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miércoles, 15 de agosto de 2012

Capitulo 3


La puerta de la calle se abrió con un chirrido, y ella se acercó corriendo antes de que se fuera la persona que abrió la puerta. Y a tiempo.
-¿Adónde vas?- pregunta Norah confusa. Renée se volvió.
-Voy al mercado. Haber si intercambio estas verduras por algo de pescado.- dijo. No estaban muy bien de dinero, por eso para comer hacían trueques con algunas cosas que ella cultivaba. Las verduras eran del huerto que tenían en la parte trasera de la casa. Venía bastante bien, para que de vez en cuando las pudieran intercambiar por otras cosas.
-¿Puedo ir contigo?- Norah puso sus ojillos de una forma tan irresistible que Renée no se pudo negar. Cosa que le fastidia mucho. Y además nunca la llevaba a ninguna parte.
-Anda venga, pero date prisa.- dijo con un suspiro de fastidio.
-Voy, voy.-Norah se colocó bien sus zapatos, se estiró un poco el vestido, llevaba una blusa blanca de hombro caído, un corsé azul marino y una falda que le llegaba por los talones de color celeste, con sus manos se colocó bien el pelo y se fue corriendo con su tía.
Llegaron al mercado. Había muchísima gente, todo el Reino se aglomeraba casi todos los días allí. Aquello estaba a reventar.
-Norah, ni se te ocurra separarte de mí, ¿entiendes?- A Renée se le veía preocupada, mirando a todo el mundo e intentado ocultarse de algo o alguien. Pero ella no entendía a qué venía eso. No veía ningún peligro por allí.
-Sí, tía.- dijo con desgana. Y sabiendo, que esa contestación siempre la tranquilizaba un poco.
En el mercado cada día había cosas nuevas y muy curiosas, algún que otro espectáculo. Le resultaría difícil no distraerse. Renée la tenía cogida del brazo, así que no le resultaría tan fácil escaparse.
Su tía se paró en un puesto donde vendían pescado fresco para ver si podían intercambiar algo por sus verduras. Norah, mientras que su tía hacía trueques, comenzó a mirar a todas partes y escuchó algunas risas cercanas y, a través de un agujero de tela de un puesto agudizó la vista y vio a bastante gente aglomerada. Tenía ganas de pasarse por allí haber que había. Si le preguntara a su tía si podría ir le diría que no, pero es que… De pronto, involuntariamente se inclinó hacia delante dando un paso. Y lo mejor es que dio unos cuantos sin querer, y no sintió el brazo de su tía aferrándola contra ella que fue lo que la despertó de ese sentimiento de libertad. Se volvió y vio que su tía aun estaba distraída viendo algunos peces.
Norah se sintió libre de repente, y salió corriendo a aquel sitio. Echando de vez en cuando la vista atrás por si acaso.
Cuando llegó, se dio cuenta de que aquello era uno de los espectáculos que había normalmente, y siempre había mucha gente. No podía ver nada, era demasiado baja de estatura. Se adentró en el gentío, pisando algún que otro pie. Y por fin pudo ver algo.
Estaban tirando flechas a una diana lejana, y un hombre con un sombrero curioso gritaba:
-¡Quién consiga dar en el blanco le daré 10 monedas de oro! – A Norah se le abrieron los ojos. Aquello podría ayudar bastante a su tía Renée. Y no podría ser tan difícil dar en el blanco al fin y al cabo no estaba tan lejos, ¿no? Varios hombres levantaron la mano. Dieron una moneda de plata al dueño, y uno por uno fueron tirando flechas. Ninguno conseguía darle siquiera a la diana. La gente se reía y criticaba a aquellos hombres por su falta de puntería con el arco. Ellos se retiraron con la cabeza agachada. Ahora siempre serían recordados como los hombres que fallaron un tiro. Parecía ridículo, pero así era.
- ¿Quién más se ofrece voluntario?- seguía gritando el hombre. Al parecer había que dar una moneda de plata, miró en su bolsillo. Tenía dos monedas. Quizás ella podría…


Nathaniel, paseaba por los pasillos de su castillo, observando detenidamente a todo el que pasaba. Analizándole, y pensado si podría tener algo que ver con la muerte de su padre.
Pasaban sirvientes, hombre y mujeres. Pero ninguno encajaba como un asesino.
Parecía imposible, pero no se rendiría así como así. Lucharía hasta el final por su padre. Pero antes tenía que relajarse un poco.
Necesitaba salir de aquel ambiente, quizás un paseo por el reino no le vendría mal.
Así que se puso una capa para ocultar su rostro. Y se marchó del castillo por una puerta trasera secreta, sin que nadie lo viera.
Cerca estaba la plaza y la gente seguro que estaba en el mercado.
Le gustaba su reino. La gente era muy agradable y sociable. Aquel ambiente le reconfortaba y le recordaba a su padre. Siempre tan cercano con su reino y sus ciudadanos. Recordó que a veces pillaba a su padre yéndose a escondidas a pasear por los alrededores. Sin querer se le escapó una sonrisa.
Se adentró en el mercado, allí siempre había de todo. Alimentos, objetos de cerámica, ropajes, animales…
Todo estaba tan vivo por allí, como siempre.
De pronto se percató de algunas voces cercanas, que le llamaron la atención. Se acercó y se encontró con uno de los espectáculos que había de vez en cuando, a veces, eran un poco crueles por las críticas y demás. Pero eso es lo que le gusta a la gente. Con tal de conseguir algunas monedas, la gente hacía cualquier cosa.
Al ser alto no le hacía falta acercarse mucho para ver.
-¿Algún voluntario? ¿O nadie quiere conseguir 10 monedas de oro? Simplemente, hay que acertar.- decía el dueño de aquello, como sino tuviera consecuencias aquello. Nadie parecía muy participativo, el dueño se estaba poniendo serio. O hacía algo al respecto o su negocio se iría a pique. – Está bien. Ahora. ¡Ofrezco 20 monedas al primero que levante la mano!

Ella no se lo pensó más, y levantó la mano.
-¡Yo, señor! – la gente la miraba con mala cara. Algunos se compadecían, otros tenían bastante curiosidad y otros simplemente, miraban. Al dueño se le iluminó la cara. Aunque no le gustaba que participasen niños, despertaba curiosidad a la gente y podría ser una buena opción.
-Acércate.- Norah se acercó a él. El hombre le extendió la mano como esperando a que le diera algo y ella comprendió, dándole una moneda de plata. El hombre sonrió satisfecho.- Muy bien niña…
-No soy una niña señor, tengo 16 años.- el hombre se rió para que todo el mundo lo escuchara, como sino no fuera importante. Aunque para ella sí lo era.
-Coge el arco y una flecha, señorita.- dijo.- y haber si eres capaz de darle a la diana, al menos.- sonrió de oreja a oreja, sabiendo que jamás lo conseguiría.
Ella se acercó al arco y las flechas, se percató de que todos la miraban. Se sentía un poco rara, pero eso le daba igual. Ella sólo tenía que acertar, coger el dinero y darle una alegría a Renée, sólo eso. Y no podía ser tan difícil.
Pero después se acordó. ¡Jamás había usado un arco! Con el arco y la flecha en la mano pensó: “¿Cómo se coloca esto?”. Si lo preguntaba sabía que se reirían de ella, pero no había otra solución. Ella se acercó al dueño e intentó que no se escuchara demasiado su ridícula pregunta. El hombre se acercó a ella esperando a que le dijera algo importante.
-¿Puede enseñarme cómo se hace?- el hombre se echó a reír a carcajadas, tan fuerte, que la gente aunque no habían escuchado lo que había dicho Norah, también se echaron a reír. Eso le molestó bastante, pero intentó calmarse.- ¿me va a enseñar o no? -Dijo aguantándose el enfado. El hombre la miró confuso.
-Niña, ¿estás segura de continuar con esto?- el hombre aun tenía ganas de reírse, pero se lo aguantó. Ella estaba bastante decidida.
-Sí, a no ser que usted no quiera mi dinero.- dijo. El hombre se puso serio. Además, se reiría un rato.
-Muy bien.- El hombre, cogió el arco y la flecha. La colocó en la posición correcta y tensó el arco.- Niña fíjate cómo se hace.- Norah se mordió la lengua cuando de nuevo dijo la palabra “niña”. Pero estuvo atenta en todo momento. Y se grabó en la cabeza la posición del arco y la flecha. De pronto el hombre disparó a la diana, y todo el mundo le aplaudió. La había clavado en el centro.-Toma.- le dio a Norah de nuevo el arco con otra flecha.-Espero que te hayas fijado bien, niña.- El hombre se sentía orgulloso de su gran tiro al que nadie podía igualar.
Ella se colocó en la posición que había tomado el hombre anteriormente. Tensó la flecha. Todo el mundo se quedó en silencio. Y justo cuando iba a tirar, un viejo borracho empezó a gritar. A ella se le escapó la flecha, y en vede de ir recto se fue hacia arriba. La gente se reía más que nada por el viejo. Ella no se lo podía creer, desde entonces odió a los viejos borrachos.
-Bueno muchachita. Has perdido.- dijo el hombre riéndose en su cara. Norah estaba muy seria, y entonces se acordó. Aun tenía otra moneda. La cogió y se la enseñó meneando la mano.
-¿Me deja tirar otra vez?-Norah estaba segura de que lo cogería. El hombre sin pensárselo dos veces, cogió la moneda.
-Como quieras.- dijo el hombre. Norah le sonrió, y volvió a colocar el arco y la flecha en posición. Tenía que conseguirlo como sea, Renée seguro que ya estaría echa una furia, y si ella consiguiera esas monedas seguro que se sentiría orgullosa de ella, y se daría cuenta de que ya no es una niña, y puede conseguir todo lo que se proponga. Tensó la flecha, agudizó la vista al centro de la diana. Convencida de que aquello no era imposible. Sólo tenía que concentrarse, aunque la gente no paraba de hablar. Tenía que concentrarse aún más. Respiró hondo. Tensó un poco más la flecha y con la vista clavada en la diana. Disparó.
Para su sorpresa, todo el mundo calló. Cuando vio la flecha, se dio cuenta de que había acertado. Clavó la flecha en el centro, y no sólo eso, sino que la flecha que anteriormente había tirado el dueño, se había partido en dos. Ella no podía creerse aquello.
-Imposible…- dijo el hombre.

2 comentarios:

  1. Aww, Nate <3 y yo sabía que ella iba a poder :3 ahora, esperemos que le den las monedas... y que Renée no se pregunte de dónde las sacó xD.

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  2. jajajjaj aoraa lo veras en el siguientee capitulo xDD

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