Norah, estaba tan sorprendida como el hombre. Aquello
resultaba imposible, dentro de lo que cabe. Pero nunca llegó a pensar en
semejante tiro, cuando ella nunca había hecho algo así en la vida. De pronto
vuelve a la realidad y recuerda las 20 monedas de oro que había ganado con ese
tiro.
-Señor – el dueño aun sin pronunciar palabra dirige su
mirada hacia ella.- mi dinero.- ella extiende la mano frente a él. El hombre se
dirige a una mesita donde estaba colocada la bolsa de las monedas, la coge y se
la lleva. Antes de dársela, el hombre fija su mirada en el colgante de Norah.
Una bella piedra roja, parecido a un rubí. Tenía algo especial, algo que le
atraía. Quería ese colgante, ahora. Extiende el brazo para coger la piedra y
observar más detenidamente. A Norah no le hizo mucha gracia y se retira.- Dame
el dinero.- dice seria.
-Quiero tu colgante.- el hombre parecía hipnotizado.
-Jamás.- dijo firmemente. La gente también se percató del
bello colgante.
-¡Quiero tu colgante, dámelo!- todos lo decían, al mismo
tiempo que se acercaban a ella. Norah estaba rodeada ¿Qué tenía su colgante,
que a todos los volvían raros?
Ahora estaba demasiado asustada como para pensar en eso.
Ya estaban muy cerca de ella, casi la rozaban. No sabía que
hacer. De repente, una mano salvadora la cogió por detrás y la arrastró hacía
unos puestos de telas de seda y de otros tipos, que podían ocultarlos de la
multitud.
Cuando Norah se fijó en la persona que le había rescatado,
no pudo observar su rostro porque llevaba una capa oscura que lo ocultaba. Eso
la asustó aun más. El desconocido aun la tenía cogida del brazo. Ella se zafó y
se retiró.
-¿Quien eres?- Pero el desconocido la volvió coger y le tapó
la boca. Aun había gente por allí buscando a su apreciada piedra.
Pasados unos minutos, la soltó. La chica tenía el corazón a
mil por hora. Estaba muy asustada. Entre toda esa gente y el tipo raro no pudo
aguantar más, y salió corriendo en busca de Renée.
La persona que no le
hacía mucha gracia ver, pero tenía tanto miedo que le daba igual el
castigo que le diera.
Corrió por todo el mercado, debía andarse con ojo por si
acaso, tapándose su colgante. Renée no estaba por ninguna parte. Ella agobiada
aun, se le escapó algunas lágrimas. Seguía buscando, pero nada. De repente pudo
ver a alguien parecido, se acercó pero no era ella.
No sabía por donde buscar. De pronto, su nombre le llega a
sus oídos como un cañonazo.
-¡¡Norah!! – ella se vuelve, y ve a su tía muy enfadada
yendo hacia ella. Pero Norah llega antes. Desesperada, la abraza.
Llorando, del miedo que acababa experimentar.
-¡Renée, perdóname!- gritó Norah. Renée parecía más
calmada.- No estoy segura de lo que me ha pasado pero he pasado mucho miedo.
Todos iban a por mí y…- Renée le coge el rostro con sus manos.
-Tranquilízate. Vamos a casa. – Por el camino, las dos
seguían abrazadas. Pero no intercambiaron palabra.
Al llegar, Norah se sentó en una silla de la cocina. Renée
empezó a recoger cosas. Ella se extrañó.
-Tía, ¿Qué estas haciendo?- Renée puso la bolsa de viaje
encima de la mesa de cocina. Mientras metía algunas cosas.
-Nos vamos.- dijo simplemente. Norah se quedó sorprendida.
-¿Adonde? Y ¿Por qué? – Renée se quedó parada de pie.
- Lo que te ha pasado. Tiene una explicación ¿sabes? Tenemos
que visitar a un viejo amigo. Es el único que te puede explicar lo que te a
acaba de pasar.- Norah no sabía que decir, al menos podría averiguar porqué la
gente se volvió tan rara de repente.
-Y ¿adonde vamos?
-A Dalmot. Tess y sus hijos se marchan allí mañana, en un
carruaje que pasa por aquí. Nosotras iremos con ellos.- ¿sus hijos? Como los
odiaba. Tess tenía gemelos, muy lindos. Parecían angelitos, rubios y de ojos
azules, de unos 10 años. Ellos, odiaban a Norah y ella les odiaba. Era un odio
mutuo. Siempre haciendo bromas y travesuras, que la ponían en ridículo. Pero
tenía que aguantarse. Será un camino muy largo.
Nathaniel, llegó al castillo. Mientras caminaba hacia su
habitación recordó a la chica, que extraordinariamente acertó el tiro, y a
quien le salvó de esa gente. Que raramente cambiaron de personalidad. Una chica
interesante. Una sonrisa le marcó el rostro.
De pronto se acercaron unos guardias que lo rodearon. Uno de
ellos, le amarró las manos, dejándolas inmóviles.
-¡Eh! ¿Que estáis haciendo? ¿Os habéis vuelto locos?- Nate,
no entendía nada. ¿Que se había perdido?
-Nathaniel Valliere, por orden del rey Helbus. Queda
oficialmente detenido por el asesinato de su padre, el rey Klaus.- habló uno de los guardias. Estaba pálido de
la sorpresa y del cargo del que se le acusaba. Se equivocaban totalmente. ¿Cómo
podían pensar algo así?
-Se equivocan. ¡Quiero hablar con Helbus, ahora! – los guardias
se miraron entre ellos y se echaron a reír, ante el mandato del chico.
-Ya no tienes autoridad sobre nosotros. Estas detenido y vas
a ir a la horca mañana al amanecer. No puede verte nadie a menos que el rey lo
mande. ¿Entiendes?- el guardia lo cogió por el brazo y lo arrastró hasta la
celda. Uno de ellos le cerró la puerta y se marchó. Él se asomó por las
rejas de acero puro. Hasta que su vista dejó de ver al guardia.
En la celda, el suelo era de piedra dura. Y tenía una
ventana muy pequeña en lo alto de la pared. También tenía una cama de madera con
unas mantas encima. Realmente, nada agradable.
Empezó a pensar, dando vueltas sobre sí mismo en la celda.
¿Helbus lo había traicionado o se habría equivocado? No creo que ahora siendo
rey se equivoque de tal manera, mandando al príncipe real a la horca. ¿Me
quería muerto, y por qué?
El asesino era una persona del castillo, de total confianza
con el rey, y está claro que yo no era. ¿Realmente podría ser Helbus? ¿El mejor
amigo del rey? ¿Capaz de traicionar a todo el reino? Eran demasiadas preguntas.
¿Qué tenía entre manos?
-¡Eh! ¿Puedes quedarte quieto? Me vas a marear.- Nathaniel
pegó un brinco. No se esperaba que alguien de allí le hablase. Pudo saber que
esa persona estaba en la celda de al lado. Sentado en el suelo, apoyado en las
rejas observándolo. Nate se acercó.
-¿Quién eres?
-¿Me estas diciendo que aun no me has reconocido, muchacho?-
entonces fue cuando se dio cuenta. Esa voz, no podía ser otro, Gary.
-¡Gary! ¿Qué haces aquí?- ahora que se fijaba Gary tenía el
pelo revuelto, y con los ropajes rasgados. Como si se hubiera peleado con
alguien.
-Pues estoy aquí por lo mismo que tú, Nate. Me han acusado
de traición al reino. Por haber participado en la muerte de tu padre.
-¿Cómo? Esto es increíble.- se sentó en el suelo contemplando
a Gary.
-A ti y a mí nos han acusado de ser los asesinos del rey
Klaus. Nunca pensé que Helbus nos pudiera hacer una cosa como esta. Nos ha
culpado por una acción que en realidad… la hizo él.
-¿Él? Entonces, él ha matado a mi padre,- Nate estaba atónito,
él fue quien mató a su padre.- Y ahora, va a por mí. Él único de sangre real
que queda. Sólo él puede ser rey. Nadie creerá nuestras palabras.- dice con la
cabeza agachada.
-Exacto. Ha engañado desde el principio a todo el mundo. Desde
que llegó al castillo por primera vez. Recuerdo que tu madre Helena estaba
embarazada de ti. Todos éramos felices. No había ningún problema en el reino. Eran
buenos tiempos. Cuando ella murió todo cambió.- A Nate le encantaba escuchar
hablar de su madre Helena. Todos decían que fue una de las mejores reinas de
Alian. Una persona que lo hacía todo más bello y feliz. Ojala, la hubiera
podido llegar a conocer de verdad.
Un fuerte golpe lo despierta de sus pensamientos, trayéndolo
de vuelta a la realidad. Unos pasos firmes y rectos se acercaban a su celda. Y de
pronto, ahí estaba. Delante de ellos.
-Hola, querido Nate.- dijo esbozando una sonrisa.
O.O Nathaniel en la carcel!!!! No puede ser!! Quiero seguir leyendo, me ha encantado cuando la ha salvado pero luego me he quedado alucinada cuando he sabido que lo habian acusado de traición. Ya odio a Helbus!!! Perdona que me emociones tanto...
ResponderEliminarLa leyenda
jajjajjaja no pasaa nadaa emocionatee!! xDD
ResponderEliminarsii ..jaja Helbuuss es assi ajaj tendree el cap 5 muy pronto!
y GRACIAS :)