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domingo, 23 de septiembre de 2012

Capitulo 8


Intentó ponerse en pie, pero era imposible. Su pie estaba en mal estado y no podía caminar. Así que lo único que le quedaba era pedir ayuda.
-¡¡SOCORRO!! ¿¡NATE!? ¿¡ME ESCUCHAS!? ¿¡Nate!? – pasó un rato y el sol ya estaba en lo alto del cielo, seguramente tardarán un poco más en llegar a Dalmot, si es que llegaban algún día. Unos pasos se acercaban… -¿Nate? – observó un rostro en lo alto del hoyo. Ese no era Nate. Tenía una armadura de metal que resplandecía a la luz del sol… ¿un soldado? No tenía muy buena cara, parecía un poco dañado.
-Con que estabas aquí. Mucho mejor. Me lo has puesto muy fácil.- el soldado sacó el arco y una flecha, y apuntó hacia Gary. Estaba perdido. Lo sabía. Si apareciera Nate al menos, para verlo por última vez. El soldado disparó, pero falló. Un tiro muy fácil, algo le hizo fallar.
Vio caer al soldado y a alguien aparecer de repente.
-¿Gary?- Era Nathaniel, con su voz lleno de preocupación que le llenó de alegría.
-Me alegro de verte muchacho.-dijo sin hacer notar su emoción al verlo.- ¿Podrías sacarme de aquí?- Nate sonrió.
Estaban de camino a Dalmot. Gary estaba montado en su caballo blanco. Sin poder caminar. Y con un poco de fiebre. Nathaniel montado en su otro caballo negro. Caminaban lentamente para no empeorar el estado de Gary. Tardarían un poco más de lo previsto en llegar, hasta el venerable Axel Donovan.


Se había levantado demasiado temprano para su gusto. Y aún se caía de sueño. Norah llevaba ya horas viajando y faltaba muy poco para llegar. De vez en cuando abría el ojo para ver que tramaban los niños. Pero ella estaba tan cansada que no tuvo intención de averiguarlo.
La cabeza se le iba hacia atrás de vez en cuando, atraída por el sueño. Al volver a caer se despertaba un poco y se volvía a la postura original. Había tanto silencio. Un, muy extraño silencio, que volvió a caer su cabeza hacia atrás. Pero esta vez, tuvo una sensación diferente. Algo húmedo y fresco explotó en su cabeza haciéndola despertar del todo. Echó la mirada atrás y observó un artilugio de goma que podía retener líquidos en su interior y el cual explotó en su cabeza y estaba desperdigada por casi todo el asiento.
¡¡Agua!! Estaba empapada. Los pelos horriblemente mal. Y los ropajes se le empezaban a empapar.
-¿¿ ¡Agua!??-gritó Norah. Los gemelos se partían de risa, negando con la cabeza.
-Uff… que mal hueles hija.- dijo Renée con su experto olfato. Norah frunció el ceño, sin llegar a entenderlo. Se acercó un mechón de pelos mojado a su nariz y lo olisqueó. Mal, horriblemente mal. Aquello apestaba. En ese momento se temió lo peor.
-No. Puede. Ser.- dijo cortadamente. Norah estaba furiosa, y cada vez se ponía más roja del enfado. El carruaje paró.
-Ya hemos llegado a Dalmot. Pueden bajarse.- anunció el chófer. Los gemelos salieron disparados por la puerta del vehículo. Y Norah, muy enfadada fue tras ellos.
-No cambiarán nunca.- dijo Renée. Tess sonrió. Aunque parecía que sus hijos le hacían la vida imposible a Norah. Para ellos era todo lo contrario. Era alguien con quien reírse y pasárselo bien. Alguna que otra trastada. Si ella se fuese de su lado, los niños la extrañarían. Muy en el fondo. La verdad es que le han tomado cariño a Norah, aunque no lo reconozcan.
-¡Venid aquí! ¡No escapéis!- Norah seguía tras ellos, adentrándose en la ciudad. Todo el mundo los observaba. Norah apenas se percató de ello. Quería atrapar a esos granujillas malcriados, que solo sabían fastidiarla y molestarla hasta llegar a cabrearse. Así era siempre. Hasta que estallaba. Atravesaron una plaza con un monumento de bronce en el centro. A toda velocidad, fue esquivando a la gente que se encontraba a su paso. Observó, cómo de repente, apareció un viejo delante de ella, tapándole la vista de los gemelos. Sus miradas se encontraron. Él viejo ni siquiera parpadeó. Mantuvo la mirada fija en ella, durante un tiempo que le fue eterno.
Un grupo de personas pasó por delante y aquel hombre desapareció. Norah paró al instante. Aquello le produjo un escalofrío de los pies a la cabeza. ¿Había desaparecido de verdad? ¿O había sido una ilusión?
El codazo de alguien que pasaba por su lado la devolvió a la realidad.
¡¡Los gemelos!! Los había perdido. Ahora, lo mejor, era regresar por donde había venido.
Pasó de nuevo por la plaza. Deteniéndose más minuciosamente en los detalles del lugar. La estatua de bronce pertenecía a una mujer desconocida para ella. Pero era evidente que allí todo el mundo la conocía. Cada persona que pasaba delante de ella, inclinaba la cabeza unos segundos, adorándola. ¿Quién podría ser?
Siguió adelante. Las calles eran arenosas y polvorientas. Había templos por todas partes. Los tejados eran ovalados y acabados en punta. Algo muy curioso de la ciudad. Seguidamente, a la derecha, había un descampado, dónde sólo había niños que se distraían con una pelota. Le echó la mirada a un niño que le llamó la atención. Rubio, ojos azules…
-¡MIKE!- era uno de los gemelos. Éste se dio cuenta de que Norah ya lo había descubierto y echó a correr. Jem apareció de la nada. Los tres siguieron corriendo, hasta toparse de nuevo con Renée y Tess.
-¡Hombre, por fin! ¿Habéis recorrido toda la ciudad?-dijo Renée aguantándose la risa. Los tres pararon de repente. Norah, con una cara muy seria miraba a Renée y con una respiración agitada.- ¿Y os ha gustado?
-¡¡Mucho!!- exclamaron los gemelos a la vez. Norah, pegó un pisotón firme al suelo. Haciendo que los niños se escondieran tras Tess y callaran.
-Renée –comenzó a decir Tess.- ¿De verdad que no queréis quedaros con nosotros?- preguntó, con todas sus buenas intenciones. Norah alzó la cabeza hacia Renée. Negando con la cabeza como loca.
-No, Tess. Pero gracias de todas formas. Nosotras tenemos otros asuntos pendientes.- le dijo Renée, despidiéndose de ellos. Norah se despidió de aquellos malvados críos con una sacada de lengua por parte de todos.
-¡Hay que ver! No has parado en todo el viaje Norah.- dijo Renée un poco molesta. Norah se quedó con la boca abierta.
-¡Pero si han sido ellos!- respondió.- Esto es injusto.- se cruzó de brazos. Renée empezó a reírse a carcajadas.
Todo el mundo las miraba y para Norah resultaba un poco incómodo. Ahora sí, que se percató de ello.
-¿Porqué nos mira todo el mundo?- preguntó.
-No se si te has dado cuenta de tus pintas Norah. Pero llevas unos pantalones mugrientos, estás empapada, y tus pelos no están muy bien que digamos. Aparte del olor.- dijo Renée con un movimiento de mano para apartar el olor que desprendía.
Norah se acordó de su pelo y sus ropajes. Por un momento se había olvidado de todo.
-¡¡Que vergüenza!!- dijo Norah avergonzada.- Y todo por culpa de esos malditos críos…-empezó a recordar todas las trastadas que le habían echo desde que salieron de Alian, pero volvió a la realidad.-Por cierto, ¿A dónde tenemos que ir?
-Ya hemos llegado.
Llegaron a una casa pequeña, con un porche viejo y anticuado. Su tía llamó, dando dos pequeños golpes a la puerta. Alguien abrió la puerta, que hizo un ruido chirriante. Un viejo apareció con una mirada familiar. A Norah le dio un vuelco el corazón cuando se percató de que ese mismo hombre era el que se le apareció, hace un rato y después, había desaparecido sin más.
-Os estaba esperando.- Anunció con una sonrisa y una mirada profunda.- Por favor, pasad.- abrió un poco más la puerta para que las dos pudieran entrar. La casa estaba abarrotada de objetos antiguos y cachivaches de todas clases. Parecía una persona que había viajado mucho. Se sentaron en el salón, una habitación amplia con varios sillones de dos o tres plazas donde poder sentarse. Norah y Renée se sentaron en un sillón de dos. Y el viejo en una hamaca donde podía balancearse. Tenía una mesita baja en medio, con un té ya preparado y algunas tazas colocadas.
-Ha pasado mucho tiempo.- dijo Renée rompiendo el silencio. El viejo empezó a repartir té a las demás tazas. Y lo más extraño es que había dos más.
-Sí, y seguramente habría pasado más si no hubiera pasado algo importante. ¿Verdad?- a Norah, aquel hombre le daba escalofríos. Parecía saber todo lo que iba a suceder. Pero tenía una sensación de seguridad y protección que de nuevo le resultaba extraño.
-Sí, es cierto amigo mío.- comenzó a decir Renée, probando un sorbo de té.- Venimos porque Norah ya ha experimentado el poder de la piedra y pensé, que ya era el momento de regresar a ti.- Norah se extrañó. ¿La piedra poseía algún tipo de poder?
-Has hecho bien Renée. Norah ya tiene la edad para ser la encargada de proteger la piedra.- dijo con su voz ronca.
-¿De qué estáis hablando?- preguntó Norah sin entender nada. El viejo la observó con atención.
-Tranquila, te lo explicaré todo.

VÁYANSE A PERSONAJES!                        

jueves, 13 de septiembre de 2012

Capitlo 7


Las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo oscuro como pequeños luceros resplandecientes.
El carruaje paró de repente frente a un hostal viejo y mugriento, donde podrían pasar la noche. Al entrar, se podía observar las paredes de madera que estaban muy dañadas y viejas, el sonido que hacían los pasos al andar era señal de que el suelo tampoco estaba en muy buenas condiciones. A la derecha estaba el mostrador y detrás un joven de cabellos oscuros y ojos claros de unos 12 años, entretenido con una pluma y una hoja gastada, recibiendo a las visitas. Al fondo estaba la escalera para subir al piso de arriba. Y a la izquierda había una puerta que estaba cerrada.
-Bienvenidos al hotel Dallas.- dijo el joven. Se bajó de su silla y fue corriendo hacia la puerta.- ¡Abuelo! ¡Tenemos visita!- gritó el muchacho. Y de nuevo regresó a su asiento.
Detrás de la puerta se podían escuchar los pasos de un hombre acercándose. Y apareció un anciano de pelo canoso, con bastante movilidad para su edad.
-Muy buenas. Me llamo Dallas y soy el dueño del hotel. ¿Vienen para quedarse? ¿O sólo están de paso?- dijo con una voz ronca.
-Venimos para quedarnos esta noche, si es posible.- dijo Tess.
-Muy bien. Tenemos 3 habitaciones con dos camas para cada uno. Repartíos a vuestro gusto. El hostal es de 7 monedas de plata, incluimos la cena.- dijo el hombre, mientras el joven le daba las llaves a Renée.
-Gracias.-respondió Renée. Después de unos 10 minutos. Norah y Renée se quedaron con la habitación 2. Los gemelos dormirían en una misma cama y con Tess, en la habitación 4. Y el chófer se quedaría con la 5. Llevaron sus maletas cada uno a su habitación, después de una sopa caliente. Norah llegando a la cama lo único que se quitó fue aquellos pantalones mugrientos, al menos podía dormir un poco limpia, pero con unos pelos…prefería ni mirárselos. No podría ducharse hasta que no llegase al Reino de Dalmot. Sumergida en sus pensamientos y con el agotamiento de todo el día, se quedó totalmente dormida.


A la mañana siguiente, el sol amanecía en el horizonte haciendo juego de colores, el rocío en la hierba y los pájaros empezando a cantar.
Nathaniel observa el amanecer, mientras recogía sus cosas de la pequeña acampada que hicieron anoche. Gary, intentó apagar las últimas brasas que quedaban del fuego.
-¿Falta mucho para llegar?- preguntó Nate.
-No. Supongo que a mediodía o antes, llegaremos.- los dos montaron en sus caballos y siguieron su camino. De repente, un extraño ruido se oyó detrás de ellos. No estaba del todo cerca pero se acercaba.
-Nate. ¿Has escuchado eso? –dijo parando a su caballo. Nate lo imitó.
-¿Qué ruído?- de pronto una flecha cayó al lado del caballo de Nate.
-Ese ruido.- dijo Gary. Los dos miraron rápidamente en la dirección de donde provenía aquella flecha. Observaron a un grupo de soldados armados, amenazándolos con flechas y espadas.
-¡¡CORRE!!- gritó Gary. Salieron corriendo, y los soldados lo siguieron. Se sumergieron en el bosque, entre la maleza y los árboles intentando despistarlos, pero no se despegaban de ellos. -¡Nate! Separémonos. Ve tú a la izquierda y yo iré a la derecha. Cuando los despistemos nos encontraremos aquí.- Nate asintió. Los soldados ya estaban muy cerca, en ese momento Gary y Nathaniel fueron cada uno a un lado.
Nate salió disparado hacia la izquierda, 4 soldados lo siguieron. Él no tenía nada planeado. Simplemente salir corriendo y de alguna forma despistarlos.
En frente suyo, esquivó una rama que estaba inclinada, en el último segundo para que el soldado que estuviera más cerca de él no la viera, y así no le diera tiempo a reaccionar. Éste cayó. Sólo faltaban 3 soldados. Quedaba muy por delante de ellos. La caída del soldado los había alentado. Así que, tenía una gran oportunidad para despistarlos sin que se dieran cuenta.
Al atravesar una maleza de plantas y matorrales. Él rápidamente se bajó del caballo sin que éste se parase. Enseguida se escondió tras un tronco robusto. Vio aparecer a los tres soldados que ciegamente seguían persiguiéndoles. Aquella maleza les impedía ver bien, y no se percataron de que éste ya no estaba montando.
Sabía que no los podía tener engañados durante mucho tiempo, pero esperaba que fuera lo suficiente para que no diesen vuelta atrás. De repente sintió un cosquilleo por las manos que se extendía por todo el brazo.
Aquel árbol donde se había escondido ocultaba una colonia de hormigas, que ahora estaban por todo su cuerpo.

Gary, corría montado en su caballo blanco en dirección hacia la derecha. Le seguían 5 soldados, y uno de ellos era el que dispara flechas. Tenía que deshacerse de él lo primero. Pero aún no sabía como.
Empezó a observar los árboles. El siguiente árbol por el que pasaría, tenía algunos frutos en sus ramas. Cuando se acercó recogió unas cuantas. Eran redondas y esponjosas, de un color rosado y anaranjado. A primera vista no reconoció la fruta que era exactamente. Pero sin pensárselo dos veces, miró hacia atrás y tiró unas frutas a la cara del primer soldado más cercano, llenándolo de un pringoso jugo que hizo que perdiese la visión y cayera del caballo. Sólo le quedaban dos frutos más. De nuevo miró hacia atrás y tiró al siguiente soldado, el que poseía el arco. Éste la esquivó. Gary rápidamente tiró la siguiente y éste le dio en la mano donde sostenía el arco, haciéndolo caer al suelo. Un peligro menos, pero aun tenía 4 soldados detrás de él.
Gary seguía a delante. No se le ocurría nada. Ellos no se despegaban de él. Así que sólo se le ocurrió una cosa. Pelear.
Paró repentinamente su caballo, y se bajó de él. Sacó su espada de la vaina y los esperó desafiante.
 Los soldados pararon donde Gary los esperaba con una espada, en posición de pelear. Ellos sonrieron por el cambio de planes, y por las ganas de pelear de éste aunque ellos fuesen mayoría.
Los 4 se bajaron de sus caballos y se colocaron en posición de ataque.
Algunos ya conocían a Gary, escucharon que era un genio con la espada, y que empezó a dar clases al príncipe, pero realmente siempre fue un sirviente del castillo, y nada más. No podía ser gran cosa.
Uno de los 4, se abalanzó contra él alzando la espada, con intención de partirle en dos. Gary bloqueó su ataque colocando su espada horizontalmente contra la suya. Y con su fuerza lo apartó de él unos metros. Los otros 3 soldados estaban expectantes. Esperando a que les llegara su turno. De nuevo el soldado se acercó a él con un grito de guerra. Gary se echó a un lado esquivándolo. Y estando de espaldas a él, con la punta de su espada le golpeó en el trasero. Éste pegó un brinco dándose rápidamente la vuelta. Espada y espada chocaron entre sí golpeándose con fuerza. Mientras Gary atacaba, el soldado podía defenderse sin darle tiempo a atacar, caminando hacia atrás. Hasta que tropezó y cayó al suelo, dándose un golpe en la cabeza contra un tronco y perdiendo el conocimiento.
-¿El siguiente?- sugirió Gary. Otro soldado salió a su encuentro. Se notaba que éste no había luchado mucho en su vida como soldado. La espada la tambaleaba a diestro y siniestro. Gary fácilmente se abrió camino con su espada, le cogió la muñeca con la que sostenía la espada y le dio un codazo en el pecho haciéndola caer, y acto seguido en el estómago cayendo redondo al suelo. Los dos últimos soldados se abalanzaron contra él. Los dos atacaban y se defendían. Gary esquivaba sus ataques como un auténtico profesional. Se acercó a uno de ellos esquivando su ataque y colocándose detrás de él, propinándole un golpe en la cabeza. Éste se desmayó, Gary cogió el cuerpo del soldado antes de que cayese al suelo. Para protegerse del ataque del otro, que le dio de lleno en el estómago. Acabando con su vida. Gary, aprovechando que la espada del contrario aun seguía en el cuerpo del soldado. Retiró rápidamente al hombre muerto junto con la espada. El soldado se quedó atónito, sin saber qué hacer. Gary le lanzó un puñetazo en toda la cara, seguido de una patada en el estómago. Éste cayó al suelo, perdiendo el conocimiento.
Por fin, había acabado con todos ellos. Hacía tiempo que no peleaba de esa forma, y al parecer no había olvidado nada.
Cogió su caballo por las riendas, tirando de él para llegar al lugar donde se iba a encontrar con Nathaniel.
Tranquilamente caminando por las sendas del bosque, sintió como la tierra se lo tragaba, llevándoselo a las profundidades.
Aquella sensación paró de repente, cayendo en un suelo duro. Un dolor agonizante le recorrió todo su cuerpo. Observó a su alrededor, ¿Dónde había caído? ¿En un hoyo? Sí. Era uno de esos hoyos que la gente hacía para cazar a presas de considerable tamaño.
Y ahora él, había sido cazado.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Capitulo 6


Esa mañana, después del amanecer.
Helbus, estaba en camino a unas de las salas del castillo para dar comienzo su reunión.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
La sala estaba iluminada por la luz del amanecer, que entraba por los ventanales. Una mesa redonda y alargada se encontraba en el centro de la habitación. Había ocho lugares y cada sitio estaba ocupado por personas extrañas, con mirada fría y siniestra.  Helbus, mientras llegaba al extremo de la mesa donde residía su asiento. Cada persona se iba poniendo en pie. Una vez Helbus sentado. Todos lo imitaron.
-Hola, queridos amigos. Me alegra mucho verles.- nadie contestó a su comentario.- Creo que ya sabéis el motivo por el que estáis aquí.
-Sí, Helbus.- una voz apagada se escuchó en lado derecho de la mesa.- Marlon, nos lo ha contado todo. Y creo personalmente, que has hecho un gran trabajo en este lugar.
-Gracias por tu opinión, Emerick.- éste le respondió inclinando la cabeza.- Y hablando de Marlon. ¿Dónde está? – preguntó Helbus mirando a todos los presentes. De pronto, las puertas se abren solas, y detrás de ellas aparece una figura oscura. Una brisa helada rodea toda la sala y mientras ésta avanza hacia la habitación. Las sombras ocultan su rostro, pero todos saben quién es.
-Aquí estoy.- su voz ronca hace eco en toda la sala.
-Marlon Malkovich. Toma asiento.- éste se sienta en el otro extremo de la mesa. Delante de Helbus.- Bien, ahora estamos todos y podemos proseguir con la reunión. – Se aclaró la garganta y comenzó a decir.- Necesito vuestra ayuda.- todos estaban expectantes.- Vamos a conquistar Aldapor, y después el mundo.
-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Crees que es tan fácil conseguir algo así?- saltó un hombre con arrugas y vestiduras oscuras a la izquierda de él.
-¿Y a nosotros que beneficios nos aportarían?
-Por eso os necesito. Sé que sois muy poderosos, pero podéis llegar a más. Yo haré que seáis los magos oscuros, líderes de múltiples tierras y continentes. A vosotros os convertiré en reyes. La magia oscura se extenderá al mundo entero. Nosotros seremos los que gobernemos en él. ¿Qué me decís?- todos estaban pasmados.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Crear un ejército oscuro.- saltó Marlon serio entre las sombras que le rodeaban.
-Exactamente. Un ejército oscuro. De soldados innumerables, imposibles de contar. El mayor ejército, jamás visto. Que pueda llegar a derrotar a cualquiera, por muchos soldados que tenga el adversario. Los demás territorios tienen ejércitos de hombres, de personas humanas. Nuestro ejército será inmortal. Nunca nos derrotarán. ¿Sabéis por dónde voy? – Unos golpes en la puerta interrumpieron la reunión.
-¡Señor! ¡Señor! – eran los soldados.
-¡Marchaos! Estoy ocupado.
-Señor es importante.- Helbus con una cara de fastidio se acercó a la puerta y la abrió.
-¿Qué queréis? Espero que sea importante.
-Lo es mi señor.- dos soldados ahogados por el cansancio de correr por todo el castillo intentaron soltar lo que tenían que decirle lo más rápido que pudieron. -¿¡COMO!? ¡Sois una padilla de ineptos que no sirven para nada!- Él se volvió a la sala.- Perdonad, me ha surgido un problema. Estaré lo antes posible con vosotros caballeros. Podéis de mientras pensar lo que os acabo de plantear.
Helbus junto con sus dos soldados, fueron lo más deprisa que pudieron hacia las celdas.
-¿Ves mi señor? Han escapado. – Habló uno de los soldados.
-Nathaniel… Gary…-pensó enfadado. Sus planes de matar al príncipe habían fallado. Esto causaría problemas si no los cogiera a tiempo.- ¡Sois unos estúpidos! –Los dos hombres agacharon la cabeza.- ¿Quién estaba de guardia?- los soldados se miraron mutuamente.
-Fue Tuck.
-¡Traédmelo! – ordenó. Los dos soldados salieron corriendo en busca de Tuck. Minutos después.
-Aquí está señor.- Tuck estaba atado de manos. Con solo mirar el rostro del rey, sabía que su vida no duraría mucho.
-Me has fallado, Tuck.
-Lo sé. Lo siento. Un tipo con una capucha, me dio un golpe en la cabeza y quedé inconsciente.
-¡No hay excusas!
-¿Me matará, señor?- dijo apunto de llorar.
-Te daré, una última oportunidad para que conserves tu vida. – Tuck, alzó la cabeza sorprendido. Aquella respuesta nunca se la hubiera imaginado.
-Gracias señor.
-Pero recibirás un castigo.-sabía que era imposible irse de rositas.- Encerradlo, caída la tarde recibirá 10 latigazos.- después de aquello Helbus se fue.
Se acercó a uno de sus guardias superiores y le dijo.- Preparad un grupo soldados para la búsqueda del príncipe y de su acompañante, ahora.- ordenó. Ellos no podrían andar muy lejos…aun.


Norah estaba agotada. Habían parado 2 veces cada 2 horas. Y de momento había recibido 3 golpes de aquellos gemelos. La primera vez, al montarse en el carruaje, una vez que se habían bajado. Un extraño sonido apareció de repente desde su trasero. Los niños se partían de la risa, al igual que Renée y Tess. Descubrió debajo de ella una bolsita pequeña que hacía un ruido bastante desagradable.
Esa fue la más inofensiva. A la segunda, cuando se bajaban para hacer el segundo descanso. En el paisaje se podía observar algunos charcos de recientes lluvias. Mike corrió a coger la mano de Norah para enseñarle “algo” que había visto. Y Jem, sin que ella se diera cuenta le puso el pie por delante. Ésta, cayó redonda a un charco. Algo que sin duda le fastidió bastante. ¿Pero que podía hacer ella? Tess era demasiado protectora con ellos. Apenas les reñía, más que nada se reía, algo que le venía bien, por que la mayor parte del tiempo la pasaba triste y llorando.
Así que lo único que podía hacer ella era aguantarse, y ver cómo Renée se burlaba de ella en silencio.
El tercer golpe no fue de los gemelos exactamente, pero fue por culpa de ellos. La falda estaba echa una porquería. Al caer Norah, se la había rajado. Se le veían demasiado las piernas, y eso Renée no lo consentía.
Así que le pidió al chofer si tenía alguna prenda que pudiera servirle a Norah. Y lo único que tenía era unos pantalones claros, anchos y bastante gastados. Y aunque ella odiara eso, no tenía más remedio. Así que se tragó el orgullo que le quedaba y con mucho esfuerzo se quitó la falda y se puso aquellos pantalones mugrientos.
Y hasta ahora, todos seguían riéndose. Aunque habían pasado ya casi 1 hora de aquel trágico suceso, todavía era por la mañana y aun faltaba un día más. Aquello no le estaba haciéndo ninguna gracia.