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domingo, 18 de noviembre de 2012

Capitulo 11


El sol salía lentamente por el este, creando una mezcla de colores anaranjado. El sonido de los pájaros “piar” y el frescor del rocío, inundaba la nariz de Norah llenándola de energía positiva. Y así, comenzar una nueva etapa en su vida.
-Muévete.- dijo el muchacho seco y firme mientras cargaba algunas bolsas en las partes laterales del caballo, y causando grandes daños en la energía positiva de Norah. Ésta resopló, y se dirigió a la puerta donde había dejado sus cosas. Una mano desconocida coge antes que ella una de las bolsas.
-Deja que te ayude.- Gary aún cojeaba, pero al menos podía andar sin ayuda. Colocó la bolsa en la parte lateral izquierda del caballo, mientras lo acariciaba con dulzura y delicadeza, como si fuera una persona.- Cuida de él.- dijo sonriendo con tristeza. Norah realmente no quería llevarse aquel caballo, ya que parecía tener mucho valor para Gary, si le pasase algo no sabría que decir.
-¿Estás seguro de que puedo llevármelo?- dijo Norah dudosa.
-Si, si, por favor llévatelo.- dijo totalmente convencido. Norah le sonrió.
-Lo protegeré con mi vida, puedes estar tranquilo.- Gary se calmó un poco al escuchar esas palabras que parecían totalmente convincentes.
-¿Desde cuando dejas tu caballo en manos de una niña?- interrumpió Nate. Norah lo fulminó con la mirada.
-Esta niña -hizo una pausa antes de proseguir.- tiene algo especial.- Nate se quedó callado. Norah le sacó la lengua, en forma de burla. ¿Especial? Nate soltó una pequeña risa. ¿De dónde habría sacado tal conclusión?- Tened mucho cuidado.- dijo Gary mientras ayudaba a Norah a subirse a su caballo. Seguidamente Axel y Renée, salieron a despedirse  de ellos.
-Buen viaje.- habló Axel. Tenía las manos cogidas atrás, mientras caminaba recto hacia ellos. Con su sonrisa llena de esperanza, era un hombre con el que te sentías seguro a su lado. –Confío en vosotros.- los dos chicos asintieron.
Renée se estaba haciendo la fuerte detrás de Axel. Pero se notaba que se estaba aguantando las ganas de llorar.
Ella se acercó a Norah, con algo guardado en su mano.
-Norah, esto es tuyo.- ella le tendió la mano, dándole un anillo. Norah observó el objeto con más detenimiento. Era un anillo de plata muy simple. Era fino y totalmente liso, excepto por una diminuta piedrecilla que estaba incrustada en él. Aquel anillo tenía un brillo muy peculiar.- Era de tu madre.- A Renée se le cayeron algunas lágrimas imposibles de seguir ocultas. Norah se quedó sin palabras. El anillo de su madre le dará fuerzas para seguir adelante. Ésta se lo colocó en el dedo corazón.
-Es hora de irse. – Dijo Nate impaciente mirando el cielo.
-Sé más paciente.- Habló Norah alterándose.
-La paciencia no es una de mis virtudes.- Nate sonrió. Norah ignoró aquel comentario.
-Gracias, tía.- dijo enviándole un beso con la mano. Renée sonrió a pesar de estar llorando sin parar.
Los dos muchachos pusieron rumbo hasta la aldea que se encontraba siguiendo río abajo. Donde se encontrarían con su nuevo compañero. Pasaban por un espeso bosque que separaba la ciudad de la aldea.
-Mantén los ojos abiertos, niña. Por aquí suele haber…- Nate quería avisarle que por este lugar vivían algunos ladrones muy astutos y que tuviera cuidado. Al girarse para asegurarse de que la estaba escuchando se percató de que Norah se encontraba atada de manos y boca. Y seguramente vacía de monedas. No pudo evitar reírse ante aquella imagen, ella intentaba hablar pero le era imposible.
Nate se acercó a ella y le quitó el tapaboca, y las cuerdas que le ataban las manos.
-Intentaba decirte…- habló Nate.
-Ya sé lo que intentabas decirme, pero un poco tarde, ¿no crees?- dijo Norah fastidiosa.
-No sabía que eras tan torpe y descuidada.- dijo Nate serio.- Ahora que ya sabes lo que pasa deberías…
-¡Ahh!- gritó Norah. Nate se volvió hacía ella irritado.
-¿Ahora qué te pasa?
-¡Mi anillo! ¡Me ha robado mi anillo!- Norah estaba muy preocupada. No había pasado ni tres horas desde que lo tenía, y ya se lo habían quitado. Era demasiado descuidada. Pero lo recuperaría pasase lo que pasase. Recordó el lugar por donde se había ido aquel ladrón, por la derecha. Tenía la mirada fija en el camino, el caballo era veloz. No tardarían mucho hasta dar con él.
-¡Ehh! ¡¿A dónde vas?! –Nate no dudó ni un segundo. Fue directo a por ella. No podía dejar que le pasase nada.- ¡Espera! – Norah se encontraba muy por delante. Pero el rastro del caballo en el suelo le ayudaría a encontrarla.
Norah seguía adelante. Pensó un segundo en la posibilidad de que aquel camino no fuera el correcto. En aquel momento paró. Y miró a su alrededor. Todo era verde ni rastro de una persona, pero el anillo debería recuperarlo como sea.
El sonido de la brisa colándose entre las hojas la sobresaltó y se sintió asustada. En ese momento recordó a Nate. ¿Dónde estaría ese chico estúpido?
-¿Que hace sola una niña como tu, en un lugar como este?- una voz masculina la sobresaltó. Se giró instintivamente hacia aquella voz. Era un hombre robusto, con una cicatriz en la mejilla izquierda. Empezó a caminar lentamente en círculo.
- Vengo para que me devuelvas lo que me has robado. Y no soy una niña.- dijo molesta.
El hombre frunció el ceño.
-Esa es una acusación muy grave, jovencita.- le dijo sonriendo.- ¿Estas segura de que yo te he robado algo?- intentó confundir a Norah. Mientras se sentaba en el suelo pensativo. Una reacción que no se esperaba de un hombre como aquel.
-¿Acaso hay alguien más aquí, a parte de ti?- Dijo Norah mientras se bajaba del caballo.
-Pues si te dijera que una veintena de ladronzuelos tienen su hogar aquí.- dijo soltando una carcajada.- Señorita te has equivocado de persona.- dijo levantándose de golpe y haciendo que Norah retrocediera.
Nate estaba como loco llamando a Norah. ¿Dónde diablos se había metido? Las huellas del caballo las perdió. No sabía que rumbo coger.
Unos pasos ligeros, lo pusieron alerta. Una persona tapada con una capucha se acercaba a él corriendo. Pero inesperadamente pasó de largo. Nate se sorprendió. Y se percató de los objetos que llevaba en su mano. Bolsas de monedas y ¡el anillo! Nate no dudó ni un segundo, y fue tras él. Era la persona que atacó a Norah.
Aquel ladrón realmente era rápido. A pesar de que él iba en caballo, el ladrón le llevaba algo de ventaja. Cuando ya prácticamente lo tenía corriendo a su lado. Nate intentó agarrarlo, pero sólo consiguió quitarle la capucha.
Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que era una mujer. 



Tenía el cabello oscuro y enmarañado. Nate le cortó el camino colocando su caballo delante. La mujer dio la vuelta, cambiando de camino. Nate se bajó del caballo y corrió tras ella. Nate ya casi la podía rozar con los dedos. En ese momento la mujer desenvainó su espada. Nate hizo lo mismo. Espada y espada rechinaron en el aire. El anillo de Norah se encontraba en la otra mano, cuando Nate la intentaba coger la mujer siempre era más rápida. Bloqueaba y atacaba. Para ser una ladrona, usaba muy bien la espada. Nate se acercaba a ella, pero instintivamente ella retrocedía. Él corría tras ella, atacando con la espada. La mujer con más dificultad, tenía que correr de espaldas y bloqueando los ataques. Nate sabía que no podía estar concentrándose en las dos cosas mucho tiempo. Insistió e insistió, y llegó el momento en el que ella empezó a tambalearse. Nate aprovechó dando un fuerte golpe en la espada de la mujer e hizo que ésta cayera al suelo. Nate rápidamente se subió encima para evitar que se escapara.
-Dame eso.- dijo arrancándole de las manos todas las cosas robadas. La muchacha sentía que se ahogaba, con el corazón que parecía que se le iba a salírsele por la boca.
-Ya tienes lo que querías. Ahora quítate de encima, me vas a asfixiar.- dijo la mujer intentando zafarse de él. El muchacho observó el anillo y las monedas que le había robado a Norah.
-Aun falta una cosa.- dijo sonriendo. A ella no le hizo ninguna gracia aquella expresión.
La mujer, le condujo en medio del bosque hasta el lugar donde se hallaba Norah.
Al verla, Nate no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Norah se sobresaltó de su llegada, pero se alegró al verlo. Después se percató de la mujer que se encontraba atada de manos delante del caballo.
-Sí que has tardado.- dijo Norah molesta.
-Pues lo siento si te he hecho esperar, pero estaba ocupado. Con esto.- dijo enseñándole el anillo y las bolsas de monedas, mientras bajaba del caballo y desataba a la mujer que rápidamente huyó.
-¡Lo has conseguido! Gracias, gracias.-Dijo Norah feliz, acercándose a él. Nate empezó a dudar si dárselo o no, o si podría usar aquello para su beneficio.
-No cantéis victoria tan pronto, jovencitos.- habló el hombre de la cicatriz, con una media sonrisa mientras, un grupo de ladrones los rodeaba.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Capitulo 10


-¿Quién es ella?- Preguntó Nate, con un tono de voz lleno de curiosidad intentando ser disimulada. Axel sonrió y se levantó, colocándose a la vera de la joven. Posando la mano sobre su hombro.
-Norah Wilson, la sobrina de Renée.- hizo una pausa antes de proseguir.-Como os dije antes, están aquí por un asunto realmente interesante.- Gary posó su atención en cada palabra que el viejo pronunciaba.- ¿Habéis oído hablar de La Betsaida?- los chicos se quedaron pensativos unos minutos.
-¿La de la leyenda?- preguntó el muchacho.
-Exacto.- empezó a decir el viejo.- Entonces, ¿podéis reconocer esto?- señaló el colgante que colgaba del cuello de Norah. Nate recordó el momento en que la vio por primera vez, cuando Norah estaba en peligro y él la salvó. Esa piedra parecía ser deseada por todos. Fue algo extraño, que no llegó a comprender incluso cuando la tenía agarrada. La leyenda contaba algo de tres objetos una flecha, una espada y una…Nate se levantó de golpe, acercándose en grandes zancadas a la muchacha para observar el colgante más de cerca.
-Acaso es posible que…- Antes de que pudiera rozar el colgante, Norah le dio un fuerte golpe en la mano dejándola enrojecida, ya que no podía arriesgarse a que alguien lo tocara. El muchacho se encogió, sujetándose la mano y zarandeándola para que el dolor se fuera más rápidamente. Nate la miró sorprendido e irritado. La muchacha lo observaba con desconfianza.
-¿La piedra Saira?- dijo Norah orgullosa con una media sonrisa, acabando la frase del muchacho.- Sí, es eso exactamente. Así que, procura no tocarla.- Le amenazó. El muchacho no podía estar más sorprendido, le golpea y encima le amenaza.
-¿Me estás amenazando?- dijo Nate desafiante.- ¿Acaso sabes quién soy?
-Ni lo sé, ni me importa.- dijo la muchacha. Antes de que Nate pudiera contestarle, Gary lo coge de la muñeca y lo atrae a su asiento. Ese gesto era como una victoria para Norah. Nate enfadado, se cruzó de brazos.
-Si la piedra existe, ¿Quiere decir que la Betsaida es real?- dijo Gary cambiando el tema de conversación. Axel asintió volviendo a su asiento, al lado de Renée.
-Ahora que sabemos que es real, la Betsaida es la única esperanza que nos queda.
-Pero para formar la Betsaida, había que unir varios objetos ¿no?
-Sí, se podría decir que ese es el problema que conlleva todo esto. Como dice la leyenda, los tres objetos fueron llevados a distintos lugares del mundo, por suerte la piedra saira la posee Norah, pero los otros dos objetos están en alguna parte del mundo.
-¿Cómo piensas encontrarlos, Axel?- preguntó Renée. En ese momento fue la primera vez que Gary se percató de su presencia. Al verla, se le vino a la mente Loreen, y no pudo evitar preguntarse cómo estaría.
-He escuchado muchas historias y todas ellas recuerdo que fueron dichas por una mujer de Gorlak, en las montañas. Su nombre –hizo una pausa para recordar.- Eliss, su nombre era Eliss. Pero lamento no recordar más.- dijo Axel llevándose la mano a la frente.
-Eso es suficiente para empezar- dijo Nate.- partiré mañana al amanecer.
-¿Tú solo? ¿Es que te has vuelto loco? –Dijo Gary mirándolo a los ojos.- ¿sabes que tienes a todo un ejército detrás de ti? No llegarás ni a medio camino.
-Él tiene razón- dijo Axel.- tú sólo no puedes buscar los objetos que quedan, es demasiado peligroso para una sola persona.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Quedarme sentado mientras Helbus conquista el mundo?- dijo Nate molesto.
-Debes llevarte a Norah.-anunció el viejo. La muchacha tembló de repente dejando caer unos lazos del vestido que tenía cogidos con la mano. Nate quedó sorprendido con aquello, pero lo negó rápidamente.
-Es una broma, ¿no?
-No estoy de broma, Nathaniel. Ella es la protectora de la piedra y por tanto es la única que puede unir los objetos. La necesitas.- Axel miró a Norah. La muchacha estaba sorprendida, sería su primer viaje, en la que debe proteger la piedra. Pero quizás sea demasiado pronto para una misión como esa. Y encima al lado de un desconocido.
-Axel, yo… no se si podré hacerlo.
-Nunca dudes Norah, la duda es lo que hace que caigas. Tú estás totalmente capacitada para esta misión, sino, no te estaría pidiendo que vayas.
-Pero es una niña. ¿Quién va a protegerla?- Renée estaba histérica. Aquella misión era muy peligrosa y más para una chica como Norah a la que los peligros, la estarían acechando cada instante.
-Renée, es hora de que dejes libre a Norah. Sé lo que conlleva la misión pero es la única esperanza que tenemos.- Axel la tenía cogida por los hombros mientras la miraba a los ojos. Renée asintió, sabía que era imposible tenerla protegida toda la vida pero esto, era demasiado. Aun así se esforzó por no llorar.- No te preocupes por su protección. Nathaniel la tendrá bien protegida en todo momento. Estoy seguro de que no le pasará nada.- al escuchar esas palabras, a Nate se le llenaron la cabeza de dudas. No estaba seguro al cien por cien de que pudiera protegerla en todo momento. Pero como al parecer ella es la única que puede crear la Betsaida, no tendrá más remedio si quiere detener a Helbus.
-Entonces, ¿eso es todo?- preguntó Gary.
-Aún queda una cosa más.
-¿Más?- dijo Nate desesperado.
-Así es, necesitarás a un mago a tu lado. Es imprescindible, ya que al unir los objetos se necesita pronunciar un hechizo, el que pronunció la reina Lindsay.
-¿Y tú no puedes hacerlo?- preguntó Norah.
-Para eso hace falta alguien joven, y nunca se sabe cuando y dónde uniréis los objetos, por eso os debe acompañar en todo el viaje un mago, quien también podrá ofrecer a Norah bastante protección.
-De acuerdo.- Comenzó a decir Nate, suspirando para sus adentros.- ¿Dónde podemos encontrar a uno?
-Está en una aldea cercana, tenéis que seguir el río abajo y la encontraréis. Debéis buscar a Sean Bennet. Preguntad por él. Seguro que lo encontraréis sin problemas. Si se resiste, decidle de mi parte que yo lo he mandado a esta misión.
-Se lo diré.- dijo Norah sonriendo. Axel asintió.
-Ahora que ya hemos acabado con este asunto. Ustedes dos debéis comer algo y descansar, a partir de mañana, vuestros días serán agotadores.- Norah y Nate intercambiaron una mínima mirada llena de desconfianza.
Seguidamente, todos comieron algo y descansaron para el día siguiente.


Unos soldados, magullados y llenos de moretones y ayudándose del compañero para poder caminar, se presentaron en el castillo. A Helbus le dieron el aviso de que los soldados que partieron en busca de los prisioneros, ya habían llegado.
A Helbus se le dibujó una sonrisa, pero cuando se presentó y vio en el estado que estaban los soldados aquella sonrisa se esfumó como si nunca hubiera aparecido. Se sentó en el asiento del rey, mientras se llevaba una mano a la frente del disgusto.
Golpeó fuertemente el brazo del asiento, haciendo que todos se sobresaltaran.
-¿Dónde están los prisioneros?- comenzó con voz calmada. El jefe de los soldados habló primero.
-Señor, los dejamos a mitad del bosque, perdónenos. Hemos fallado, la próxima vez…
-¿Próxima vez? ¿Quién ha dicho que habrá una próxima vez? ¿¡Es que nadie es capaz de hacer algo que se le ordene!?- gritó Helbus, recordando cuando escaparon de la cárcel y ahora, cuando consiguieron huir de los soldados. Éste se levantó y bajó las escaleras acercándose al soldado que había hablado primero. Lo cogió del pelo con fuerza y lo atrajo hacia él. – No habrá una próxima vez.- dijo fríamente y susurrándole al oído, mientras le clavaba su espada en el estómago. Una exclamación ahogada se pudo escuchar del soldado muerto, mientras caía al suelo. Helbus alzó su espada y la observó llena de sangre, rápidamente dirigió su mirada a los demás soldados que estaban presentes. Éstos llenos de temor, salieron corriendo de la sala.
Helbus llamó a uno de sus sirvientes.
-Matadlos.- el sirviente asintió y salió tras ellos con un grupo de guardias.
Loreen, escondida detrás de una de las puertas de la sala, sonrió para sus adentros. Gary y Nathaniel estaban a salvo.