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jueves, 16 de agosto de 2012

Capitulo 4


Norah, estaba tan sorprendida como el hombre. Aquello resultaba imposible, dentro de lo que cabe. Pero nunca llegó a pensar en semejante tiro, cuando ella nunca había hecho algo así en la vida. De pronto vuelve a la realidad y recuerda las 20 monedas de oro que había ganado con ese tiro.
-Señor – el dueño aun sin pronunciar palabra dirige su mirada hacia ella.- mi dinero.- ella extiende la mano frente a él. El hombre se dirige a una mesita donde estaba colocada la bolsa de las monedas, la coge y se la lleva. Antes de dársela, el hombre fija su mirada en el colgante de Norah. Una bella piedra roja, parecido a un rubí. Tenía algo especial, algo que le atraía. Quería ese colgante, ahora. Extiende el brazo para coger la piedra y observar más detenidamente. A Norah no le hizo mucha gracia y se retira.- Dame el dinero.- dice seria.
-Quiero tu colgante.- el hombre parecía hipnotizado.
-Jamás.- dijo firmemente. La gente también se percató del bello colgante.
-¡Quiero tu colgante, dámelo!- todos lo decían, al mismo tiempo que se acercaban a ella. Norah estaba rodeada ¿Qué tenía su colgante, que a todos los volvían raros?
Ahora estaba demasiado asustada como para pensar en eso.
Ya estaban muy cerca de ella, casi la rozaban. No sabía que hacer. De repente, una mano salvadora la cogió por detrás y la arrastró hacía unos puestos de telas de seda y de otros tipos, que podían ocultarlos de la multitud.
Cuando Norah se fijó en la persona que le había rescatado, no pudo observar su rostro porque llevaba una capa oscura que lo ocultaba. Eso la asustó aun más. El desconocido aun la tenía cogida del brazo. Ella se zafó y se retiró.
-¿Quien eres?- Pero el desconocido la volvió coger y le tapó la boca. Aun había gente por allí buscando a su apreciada piedra.
Pasados unos minutos, la soltó. La chica tenía el corazón a mil por hora. Estaba muy asustada. Entre toda esa gente y el tipo raro no pudo aguantar más, y salió corriendo en busca de Renée.
La  persona que no le hacía mucha gracia ver, pero tenía tanto miedo que le daba igual el castigo que le diera.
Corrió por todo el mercado, debía andarse con ojo por si acaso, tapándose su colgante. Renée no estaba por ninguna parte. Ella agobiada aun, se le escapó algunas lágrimas. Seguía buscando, pero nada. De repente pudo ver a alguien parecido, se acercó pero no era ella.
No sabía por donde buscar. De pronto, su nombre le llega a sus oídos como un cañonazo.
-¡¡Norah!! – ella se vuelve, y ve a su tía muy enfadada yendo hacia ella. Pero Norah llega antes. Desesperada, la abraza. Llorando, del miedo que acababa experimentar.
-¡Renée, perdóname!- gritó Norah. Renée parecía más calmada.- No estoy segura de lo que me ha pasado pero he pasado mucho miedo. Todos iban a por mí y…- Renée le coge el rostro con sus manos.
-Tranquilízate. Vamos a casa. – Por el camino, las dos seguían abrazadas. Pero no intercambiaron palabra.
Al llegar, Norah se sentó en una silla de la cocina. Renée empezó a recoger cosas. Ella se extrañó.
-Tía, ¿Qué estas haciendo?- Renée puso la bolsa de viaje encima de la mesa de cocina. Mientras metía algunas cosas.
-Nos vamos.- dijo simplemente. Norah se quedó sorprendida.
-¿Adonde? Y ¿Por qué? – Renée se quedó parada de pie.
- Lo que te ha pasado. Tiene una explicación ¿sabes? Tenemos que visitar a un viejo amigo. Es el único que te puede explicar lo que te a acaba de pasar.- Norah no sabía que decir, al menos podría averiguar porqué la gente se volvió tan rara de repente.
-Y ¿adonde vamos?
-A Dalmot. Tess y sus hijos se marchan allí mañana, en un carruaje que pasa por aquí. Nosotras iremos con ellos.- ¿sus hijos? Como los odiaba. Tess tenía gemelos, muy lindos. Parecían angelitos, rubios y de ojos azules, de unos 10 años. Ellos, odiaban a Norah y ella les odiaba. Era un odio mutuo. Siempre haciendo bromas y travesuras, que la ponían en ridículo. Pero tenía que aguantarse. Será un camino muy largo.



Nathaniel, llegó al castillo. Mientras caminaba hacia su habitación recordó a la chica, que extraordinariamente acertó el tiro, y a quien le salvó de esa gente. Que raramente cambiaron de personalidad. Una chica interesante. Una sonrisa le marcó el rostro.
De pronto se acercaron unos guardias que lo rodearon. Uno de ellos, le amarró las manos, dejándolas inmóviles.
-¡Eh! ¿Que estáis haciendo? ¿Os habéis vuelto locos?- Nate, no entendía nada. ¿Que se había perdido?
-Nathaniel Valliere, por orden del rey Helbus. Queda oficialmente detenido por el asesinato de su padre, el rey Klaus.-  habló uno de los guardias. Estaba pálido de la sorpresa y del cargo del que se le acusaba. Se equivocaban totalmente. ¿Cómo podían pensar algo así?
-Se equivocan. ¡Quiero hablar con Helbus, ahora! – los guardias se miraron entre ellos y se echaron a reír, ante el mandato del chico.
-Ya no tienes autoridad sobre nosotros. Estas detenido y vas a ir a la horca mañana al amanecer. No puede verte nadie a menos que el rey lo mande. ¿Entiendes?- el guardia lo cogió por el brazo y lo arrastró hasta la celda. Uno de ellos le cerró la puerta y se marchó. Él se asomó por las rejas de acero puro. Hasta que su vista dejó de ver al guardia.
En la celda, el suelo era de piedra dura. Y tenía una ventana muy pequeña en lo alto de la pared. También tenía una cama de madera con unas mantas encima. Realmente, nada agradable.
Empezó a pensar, dando vueltas sobre sí mismo en la celda. ¿Helbus lo había traicionado o se habría equivocado? No creo que ahora siendo rey se equivoque de tal manera, mandando al príncipe real a la horca. ¿Me quería muerto, y por qué?
El asesino era una persona del castillo, de total confianza con el rey, y está claro que yo no era. ¿Realmente podría ser Helbus? ¿El mejor amigo del rey? ¿Capaz de traicionar a todo el reino? Eran demasiadas preguntas. ¿Qué tenía entre manos?
-¡Eh! ¿Puedes quedarte quieto? Me vas a marear.- Nathaniel pegó un brinco. No se esperaba que alguien de allí le hablase. Pudo saber que esa persona estaba en la celda de al lado. Sentado en el suelo, apoyado en las rejas observándolo. Nate se acercó.
-¿Quién eres?
-¿Me estas diciendo que aun no me has reconocido, muchacho?- entonces fue cuando se dio cuenta. Esa voz, no podía ser otro, Gary.
-¡Gary! ¿Qué haces aquí?- ahora que se fijaba Gary tenía el pelo revuelto, y con los ropajes rasgados. Como si se hubiera peleado con alguien.
-Pues estoy aquí por lo mismo que tú, Nate. Me han acusado de traición al reino. Por haber participado en la muerte de tu padre.
-¿Cómo? Esto es increíble.- se sentó en el suelo contemplando a Gary.
-A ti y a mí nos han acusado de ser los asesinos del rey Klaus. Nunca pensé que Helbus nos pudiera hacer una cosa como esta. Nos ha culpado por una acción que en realidad… la hizo él.
-¿Él? Entonces, él ha matado a mi padre,- Nate estaba atónito, él fue quien mató a su padre.- Y ahora, va a por mí. Él único de sangre real que queda. Sólo él puede ser rey. Nadie creerá nuestras palabras.- dice con la cabeza agachada.
-Exacto. Ha engañado desde el principio a todo el mundo. Desde que llegó al castillo por primera vez. Recuerdo que tu madre Helena estaba embarazada de ti. Todos éramos felices. No había ningún problema en el reino. Eran buenos tiempos. Cuando ella murió todo cambió.- A Nate le encantaba escuchar hablar de su madre Helena. Todos decían que fue una de las mejores reinas de Alian. Una persona que lo hacía todo más bello y feliz. Ojala, la hubiera podido llegar a conocer de verdad.
Un fuerte golpe lo despierta de sus pensamientos, trayéndolo de vuelta a la realidad. Unos pasos firmes y rectos se acercaban a su celda. Y de pronto, ahí estaba. Delante de ellos.
-Hola, querido Nate.- dijo esbozando una sonrisa.

2 comentarios:

  1. O.O Nathaniel en la carcel!!!! No puede ser!! Quiero seguir leyendo, me ha encantado cuando la ha salvado pero luego me he quedado alucinada cuando he sabido que lo habian acusado de traición. Ya odio a Helbus!!! Perdona que me emociones tanto...
    La leyenda

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  2. jajjajjaja no pasaa nadaa emocionatee!! xDD
    sii ..jaja Helbuuss es assi ajaj tendree el cap 5 muy pronto!
    y GRACIAS :)

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