriante. Un viejo apareció con una mirada familiar. A Norah le dio un vuelco el corazón cuando se percató de que ese mismo hombre era el que se le apareció, hace un rato y después, había desaparecido sin más.
-Os estaba esperando.- Anunció con una sonrisa y una mirada profunda.- Por favor, pasad.- abrió un poco más la puerta para que las dos pudieran entrar. La casa estaba abarrotada de objetos antiguos y cachivaches de todas clases. Parecía una persona que había viajado mucho. Se sentaron en el salón, una habitación amplia con varios sillones de dos o tres plazas donde poder sentarse. Norah y Renée se sentaron en un sillón de dos. Y el viejo en una hamaca donde podía balancearse. Tenía una mesita baja en medio, con un té ya preparado y algunas tazas colocadas.
-Ha pasado mucho tiempo.- dijo Renée rompiendo el silencio. El viejo empezó a repartir té a las demás tazas. Y lo más extraño es que había dos más.
-Sí, y seguramente habría pasado más si no hubiera pasado algo importante. ¿Verdad?- a Norah, aquel hombre le daba escalofríos. Parecía saber todo lo que iba a suceder. Pero tenía una sensación de seguridad y protección que de nuevo le resultaba extraño.
-Sí, es cierto amigo mío.- comenzó a decir Renée, probando un sorbo de té.- Venimos porque Norah ya ha experimentado el poder de la piedra y pensé, que ya era el momento de regresar a ti.- Norah se extrañó. ¿La piedra poseía algún tipo de poder?
-Has hecho bien Renée. Norah ya tiene la edad para ser la encargada de proteger la piedra.- dijo con su voz ronca.
-¿De qué estáis hablando?- preguntó Norah sin entender nada. El viejo la observó con atención.
-Tranquila, te lo explicaré todo.

VÁYANSE A PERSONAJES!                        

jueves, 13 de septiembre de 2012

Capitlo 7


Las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo oscuro como pequeños luceros resplandecientes.
El carruaje paró de repente frente a un hostal viejo y mugriento, donde podrían pasar la noche. Al entrar, se podía observar las paredes de madera que estaban muy dañadas y viejas, el sonido que hacían los pasos al andar era señal de que el suelo tampoco estaba en muy buenas condiciones. A la derecha estaba el mostrador y detrás un joven de cabellos oscuros y ojos claros de unos 12 años, entretenido con una pluma y una hoja gastada, recibiendo a las visitas. Al fondo estaba la escalera para subir al piso de arriba. Y a la izquierda había una puerta que estaba cerrada.
-Bienvenidos al hotel Dallas.- dijo el joven. Se bajó de su silla y fue corriendo hacia la puerta.- ¡Abuelo! ¡Tenemos visita!- gritó el muchacho. Y de nuevo regresó a su asiento.
Detrás de la puerta se podían escuchar los pasos de un hombre acercándose. Y apareció un anciano de pelo canoso, con bastante movilidad para su edad.
-Muy buenas. Me llamo Dallas y soy el dueño del hotel. ¿Vienen para quedarse? ¿O sólo están de paso?- dijo con una voz ronca.
-Venimos para quedarnos esta noche, si es posible.- dijo Tess.
-Muy bien. Tenemos 3 habitaciones con dos camas para cada uno. Repartíos a vuestro gusto. El hostal es de 7 monedas de plata, incluimos la cena.- dijo el hombre, mientras el joven le daba las llaves a Renée.
-Gracias.-respondió Renée. Después de unos 10 minutos. Norah y Renée se quedaron con la habitación 2. Los gemelos dormirían en una misma cama y con Tess, en la habitación 4. Y el chófer se quedaría con la 5. Llevaron sus maletas cada uno a su habitación, después de una sopa caliente. Norah llegando a la cama lo único que se quitó fue aquellos pantalones mugrientos, al menos podía dormir un poco limpia, pero con unos pelos…prefería ni mirárselos. No podría ducharse hasta que no llegase al Reino de Dalmot. Sumergida en sus pensamientos y con el agotamiento de todo el día, se quedó totalmente dormida.


A la mañana siguiente, el sol amanecía en el horizonte haciendo juego de colores, el rocío en la hierba y los pájaros empezando a cantar.
Nathaniel observa el amanecer, mientras recogía sus cosas de la pequeña acampada que hicieron anoche. Gary, intentó apagar las últimas brasas que quedaban del fuego.
-¿Falta mucho para llegar?- preguntó Nate.
-No. Supongo que a mediodía o antes, llegaremos.- los dos montaron en sus caballos y siguieron su camino. De repente, un extraño ruido se oyó detrás de ellos. No estaba del todo cerca pero se acercaba.
-Nate. ¿Has escuchado eso? –dijo parando a su caballo. Nate lo imitó.
-¿Qué ruído?- de pronto una flecha cayó al lado del caballo de Nate.
-Ese ruido.- dijo Gary. Los dos miraron rápidamente en la dirección de donde provenía aquella flecha. Observaron a un grupo de soldados armados, amenazándolos con flechas y espadas.
-¡¡CORRE!!- gritó Gary. Salieron corriendo, y los soldados lo siguieron. Se sumergieron en el bosque, entre la maleza y los árboles intentando despistarlos, pero no se despegaban de ellos. -¡Nate! Separémonos. Ve tú a la izquierda y yo iré a la derecha. Cuando los despistemos nos encontraremos aquí.- Nate asintió. Los soldados ya estaban muy cerca, en ese momento Gary y Nathaniel fueron cada uno a un lado.
Nate salió disparado hacia la izquierda, 4 soldados lo siguieron. Él no tenía nada planeado. Simplemente salir corriendo y de alguna forma despistarlos.
En frente suyo, esquivó una rama que estaba inclinada, en el último segundo para que el soldado que estuviera más cerca de él no la viera, y así no le diera tiempo a reaccionar. Éste cayó. Sólo faltaban 3 soldados. Quedaba muy por delante de ellos. La caída del soldado los había alentado. Así que, tenía una gran oportunidad para despistarlos sin que se dieran cuenta.
Al atravesar una maleza de plantas y matorrales. Él rápidamente se bajó del caballo sin que éste se parase. Enseguida se escondió tras un tronco robusto. Vio aparecer a los tres soldados que ciegamente seguían persiguiéndoles. Aquella maleza les impedía ver bien, y no se percataron de que éste ya no estaba montando.
Sabía que no los podía tener engañados durante mucho tiempo, pero esperaba que fuera lo suficiente para que no diesen vuelta atrás. De repente sintió un cosquilleo por las manos que se extendía por todo el brazo.
Aquel árbol donde se había escondido ocultaba una colonia de hormigas, que ahora estaban por todo su cuerpo.

Gary, corría montado en su caballo blanco en dirección hacia la derecha. Le seguían 5 soldados, y uno de ellos era el que dispara flechas. Tenía que deshacerse de él lo primero. Pero aún no sabía como.
Empezó a observar los árboles. El siguiente árbol por el que pasaría, tenía algunos frutos en sus ramas. Cuando se acercó recogió unas cuantas. Eran redondas y esponjosas, de un color rosado y anaranjado. A primera vista no reconoció la fruta que era exactamente. Pero sin pensárselo dos veces, miró hacia atrás y tiró unas frutas a la cara del primer soldado más cercano, llenándolo de un pringoso jugo que hizo que perdiese la visión y cayera del caballo. Sólo le quedaban dos frutos más. De nuevo miró hacia atrás y tiró al siguiente soldado, el que poseía el arco. Éste la esquivó. Gary rápidamente tiró la siguiente y éste le dio en la mano donde sostenía el arco, haciéndolo caer al suelo. Un peligro menos, pero aun tenía 4 soldados detrás de él.
Gary seguía a delante. No se le ocurría nada. Ellos no se despegaban de él. Así que sólo se le ocurrió una cosa. Pelear.
Paró repentinamente su caballo, y se bajó de él. Sacó su espada de la vaina y los esperó desafiante.
 Los soldados pararon donde Gary los esperaba con una espada, en posición de pelear. Ellos sonrieron por el cambio de planes, y por las ganas de pelear de éste aunque ellos fuesen mayoría.
Los 4 se bajaron de sus caballos y se colocaron en posición de ataque.
Algunos ya conocían a Gary, escucharon que era un genio con la espada, y que empezó a dar clases al príncipe, pero realmente siempre fue un sirviente del castillo, y nada más. No podía ser gran cosa.
Uno de los 4, se abalanzó contra él alzando la espada, con intención de partirle en dos. Gary bloqueó su ataque colocando su espada horizontalmente contra la suya. Y con su fuerza lo apartó de él unos metros. Los otros 3 soldados estaban expectantes. Esperando a que les llegara su turno. De nuevo el soldado se acercó a él con un grito de guerra. Gary se echó a un lado esquivándolo. Y estando de espaldas a él, con la punta de su espada le golpeó en el trasero. Éste pegó un brinco dándose rápidamente la vuelta. Espada y espada chocaron entre sí golpeándose con fuerza. Mientras Gary atacaba, el soldado podía defenderse sin darle tiempo a atacar, caminando hacia atrás. Hasta que tropezó y cayó al suelo, dándose un golpe en la cabeza contra un tronco y perdiendo el conocimiento.
-¿El siguiente?- sugirió Gary. Otro soldado salió a su encuentro. Se notaba que éste no había luchado mucho en su vida como soldado. La espada la tambaleaba a diestro y siniestro. Gary fácilmente se abrió camino con su espada, le cogió la muñeca con la que sostenía la espada y le dio un codazo en el pecho haciéndola caer, y acto seguido en el estómago cayendo redondo al suelo. Los dos últimos soldados se abalanzaron contra él. Los dos atacaban y se defendían. Gary esquivaba sus ataques como un auténtico profesional. Se acercó a uno de ellos esquivando su ataque y colocándose detrás de él, propinándole un golpe en la cabeza. Éste se desmayó, Gary cogió el cuerpo del soldado antes de que cayese al suelo. Para protegerse del ataque del otro, que le dio de lleno en el estómago. Acabando con su vida. Gary, aprovechando que la espada del contrario aun seguía en el cuerpo del soldado. Retiró rápidamente al hombre muerto junto con la espada. El soldado se quedó atónito, sin saber qué hacer. Gary le lanzó un puñetazo en toda la cara, seguido de una patada en el estómago. Éste cayó al suelo, perdiendo el conocimiento.
Por fin, había acabado con todos ellos. Hacía tiempo que no peleaba de esa forma, y al parecer no había olvidado nada.
Cogió su caballo por las riendas, tirando de él para llegar al lugar donde se iba a encontrar con Nathaniel.
Tranquilamente caminando por las sendas del bosque, sintió como la tierra se lo tragaba, llevándoselo a las profundidades.
Aquella sensación paró de repente, cayendo en un suelo duro. Un dolor agonizante le recorrió todo su cuerpo. Observó a su alrededor, ¿Dónde había caído? ¿En un hoyo? Sí. Era uno de esos hoyos que la gente hacía para cazar a presas de considerable tamaño.
Y ahora él, había sido cazado.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Capitulo 6


Esa mañana, después del amanecer.
Helbus, estaba en camino a unas de las salas del castillo para dar comienzo su reunión.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
La sala estaba iluminada por la luz del amanecer, que entraba por los ventanales. Una mesa redonda y alargada se encontraba en el centro de la habitación. Había ocho lugares y cada sitio estaba ocupado por personas extrañas, con mirada fría y siniestra.  Helbus, mientras llegaba al extremo de la mesa donde residía su asiento. Cada persona se iba poniendo en pie. Una vez Helbus sentado. Todos lo imitaron.
-Hola, queridos amigos. Me alegra mucho verles.- nadie contestó a su comentario.- Creo que ya sabéis el motivo por el que estáis aquí.
-Sí, Helbus.- una voz apagada se escuchó en lado derecho de la mesa.- Marlon, nos lo ha contado todo. Y creo personalmente, que has hecho un gran trabajo en este lugar.
-Gracias por tu opinión, Emerick.- éste le respondió inclinando la cabeza.- Y hablando de Marlon. ¿Dónde está? – preguntó Helbus mirando a todos los presentes. De pronto, las puertas se abren solas, y detrás de ellas aparece una figura oscura. Una brisa helada rodea toda la sala y mientras ésta avanza hacia la habitación. Las sombras ocultan su rostro, pero todos saben quién es.
-Aquí estoy.- su voz ronca hace eco en toda la sala.
-Marlon Malkovich. Toma asiento.- éste se sienta en el otro extremo de la mesa. Delante de Helbus.- Bien, ahora estamos todos y podemos proseguir con la reunión. – Se aclaró la garganta y comenzó a decir.- Necesito vuestra ayuda.- todos estaban expectantes.- Vamos a conquistar Aldapor, y después el mundo.
-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Crees que es tan fácil conseguir algo así?- saltó un hombre con arrugas y vestiduras oscuras a la izquierda de él.
-¿Y a nosotros que beneficios nos aportarían?
-Por eso os necesito. Sé que sois muy poderosos, pero podéis llegar a más. Yo haré que seáis los magos oscuros, líderes de múltiples tierras y continentes. A vosotros os convertiré en reyes. La magia oscura se extenderá al mundo entero. Nosotros seremos los que gobernemos en él. ¿Qué me decís?- todos estaban pasmados.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Crear un ejército oscuro.- saltó Marlon serio entre las sombras que le rodeaban.
-Exactamente. Un ejército oscuro. De soldados innumerables, imposibles de contar. El mayor ejército, jamás visto. Que pueda llegar a derrotar a cualquiera, por muchos soldados que tenga el adversario. Los demás territorios tienen ejércitos de hombres, de personas humanas. Nuestro ejército será inmortal. Nunca nos derrotarán. ¿Sabéis por dónde voy? – Unos golpes en la puerta interrumpieron la reunión.
-¡Señor! ¡Señor! – eran los soldados.
-¡Marchaos! Estoy ocupado.
-Señor es importante.- Helbus con una cara de fastidio se acercó a la puerta y la abrió.
-¿Qué queréis? Espero que sea importante.
-Lo es mi señor.- dos soldados ahogados por el cansancio de correr por todo el castillo intentaron soltar lo que tenían que decirle lo más rápido que pudieron. -¿¡COMO!? ¡Sois una padilla de ineptos que no sirven para nada!- Él se volvió a la sala.- Perdonad, me ha surgido un problema. Estaré lo antes posible con vosotros caballeros. Podéis de mientras pensar lo que os acabo de plantear.
Helbus junto con sus dos soldados, fueron lo más deprisa que pudieron hacia las celdas.
-¿Ves mi señor? Han escapado. – Habló uno de los soldados.
-Nathaniel… Gary…-pensó enfadado. Sus planes de matar al príncipe habían fallado. Esto causaría problemas si no los cogiera a tiempo.- ¡Sois unos estúpidos! –Los dos hombres agacharon la cabeza.- ¿Quién estaba de guardia?- los soldados se miraron mutuamente.
-Fue Tuck.
-¡Traédmelo! – ordenó. Los dos soldados salieron corriendo en busca de Tuck. Minutos después.
-Aquí está señor.- Tuck estaba atado de manos. Con solo mirar el rostro del rey, sabía que su vida no duraría mucho.
-Me has fallado, Tuck.
-Lo sé. Lo siento. Un tipo con una capucha, me dio un golpe en la cabeza y quedé inconsciente.
-¡No hay excusas!
-¿Me matará, señor?- dijo apunto de llorar.
-Te daré, una última oportunidad para que conserves tu vida. – Tuck, alzó la cabeza sorprendido. Aquella respuesta nunca se la hubiera imaginado.
-Gracias señor.
-Pero recibirás un castigo.-sabía que era imposible irse de rositas.- Encerradlo, caída la tarde recibirá 10 latigazos.- después de aquello Helbus se fue.
Se acercó a uno de sus guardias superiores y le dijo.- Preparad un grupo soldados para la búsqueda del príncipe y de su acompañante, ahora.- ordenó. Ellos no podrían andar muy lejos…aun.


Norah estaba agotada. Habían parado 2 veces cada 2 horas. Y de momento había recibido 3 golpes de aquellos gemelos. La primera vez, al montarse en el carruaje, una vez que se habían bajado. Un extraño sonido apareció de repente desde su trasero. Los niños se partían de la risa, al igual que Renée y Tess. Descubrió debajo de ella una bolsita pequeña que hacía un ruido bastante desagradable.
Esa fue la más inofensiva. A la segunda, cuando se bajaban para hacer el segundo descanso. En el paisaje se podía observar algunos charcos de recientes lluvias. Mike corrió a coger la mano de Norah para enseñarle “algo” que había visto. Y Jem, sin que ella se diera cuenta le puso el pie por delante. Ésta, cayó redonda a un charco. Algo que sin duda le fastidió bastante. ¿Pero que podía hacer ella? Tess era demasiado protectora con ellos. Apenas les reñía, más que nada se reía, algo que le venía bien, por que la mayor parte del tiempo la pasaba triste y llorando.
Así que lo único que podía hacer ella era aguantarse, y ver cómo Renée se burlaba de ella en silencio.
El tercer golpe no fue de los gemelos exactamente, pero fue por culpa de ellos. La falda estaba echa una porquería. Al caer Norah, se la había rajado. Se le veían demasiado las piernas, y eso Renée no lo consentía.
Así que le pidió al chofer si tenía alguna prenda que pudiera servirle a Norah. Y lo único que tenía era unos pantalones claros, anchos y bastante gastados. Y aunque ella odiara eso, no tenía más remedio. Así que se tragó el orgullo que le quedaba y con mucho esfuerzo se quitó la falda y se puso aquellos pantalones mugrientos.
Y hasta ahora, todos seguían riéndose. Aunque habían pasado ya casi 1 hora de aquel trágico suceso, todavía era por la mañana y aun faltaba un día más. Aquello no le estaba haciéndo ninguna gracia.

domingo, 26 de agosto de 2012

Capitulo 5

-Helbus.- dijo Nate, firme y serio. Se puso en pie y se colocó en frente de él. Helbus observa los dos encarcelados, y sonríe andando de un lado a otro del pasillo de la celda.
-He venido a despedirme.- dijo.
-Qué amable por tu parte.- soltó Gary irónicamente. Helbus le miró fijamente, pero lo ignoró.
-Mañana no podré asistir a vuestra ejecución. Tengo una reunión importante. Y no puedo perdérmelo. Como rey, debo asistir.- dijo mirando al chico, con una mirada de triunfo.
-¿¡Porqué nos has traicionado!? ¿Qué planes tienes, eh?- Preguntó Nate irritado. Helbus se volvió hacia él.
-Eso no te incumbe.- dijo con una mirada fría y penetrante.
-¿Qué más te da, Helbus? De poco nos servirá esa información. Te recuerdo, que mañana moriremos, gracias a ti.- dijo Gary con una voz apagada.
-Tienes razón ¿sabéis lo que pienso hacer?- los dos, lo miraron con ojos desagradables pero expectantes.- Pienso conquistar el mundo entero.- Gary y Nate intercambiaron miradas sorprendidos y preocupados, por la gran noticia de Helbus.
-¿¡Te has vuelto loco!?- gritó Gary atónito.
-Sí.- dijo simplemente con una mirada malvada.- pienso crear un ejército invencible, del cual nadie podrá derrotarme. Una pena que no estéis allí para verlo.
-¿Desde cuando llevas planeando eso?- preguntó Nate.
-Desde antes de que nacieras.- dijo Helbus alejándose de ellos.
-Eres un traidor y un…- Comenzó a decir Nate, pero no acabó la frase.
-No pierdas el tiempo insultándome Nate, yo que tú pensaría una forma de salir de aquí vivo.- Dijo riendo a carcajadas y saliendo del lugar.
Nate y Gary se miraron mutuamente sin saber qué decir.

A la mañana siguiente. Antes del amanecer. Una voz lo despierta y vuelve a la realidad.
-Shhhhip shh! Nate.- dice susurrando.- Nate levanta la cabeza y se asoma a la puerta de la celda. Un pelo rojo distingue a la perfección a esa persona.- ¡despierta!
-¿Loreen?- Nate se levanta y se acerca a ella.- ¿Qué estás haciendo?- Nate se percató de que Gary estaba al lado de ella, fuera de la celda.
-¿Tu que crees?- dijo con un manojo de llaves en la mano. Mientras intentaba abrir la puerta con cada una de ellas.
-Si te descubren, estás muerta, ¿Lo sabes?
-Sí, lo sé. Pero no pienso quedarme de brazos cruzados viendo cómo os llevan a la horca. Y Helbus haciendo lo que le da la gana con el reino.- dijo. Al mismo tiempo sonó un “crush”. La puerta estaba abierta.
-¿Y los guardias?- preguntó Nate.
-Sólo había uno, y está inconsciente.- Loreen era muy buena dando patadas y puñetazos, no era extraño que lo dejase inconsciente.
-¿Y no te vieron?
-Tenía una capucha, pero como ustedes no tenéis nada…- Gary la miró asombrado. Loreen sonrió ante su sorpresa.- iremos por aquí.- Loreen, condujo a Gary y a Nate al final del pasillo. Estaba la pared rocosa y dura, no había por dónde salir. Ella tocó una piedra de la pared y ésta se aplastó hacia dentro. Al mismo tiempo apareció un pasadizo. Al pasar, Loreen volvió a tocar una piedra y ésta se cerró detrás de ellos como si nada.
-¿Y eso?- preguntó Nate sorprendido.
-Pasadizos secretos. –Ella sonrió. Al final del pasadizo, se podía ver una luz que procedía del exterior.- Ya hemos llegado.- al salir se encontraron unas enredaderas y otro tipo de maleza que ocultaba la salida del pasadizo. Estaban fuera del castillo. Habían pasado debajo del castillo y del jardín. Fuera había dos caballos, uno blanco y otro negro.- Antes de marcharos quería deciros una cosa. Si no logramos hacer algo, el mundo tal y como lo conocemos ahora se volverá negro y oscuro.
-¿Qué intentas decirnos?
-He escuchado una conversación de unos tipos estraños que andaban por los pasillos del castillo, Helbus va a formar un ejército invencible.
-Sí, lo sabemos.- dijo Gary agachando la cabeza.
-Entonces, ¿sabéis lo de la magia oscura?
-¿¡Magia oscura!? – gritó Nate. Helbus estaba convencido de conquistar el mundo.
-Sí, escuché algo de un ejército creado mediante la magia oscura.
Nate y Gary se quedaron con la boca abierta. La magia oscura, estaba prohibida. No había leyes contra ellas, porque todo el mundo pensó que se había extinguido.
-¿Y qué podemos hacer?- sugiere Gary.- ya que eres tan lista. – le sonríe Gary. Loreen lo observa intentando que ese comentario le moleste pero al mirarlo a los ojos, se da cuenta de que es imposible.
-Pues sí, conozco a alguien que puede ayudaros. Se llama Axel Donovan, vive en el reino de Dalmot, allí es una leyenda. Todo el mundo lo conoce. Preguntad por el y la gente os ayudará.
-Gracias Loreen.- Dijo Nate abrazándola. Y montó en el caballo negro.
-En los caballos tenéis comida y agua para dos días.- Gary se acercó a ella y también la abrazó. Pero de forma diferente. Aquel abrazo era dulce y fuerte, como todo lo que viene de Gary. La derretía por dentro. Se separaron y se miraron a los ojos mutuamente. Loreen no resistió más y se acercó a él. Le besó en los labios. Un beso lleno de amor y esperanza. Gary se quedó sorprendido. Pero le encantó.
-Tenemos que irnos.- insistió Nate. Aguantándose la risa. Era la primera vez que los veía así. Eran una bonita pareja. La mejor que había visto. Pero ahora tenían que ir a Dalmot. Debían salvar el mundo.
-Adios Loreen, volveré a por ti.- dijo Gary con una gran sonrisa, y montando en el otro caballo.
-Te estaré esperando.- los dos muchachos se marcharon de aquel lugar.-Buena suerte.- dijo entre susurros, y observándolos en el horizonte.


Renée estaba en la puerta de su casa con las maletas en el suelo, y muy impaciente.
-¡Norah! ¡Que no tenemos todo el día!- gritó.
-¡Ya voy!- dijo Norah, bajando las escaleras. Y todavía dándole vueltas al pelo.
-Que obsesión por el pelo querida.- le dijo Renée, riéndose por lo bajo. No podía evitar reírse de algo tan estúpido.- venga, coge tu maleta y vámonos.- Norah la cogió y cerró la puerta de su casa.
-Es que es difícil tener el pelo bien, y por una vez que salgo de casa... Ya sabes.
-Tu pelo es precioso cariño.- Renée y Norah fueron a una calle, donde el carruaje siempre paraba. Allí vio a Tess, que estaba colocando sus cosas en la parte trasera del vehículo.
-Hola Tess.- le dijo Renée saludándola. Ella se volvió.
-¡Hola! Por fin llegáis. Lo habéis pillado a tiempo.- dijo Tess ya de camino a montarse dentro del carruaje.
-Sí, lo siento.- dijo Renée ignorando el suceso del pelo de Norah. Ella colocó sus maletas y las de Norah.- Norah vete sentando, ahora voy yo.- Norah asintió y se montó.
Había 3 huecos en cada lado. En un lado estaba Tess, y sus dos hijos. Ella se sentó en el otro que estaba solitario. Al momento llegó Renée que se sentó a su vera. Tess gritó al chofer.
-¡Ya nos podemos ir, señor!- el vehículo se puso en marcha. Tenía tapado el colgante, debajo de la blusa, por si acaso.
Por desgracia a Norah le tocó delante de aquellos siniestros niños. Esos gemelos preciosos, que te fijaban la mirada, y no la apartaban de ti hasta que hubiera algo más interesante a lo que intimidar. Ella sabía que no se iba aburrir. Lo único que quería, era que por lo menos su pelo, saliera vivo de aquel viaje.

jueves, 16 de agosto de 2012

Capitulo 4


Norah, estaba tan sorprendida como el hombre. Aquello resultaba imposible, dentro de lo que cabe. Pero nunca llegó a pensar en semejante tiro, cuando ella nunca había hecho algo así en la vida. De pronto vuelve a la realidad y recuerda las 20 monedas de oro que había ganado con ese tiro.
-Señor – el dueño aun sin pronunciar palabra dirige su mirada hacia ella.- mi dinero.- ella extiende la mano frente a él. El hombre se dirige a una mesita donde estaba colocada la bolsa de las monedas, la coge y se la lleva. Antes de dársela, el hombre fija su mirada en el colgante de Norah. Una bella piedra roja, parecido a un rubí. Tenía algo especial, algo que le atraía. Quería ese colgante, ahora. Extiende el brazo para coger la piedra y observar más detenidamente. A Norah no le hizo mucha gracia y se retira.- Dame el dinero.- dice seria.
-Quiero tu colgante.- el hombre parecía hipnotizado.
-Jamás.- dijo firmemente. La gente también se percató del bello colgante.
-¡Quiero tu colgante, dámelo!- todos lo decían, al mismo tiempo que se acercaban a ella. Norah estaba rodeada ¿Qué tenía su colgante, que a todos los volvían raros?
Ahora estaba demasiado asustada como para pensar en eso.
Ya estaban muy cerca de ella, casi la rozaban. No sabía que hacer. De repente, una mano salvadora la cogió por detrás y la arrastró hacía unos puestos de telas de seda y de otros tipos, que podían ocultarlos de la multitud.
Cuando Norah se fijó en la persona que le había rescatado, no pudo observar su rostro porque llevaba una capa oscura que lo ocultaba. Eso la asustó aun más. El desconocido aun la tenía cogida del brazo. Ella se zafó y se retiró.
-¿Quien eres?- Pero el desconocido la volvió coger y le tapó la boca. Aun había gente por allí buscando a su apreciada piedra.
Pasados unos minutos, la soltó. La chica tenía el corazón a mil por hora. Estaba muy asustada. Entre toda esa gente y el tipo raro no pudo aguantar más, y salió corriendo en busca de Renée.
La  persona que no le hacía mucha gracia ver, pero tenía tanto miedo que le daba igual el castigo que le diera.
Corrió por todo el mercado, debía andarse con ojo por si acaso, tapándose su colgante. Renée no estaba por ninguna parte. Ella agobiada aun, se le escapó algunas lágrimas. Seguía buscando, pero nada. De repente pudo ver a alguien parecido, se acercó pero no era ella.
No sabía por donde buscar. De pronto, su nombre le llega a sus oídos como un cañonazo.
-¡¡Norah!! – ella se vuelve, y ve a su tía muy enfadada yendo hacia ella. Pero Norah llega antes. Desesperada, la abraza. Llorando, del miedo que acababa experimentar.
-¡Renée, perdóname!- gritó Norah. Renée parecía más calmada.- No estoy segura de lo que me ha pasado pero he pasado mucho miedo. Todos iban a por mí y…- Renée le coge el rostro con sus manos.
-Tranquilízate. Vamos a casa. – Por el camino, las dos seguían abrazadas. Pero no intercambiaron palabra.
Al llegar, Norah se sentó en una silla de la cocina. Renée empezó a recoger cosas. Ella se extrañó.
-Tía, ¿Qué estas haciendo?- Renée puso la bolsa de viaje encima de la mesa de cocina. Mientras metía algunas cosas.
-Nos vamos.- dijo simplemente. Norah se quedó sorprendida.
-¿Adonde? Y ¿Por qué? – Renée se quedó parada de pie.
- Lo que te ha pasado. Tiene una explicación ¿sabes? Tenemos que visitar a un viejo amigo. Es el único que te puede explicar lo que te a acaba de pasar.- Norah no sabía que decir, al menos podría averiguar porqué la gente se volvió tan rara de repente.
-Y ¿adonde vamos?
-A Dalmot. Tess y sus hijos se marchan allí mañana, en un carruaje que pasa por aquí. Nosotras iremos con ellos.- ¿sus hijos? Como los odiaba. Tess tenía gemelos, muy lindos. Parecían angelitos, rubios y de ojos azules, de unos 10 años. Ellos, odiaban a Norah y ella les odiaba. Era un odio mutuo. Siempre haciendo bromas y travesuras, que la ponían en ridículo. Pero tenía que aguantarse. Será un camino muy largo.



Nathaniel, llegó al castillo. Mientras caminaba hacia su habitación recordó a la chica, que extraordinariamente acertó el tiro, y a quien le salvó de esa gente. Que raramente cambiaron de personalidad. Una chica interesante. Una sonrisa le marcó el rostro.
De pronto se acercaron unos guardias que lo rodearon. Uno de ellos, le amarró las manos, dejándolas inmóviles.
-¡Eh! ¿Que estáis haciendo? ¿Os habéis vuelto locos?- Nate, no entendía nada. ¿Que se había perdido?
-Nathaniel Valliere, por orden del rey Helbus. Queda oficialmente detenido por el asesinato de su padre, el rey Klaus.-  habló uno de los guardias. Estaba pálido de la sorpresa y del cargo del que se le acusaba. Se equivocaban totalmente. ¿Cómo podían pensar algo así?
-Se equivocan. ¡Quiero hablar con Helbus, ahora! – los guardias se miraron entre ellos y se echaron a reír, ante el mandato del chico.
-Ya no tienes autoridad sobre nosotros. Estas detenido y vas a ir a la horca mañana al amanecer. No puede verte nadie a menos que el rey lo mande. ¿Entiendes?- el guardia lo cogió por el brazo y lo arrastró hasta la celda. Uno de ellos le cerró la puerta y se marchó. Él se asomó por las rejas de acero puro. Hasta que su vista dejó de ver al guardia.
En la celda, el suelo era de piedra dura. Y tenía una ventana muy pequeña en lo alto de la pared. También tenía una cama de madera con unas mantas encima. Realmente, nada agradable.
Empezó a pensar, dando vueltas sobre sí mismo en la celda. ¿Helbus lo había traicionado o se habría equivocado? No creo que ahora siendo rey se equivoque de tal manera, mandando al príncipe real a la horca. ¿Me quería muerto, y por qué?
El asesino era una persona del castillo, de total confianza con el rey, y está claro que yo no era. ¿Realmente podría ser Helbus? ¿El mejor amigo del rey? ¿Capaz de traicionar a todo el reino? Eran demasiadas preguntas. ¿Qué tenía entre manos?
-¡Eh! ¿Puedes quedarte quieto? Me vas a marear.- Nathaniel pegó un brinco. No se esperaba que alguien de allí le hablase. Pudo saber que esa persona estaba en la celda de al lado. Sentado en el suelo, apoyado en las rejas observándolo. Nate se acercó.
-¿Quién eres?
-¿Me estas diciendo que aun no me has reconocido, muchacho?- entonces fue cuando se dio cuenta. Esa voz, no podía ser otro, Gary.
-¡Gary! ¿Qué haces aquí?- ahora que se fijaba Gary tenía el pelo revuelto, y con los ropajes rasgados. Como si se hubiera peleado con alguien.
-Pues estoy aquí por lo mismo que tú, Nate. Me han acusado de traición al reino. Por haber participado en la muerte de tu padre.
-¿Cómo? Esto es increíble.- se sentó en el suelo contemplando a Gary.
-A ti y a mí nos han acusado de ser los asesinos del rey Klaus. Nunca pensé que Helbus nos pudiera hacer una cosa como esta. Nos ha culpado por una acción que en realidad… la hizo él.
-¿Él? Entonces, él ha matado a mi padre,- Nate estaba atónito, él fue quien mató a su padre.- Y ahora, va a por mí. Él único de sangre real que queda. Sólo él puede ser rey. Nadie creerá nuestras palabras.- dice con la cabeza agachada.
-Exacto. Ha engañado desde el principio a todo el mundo. Desde que llegó al castillo por primera vez. Recuerdo que tu madre Helena estaba embarazada de ti. Todos éramos felices. No había ningún problema en el reino. Eran buenos tiempos. Cuando ella murió todo cambió.- A Nate le encantaba escuchar hablar de su madre Helena. Todos decían que fue una de las mejores reinas de Alian. Una persona que lo hacía todo más bello y feliz. Ojala, la hubiera podido llegar a conocer de verdad.
Un fuerte golpe lo despierta de sus pensamientos, trayéndolo de vuelta a la realidad. Unos pasos firmes y rectos se acercaban a su celda. Y de pronto, ahí estaba. Delante de ellos.
-Hola, querido Nate.- dijo esbozando una sonrisa.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Capitulo 3


La puerta de la calle se abrió con un chirrido, y ella se acercó corriendo antes de que se fuera la persona que abrió la puerta. Y a tiempo.
-¿Adónde vas?- pregunta Norah confusa. Renée se volvió.
-Voy al mercado. Haber si intercambio estas verduras por algo de pescado.- dijo. No estaban muy bien de dinero, por eso para comer hacían trueques con algunas cosas que ella cultivaba. Las verduras eran del huerto que tenían en la parte trasera de la casa. Venía bastante bien, para que de vez en cuando las pudieran intercambiar por otras cosas.
-¿Puedo ir contigo?- Norah puso sus ojillos de una forma tan irresistible que Renée no se pudo negar. Cosa que le fastidia mucho. Y además nunca la llevaba a ninguna parte.
-Anda venga, pero date prisa.- dijo con un suspiro de fastidio.
-Voy, voy.-Norah se colocó bien sus zapatos, se estiró un poco el vestido, llevaba una blusa blanca de hombro caído, un corsé azul marino y una falda que le llegaba por los talones de color celeste, con sus manos se colocó bien el pelo y se fue corriendo con su tía.
Llegaron al mercado. Había muchísima gente, todo el Reino se aglomeraba casi todos los días allí. Aquello estaba a reventar.
-Norah, ni se te ocurra separarte de mí, ¿entiendes?- A Renée se le veía preocupada, mirando a todo el mundo e intentado ocultarse de algo o alguien. Pero ella no entendía a qué venía eso. No veía ningún peligro por allí.
-Sí, tía.- dijo con desgana. Y sabiendo, que esa contestación siempre la tranquilizaba un poco.
En el mercado cada día había cosas nuevas y muy curiosas, algún que otro espectáculo. Le resultaría difícil no distraerse. Renée la tenía cogida del brazo, así que no le resultaría tan fácil escaparse.
Su tía se paró en un puesto donde vendían pescado fresco para ver si podían intercambiar algo por sus verduras. Norah, mientras que su tía hacía trueques, comenzó a mirar a todas partes y escuchó algunas risas cercanas y, a través de un agujero de tela de un puesto agudizó la vista y vio a bastante gente aglomerada. Tenía ganas de pasarse por allí haber que había. Si le preguntara a su tía si podría ir le diría que no, pero es que… De pronto, involuntariamente se inclinó hacia delante dando un paso. Y lo mejor es que dio unos cuantos sin querer, y no sintió el brazo de su tía aferrándola contra ella que fue lo que la despertó de ese sentimiento de libertad. Se volvió y vio que su tía aun estaba distraída viendo algunos peces.
Norah se sintió libre de repente, y salió corriendo a aquel sitio. Echando de vez en cuando la vista atrás por si acaso.
Cuando llegó, se dio cuenta de que aquello era uno de los espectáculos que había normalmente, y siempre había mucha gente. No podía ver nada, era demasiado baja de estatura. Se adentró en el gentío, pisando algún que otro pie. Y por fin pudo ver algo.
Estaban tirando flechas a una diana lejana, y un hombre con un sombrero curioso gritaba:
-¡Quién consiga dar en el blanco le daré 10 monedas de oro! – A Norah se le abrieron los ojos. Aquello podría ayudar bastante a su tía Renée. Y no podría ser tan difícil dar en el blanco al fin y al cabo no estaba tan lejos, ¿no? Varios hombres levantaron la mano. Dieron una moneda de plata al dueño, y uno por uno fueron tirando flechas. Ninguno conseguía darle siquiera a la diana. La gente se reía y criticaba a aquellos hombres por su falta de puntería con el arco. Ellos se retiraron con la cabeza agachada. Ahora siempre serían recordados como los hombres que fallaron un tiro. Parecía ridículo, pero así era.
- ¿Quién más se ofrece voluntario?- seguía gritando el hombre. Al parecer había que dar una moneda de plata, miró en su bolsillo. Tenía dos monedas. Quizás ella podría…


Nathaniel, paseaba por los pasillos de su castillo, observando detenidamente a todo el que pasaba. Analizándole, y pensado si podría tener algo que ver con la muerte de su padre.
Pasaban sirvientes, hombre y mujeres. Pero ninguno encajaba como un asesino.
Parecía imposible, pero no se rendiría así como así. Lucharía hasta el final por su padre. Pero antes tenía que relajarse un poco.
Necesitaba salir de aquel ambiente, quizás un paseo por el reino no le vendría mal.
Así que se puso una capa para ocultar su rostro. Y se marchó del castillo por una puerta trasera secreta, sin que nadie lo viera.
Cerca estaba la plaza y la gente seguro que estaba en el mercado.
Le gustaba su reino. La gente era muy agradable y sociable. Aquel ambiente le reconfortaba y le recordaba a su padre. Siempre tan cercano con su reino y sus ciudadanos. Recordó que a veces pillaba a su padre yéndose a escondidas a pasear por los alrededores. Sin querer se le escapó una sonrisa.
Se adentró en el mercado, allí siempre había de todo. Alimentos, objetos de cerámica, ropajes, animales…
Todo estaba tan vivo por allí, como siempre.
De pronto se percató de algunas voces cercanas, que le llamaron la atención. Se acercó y se encontró con uno de los espectáculos que había de vez en cuando, a veces, eran un poco crueles por las críticas y demás. Pero eso es lo que le gusta a la gente. Con tal de conseguir algunas monedas, la gente hacía cualquier cosa.
Al ser alto no le hacía falta acercarse mucho para ver.
-¿Algún voluntario? ¿O nadie quiere conseguir 10 monedas de oro? Simplemente, hay que acertar.- decía el dueño de aquello, como sino tuviera consecuencias aquello. Nadie parecía muy participativo, el dueño se estaba poniendo serio. O hacía algo al respecto o su negocio se iría a pique. – Está bien. Ahora. ¡Ofrezco 20 monedas al primero que levante la mano!

Ella no se lo pensó más, y levantó la mano.
-¡Yo, señor! – la gente la miraba con mala cara. Algunos se compadecían, otros tenían bastante curiosidad y otros simplemente, miraban. Al dueño se le iluminó la cara. Aunque no le gustaba que participasen niños, despertaba curiosidad a la gente y podría ser una buena opción.
-Acércate.- Norah se acercó a él. El hombre le extendió la mano como esperando a que le diera algo y ella comprendió, dándole una moneda de plata. El hombre sonrió satisfecho.- Muy bien niña…
-No soy una niña señor, tengo 16 años.- el hombre se rió para que todo el mundo lo escuchara, como sino no fuera importante. Aunque para ella sí lo era.
-Coge el arco y una flecha, señorita.- dijo.- y haber si eres capaz de darle a la diana, al menos.- sonrió de oreja a oreja, sabiendo que jamás lo conseguiría.
Ella se acercó al arco y las flechas, se percató de que todos la miraban. Se sentía un poco rara, pero eso le daba igual. Ella sólo tenía que acertar, coger el dinero y darle una alegría a Renée, sólo eso. Y no podía ser tan difícil.
Pero después se acordó. ¡Jamás había usado un arco! Con el arco y la flecha en la mano pensó: “¿Cómo se coloca esto?”. Si lo preguntaba sabía que se reirían de ella, pero no había otra solución. Ella se acercó al dueño e intentó que no se escuchara demasiado su ridícula pregunta. El hombre se acercó a ella esperando a que le dijera algo importante.
-¿Puede enseñarme cómo se hace?- el hombre se echó a reír a carcajadas, tan fuerte, que la gente aunque no habían escuchado lo que había dicho Norah, también se echaron a reír. Eso le molestó bastante, pero intentó calmarse.- ¿me va a enseñar o no? -Dijo aguantándose el enfado. El hombre la miró confuso.
-Niña, ¿estás segura de continuar con esto?- el hombre aun tenía ganas de reírse, pero se lo aguantó. Ella estaba bastante decidida.
-Sí, a no ser que usted no quiera mi dinero.- dijo. El hombre se puso serio. Además, se reiría un rato.
-Muy bien.- El hombre, cogió el arco y la flecha. La colocó en la posición correcta y tensó el arco.- Niña fíjate cómo se hace.- Norah se mordió la lengua cuando de nuevo dijo la palabra “niña”. Pero estuvo atenta en todo momento. Y se grabó en la cabeza la posición del arco y la flecha. De pronto el hombre disparó a la diana, y todo el mundo le aplaudió. La había clavado en el centro.-Toma.- le dio a Norah de nuevo el arco con otra flecha.-Espero que te hayas fijado bien, niña.- El hombre se sentía orgulloso de su gran tiro al que nadie podía igualar.
Ella se colocó en la posición que había tomado el hombre anteriormente. Tensó la flecha. Todo el mundo se quedó en silencio. Y justo cuando iba a tirar, un viejo borracho empezó a gritar. A ella se le escapó la flecha, y en vede de ir recto se fue hacia arriba. La gente se reía más que nada por el viejo. Ella no se lo podía creer, desde entonces odió a los viejos borrachos.
-Bueno muchachita. Has perdido.- dijo el hombre riéndose en su cara. Norah estaba muy seria, y entonces se acordó. Aun tenía otra moneda. La cogió y se la enseñó meneando la mano.
-¿Me deja tirar otra vez?-Norah estaba segura de que lo cogería. El hombre sin pensárselo dos veces, cogió la moneda.
-Como quieras.- dijo el hombre. Norah le sonrió, y volvió a colocar el arco y la flecha en posición. Tenía que conseguirlo como sea, Renée seguro que ya estaría echa una furia, y si ella consiguiera esas monedas seguro que se sentiría orgullosa de ella, y se daría cuenta de que ya no es una niña, y puede conseguir todo lo que se proponga. Tensó la flecha, agudizó la vista al centro de la diana. Convencida de que aquello no era imposible. Sólo tenía que concentrarse, aunque la gente no paraba de hablar. Tenía que concentrarse aún más. Respiró hondo. Tensó un poco más la flecha y con la vista clavada en la diana. Disparó.
Para su sorpresa, todo el mundo calló. Cuando vio la flecha, se dio cuenta de que había acertado. Clavó la flecha en el centro, y no sólo eso, sino que la flecha que anteriormente había tirado el dueño, se había partido en dos. Ella no podía creerse aquello.
-Imposible…- dijo el hombre.