martes, 26 de febrero de 2013
NOTICIA IMPORTANTE
He cerrado el BLOG! ¿Por qué?
Pues porque no me gustaba como quedaba la historia. Había muchísimas cosas que modificar, las ideas no estaban claras y yo necesitaba tiempo para pensar.
Ahora, todo lo tengo listo para empezar de nuevo.
Sé que es un follón para casi todos, ya que teníais las cosas de la historia metidas en la cabeza, pero mi historia (LA BÚSQUEDA) seguirá teniendo más o menos el mismo fin, es decir, he cambiado pocas cosas y no os resultará tan extraño asimilarlas.
Aquí os dejo el link de mi nuevo blog ((DEFINITIVO)) o eso espero:
http://labusqueda-novelaoficial-isaescritora.blogspot.com.es/
Aún no hay nada importante en el blog, pero cada cosa que vaya haciendo os estaré informando.
Gracias. (:
domingo, 18 de noviembre de 2012
Capitulo 11
El
sol salía lentamente por el este, creando una mezcla de colores anaranjado. El
sonido de los pájaros “piar” y el frescor del rocío, inundaba la nariz de Norah
llenándola de energía positiva. Y así, comenzar una nueva etapa en su vida.
-Muévete.-
dijo el muchacho seco y firme mientras cargaba algunas bolsas en las partes
laterales del caballo, y causando grandes daños en la energía positiva de
Norah. Ésta resopló, y se dirigió a la puerta donde había dejado sus cosas. Una
mano desconocida coge antes que ella una de las bolsas.
-Deja
que te ayude.- Gary aún cojeaba, pero al menos podía andar sin ayuda. Colocó la
bolsa en la parte lateral izquierda del caballo, mientras lo acariciaba con
dulzura y delicadeza, como si fuera una persona.- Cuida de él.- dijo sonriendo
con tristeza. Norah realmente no quería llevarse aquel caballo, ya que parecía
tener mucho valor para Gary, si le pasase algo no sabría que decir.
-¿Estás
seguro de que puedo llevármelo?- dijo Norah dudosa.
-Si,
si, por favor llévatelo.- dijo totalmente convencido. Norah le sonrió.
-Lo
protegeré con mi vida, puedes estar tranquilo.- Gary se calmó un poco al
escuchar esas palabras que parecían totalmente convincentes.
-¿Desde
cuando dejas tu caballo en manos de una niña?- interrumpió Nate. Norah lo
fulminó con la mirada.
-Esta
niña -hizo una pausa antes de proseguir.- tiene algo especial.- Nate se quedó
callado. Norah le sacó la lengua, en forma de burla. ¿Especial? Nate soltó una
pequeña risa. ¿De dónde habría sacado tal conclusión?- Tened mucho cuidado.-
dijo Gary mientras ayudaba a Norah a subirse a su caballo. Seguidamente Axel y
Renée, salieron a despedirse de ellos.
-Buen
viaje.- habló Axel. Tenía las manos cogidas atrás, mientras caminaba recto
hacia ellos. Con su sonrisa llena de esperanza, era un hombre con el que te
sentías seguro a su lado. –Confío en vosotros.- los dos chicos asintieron.
Renée
se estaba haciendo la fuerte detrás de Axel. Pero se notaba que se estaba
aguantando las ganas de llorar.
Ella
se acercó a Norah, con algo guardado en su mano.
-Norah,
esto es tuyo.- ella le tendió la mano, dándole un anillo. Norah observó el
objeto con más detenimiento. Era un anillo de plata muy simple. Era fino y
totalmente liso, excepto por una diminuta piedrecilla que estaba incrustada en
él. Aquel anillo tenía un brillo muy peculiar.- Era de tu madre.- A Renée se le
cayeron algunas lágrimas imposibles de seguir ocultas. Norah se quedó sin
palabras. El anillo de su madre le dará fuerzas para seguir adelante. Ésta se
lo colocó en el dedo corazón.
-Es
hora de irse. – Dijo Nate impaciente mirando el cielo.
-Sé
más paciente.- Habló Norah alterándose.
-La
paciencia no es una de mis virtudes.- Nate sonrió. Norah ignoró aquel
comentario.
-Gracias,
tía.- dijo enviándole un beso con la mano. Renée sonrió a pesar de estar
llorando sin parar.
Los
dos muchachos pusieron rumbo hasta la aldea que se encontraba siguiendo río
abajo. Donde se encontrarían con su nuevo compañero. Pasaban por un espeso
bosque que separaba la ciudad de la aldea.
-Mantén
los ojos abiertos, niña. Por aquí suele haber…- Nate quería avisarle que por
este lugar vivían algunos ladrones muy astutos y que tuviera cuidado. Al
girarse para asegurarse de que la estaba escuchando se percató de que Norah se
encontraba atada de manos y boca. Y seguramente vacía de monedas. No pudo
evitar reírse ante aquella imagen, ella intentaba hablar pero le era imposible.
Nate
se acercó a ella y le quitó el tapaboca, y las cuerdas que le ataban las manos.
-Intentaba
decirte…- habló Nate.
-Ya
sé lo que intentabas decirme, pero un poco tarde, ¿no crees?- dijo Norah
fastidiosa.
-No
sabía que eras tan torpe y descuidada.- dijo Nate serio.- Ahora que ya sabes lo
que pasa deberías…
-¡Ahh!-
gritó Norah. Nate se volvió hacía ella irritado.
-¿Ahora
qué te pasa?
-¡Mi
anillo! ¡Me ha robado mi anillo!- Norah estaba muy preocupada. No había pasado
ni tres horas desde que lo tenía, y ya se lo habían quitado. Era demasiado
descuidada. Pero lo recuperaría pasase lo que pasase. Recordó el lugar por donde
se había ido aquel ladrón, por la derecha. Tenía la mirada fija en el camino,
el caballo era veloz. No tardarían mucho hasta dar con él.
-¡Ehh!
¡¿A dónde vas?! –Nate no dudó ni un segundo. Fue directo a por ella. No podía
dejar que le pasase nada.- ¡Espera! – Norah se encontraba muy por delante. Pero
el rastro del caballo en el suelo le ayudaría a encontrarla.
Norah
seguía adelante. Pensó un segundo en la posibilidad de que aquel camino no
fuera el correcto. En aquel momento paró. Y miró a su alrededor. Todo era verde
ni rastro de una persona, pero el anillo debería recuperarlo como sea.
El
sonido de la brisa colándose entre las hojas la sobresaltó y se sintió
asustada. En ese momento recordó a Nate. ¿Dónde estaría ese chico estúpido?
-¿Que
hace sola una niña como tu, en un lugar como este?- una voz masculina la
sobresaltó. Se giró instintivamente hacia aquella voz. Era un hombre robusto,
con una cicatriz en la mejilla izquierda. Empezó a caminar lentamente en
círculo.
-
Vengo para que me devuelvas lo que me has robado. Y no soy una niña.- dijo
molesta.
El
hombre frunció el ceño.
-Esa
es una acusación muy grave, jovencita.- le dijo sonriendo.- ¿Estas segura de
que yo te he robado algo?- intentó confundir a Norah. Mientras se sentaba en el
suelo pensativo. Una reacción que no se esperaba de un hombre como aquel.
-¿Acaso
hay alguien más aquí, a parte de ti?- Dijo Norah mientras se bajaba del
caballo.
-Pues
si te dijera que una veintena de ladronzuelos tienen su hogar aquí.- dijo
soltando una carcajada.- Señorita te has equivocado de persona.- dijo
levantándose de golpe y haciendo que Norah retrocediera.
Nate
estaba como loco llamando a Norah. ¿Dónde diablos se había metido? Las huellas
del caballo las perdió. No sabía que rumbo coger.
Unos
pasos ligeros, lo pusieron alerta. Una persona tapada con una capucha se
acercaba a él corriendo. Pero inesperadamente pasó de largo. Nate se
sorprendió. Y se percató de los objetos que llevaba en su mano. Bolsas de
monedas y ¡el anillo! Nate no dudó ni un segundo, y fue tras él. Era la persona
que atacó a Norah.
Aquel
ladrón realmente era rápido. A pesar de que él iba en caballo, el ladrón le
llevaba algo de ventaja. Cuando ya prácticamente lo tenía corriendo a su lado.
Nate intentó agarrarlo, pero sólo consiguió quitarle la capucha.
Se
sobresaltó cuando se dio cuenta de que era una mujer.
Tenía el cabello oscuro y enmarañado. Nate le cortó el camino colocando su caballo delante. La mujer dio la vuelta, cambiando de camino. Nate se bajó del caballo y corrió tras ella. Nate ya casi la podía rozar con los dedos. En ese momento la mujer desenvainó su espada. Nate hizo lo mismo. Espada y espada rechinaron en el aire. El anillo de Norah se encontraba en la otra mano, cuando Nate la intentaba coger la mujer siempre era más rápida. Bloqueaba y atacaba. Para ser una ladrona, usaba muy bien la espada. Nate se acercaba a ella, pero instintivamente ella retrocedía. Él corría tras ella, atacando con la espada. La mujer con más dificultad, tenía que correr de espaldas y bloqueando los ataques. Nate sabía que no podía estar concentrándose en las dos cosas mucho tiempo. Insistió e insistió, y llegó el momento en el que ella empezó a tambalearse. Nate aprovechó dando un fuerte golpe en la espada de la mujer e hizo que ésta cayera al suelo. Nate rápidamente se subió encima para evitar que se escapara.
Tenía el cabello oscuro y enmarañado. Nate le cortó el camino colocando su caballo delante. La mujer dio la vuelta, cambiando de camino. Nate se bajó del caballo y corrió tras ella. Nate ya casi la podía rozar con los dedos. En ese momento la mujer desenvainó su espada. Nate hizo lo mismo. Espada y espada rechinaron en el aire. El anillo de Norah se encontraba en la otra mano, cuando Nate la intentaba coger la mujer siempre era más rápida. Bloqueaba y atacaba. Para ser una ladrona, usaba muy bien la espada. Nate se acercaba a ella, pero instintivamente ella retrocedía. Él corría tras ella, atacando con la espada. La mujer con más dificultad, tenía que correr de espaldas y bloqueando los ataques. Nate sabía que no podía estar concentrándose en las dos cosas mucho tiempo. Insistió e insistió, y llegó el momento en el que ella empezó a tambalearse. Nate aprovechó dando un fuerte golpe en la espada de la mujer e hizo que ésta cayera al suelo. Nate rápidamente se subió encima para evitar que se escapara.
-Dame
eso.- dijo arrancándole de las manos todas las cosas robadas. La muchacha
sentía que se ahogaba, con el corazón que parecía que se le iba a salírsele por
la boca.
-Ya
tienes lo que querías. Ahora quítate de encima, me vas a asfixiar.- dijo la
mujer intentando zafarse de él. El muchacho observó el anillo y las monedas que
le había robado a Norah.
-Aun
falta una cosa.- dijo sonriendo. A ella no le hizo ninguna gracia aquella
expresión.
La
mujer, le condujo en medio del bosque hasta el lugar donde se hallaba Norah.
Al
verla, Nate no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Norah se sobresaltó de
su llegada, pero se alegró al verlo. Después se percató de la mujer que se
encontraba atada de manos delante del caballo.
-Sí
que has tardado.- dijo Norah molesta.
-Pues
lo siento si te he hecho esperar, pero estaba ocupado. Con esto.- dijo
enseñándole el anillo y las bolsas de monedas, mientras bajaba del caballo y
desataba a la mujer que rápidamente huyó.
-¡Lo
has conseguido! Gracias, gracias.-Dijo Norah feliz, acercándose a él. Nate empezó a dudar si
dárselo o no, o si podría usar aquello para su beneficio.
-No
cantéis victoria tan pronto, jovencitos.- habló el hombre de la cicatriz, con
una media sonrisa mientras, un grupo de ladrones los rodeaba.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Capitulo 10
-¿Quién
es ella?- Preguntó Nate, con un tono de voz lleno de curiosidad intentando ser
disimulada. Axel sonrió y se levantó, colocándose a la vera de la joven. Posando
la mano sobre su hombro.
-Norah
Wilson, la sobrina de Renée.- hizo una pausa antes de proseguir.-Como os dije
antes, están aquí por un asunto realmente interesante.- Gary posó su atención
en cada palabra que el viejo pronunciaba.- ¿Habéis oído hablar de La Betsaida ?- los chicos se
quedaron pensativos unos minutos.
-¿La
de la leyenda?- preguntó el muchacho.
-Exacto.-
empezó a decir el viejo.- Entonces, ¿podéis reconocer esto?- señaló el colgante
que colgaba del cuello de Norah. Nate recordó el momento en que la vio por primera
vez, cuando Norah estaba en peligro y él la salvó. Esa piedra parecía ser
deseada por todos. Fue algo extraño, que no llegó a comprender incluso cuando
la tenía agarrada. La leyenda contaba algo de tres objetos una flecha, una
espada y una…Nate se levantó de golpe, acercándose en grandes zancadas a la
muchacha para observar el colgante más de cerca.
-Acaso
es posible que…- Antes de que pudiera rozar el colgante, Norah le dio un fuerte
golpe en la mano dejándola enrojecida, ya que no podía arriesgarse a que
alguien lo tocara. El muchacho se encogió, sujetándose la mano y zarandeándola
para que el dolor se fuera más rápidamente. Nate la miró sorprendido e
irritado. La muchacha lo observaba con desconfianza.
-¿La
piedra Saira?- dijo Norah orgullosa con una media sonrisa, acabando la frase
del muchacho.- Sí, es eso exactamente. Así que, procura no tocarla.- Le amenazó.
El muchacho no podía estar más sorprendido, le golpea y encima le amenaza.
-¿Me
estás amenazando?- dijo Nate desafiante.- ¿Acaso sabes quién soy?
-Ni
lo sé, ni me importa.- dijo la muchacha. Antes de que Nate pudiera contestarle,
Gary lo coge de la muñeca y lo atrae a su asiento. Ese gesto era como una
victoria para Norah. Nate enfadado, se cruzó de brazos.
-Si
la piedra existe, ¿Quiere decir que la Betsaida es real?- dijo Gary cambiando el tema de
conversación. Axel asintió volviendo a su asiento, al lado de Renée.
-Ahora
que sabemos que es real, la
Betsaida es la única esperanza que nos queda.
-Pero
para formar la Betsaida ,
había que unir varios objetos ¿no?
-Sí,
se podría decir que ese es el problema que conlleva todo esto. Como dice la
leyenda, los tres objetos fueron llevados a distintos lugares del mundo, por
suerte la piedra saira la posee Norah, pero los otros dos objetos están en
alguna parte del mundo.
-¿Cómo
piensas encontrarlos, Axel?- preguntó Renée. En ese momento fue la primera vez
que Gary se percató de su presencia. Al verla, se le vino a la mente Loreen, y
no pudo evitar preguntarse cómo estaría.
-He
escuchado muchas historias y todas ellas recuerdo que fueron dichas por una
mujer de Gorlak, en las montañas. Su nombre –hizo una pausa para recordar.-
Eliss, su nombre era Eliss. Pero lamento no recordar más.- dijo Axel llevándose
la mano a la frente.
-Eso
es suficiente para empezar- dijo Nate.- partiré mañana al amanecer.
-¿Tú
solo? ¿Es que te has vuelto loco? –Dijo Gary mirándolo a los ojos.- ¿sabes que
tienes a todo un ejército detrás de ti? No llegarás ni a medio camino.
-Él
tiene razón- dijo Axel.- tú sólo no puedes buscar los objetos que quedan, es
demasiado peligroso para una sola persona.
-¿Y
qué quieres que haga? ¿Quedarme sentado mientras Helbus conquista el mundo?-
dijo Nate molesto.
-Debes
llevarte a Norah.-anunció el viejo. La muchacha tembló de repente dejando caer
unos lazos del vestido que tenía cogidos con la mano. Nate quedó sorprendido
con aquello, pero lo negó rápidamente.
-Es
una broma, ¿no?
-No
estoy de broma, Nathaniel. Ella es la protectora de la piedra y por tanto es la
única que puede unir los objetos. La necesitas.- Axel miró a Norah. La muchacha
estaba sorprendida, sería su primer viaje, en la que debe proteger la piedra. Pero
quizás sea demasiado pronto para una misión como esa. Y encima al lado de un
desconocido.
-Axel,
yo… no se si podré hacerlo.
-Nunca
dudes Norah, la duda es lo que hace que caigas. Tú estás totalmente capacitada
para esta misión, sino, no te estaría pidiendo que vayas.
-Pero
es una niña. ¿Quién va a protegerla?- Renée estaba histérica. Aquella misión
era muy peligrosa y más para una chica como Norah a la que los peligros, la
estarían acechando cada instante.
-Renée,
es hora de que dejes libre a Norah. Sé lo que conlleva la misión pero es la única
esperanza que tenemos.- Axel la tenía cogida por los hombros mientras la miraba
a los ojos. Renée asintió, sabía que era imposible tenerla protegida toda la
vida pero esto, era demasiado. Aun así se esforzó por no llorar.- No te
preocupes por su protección. Nathaniel la tendrá bien protegida en todo momento.
Estoy seguro de que no le pasará nada.- al escuchar esas palabras, a Nate se le
llenaron la cabeza de dudas. No estaba seguro al cien por cien de que pudiera
protegerla en todo momento. Pero como al parecer ella es la única que puede
crear la Betsaida ,
no tendrá más remedio si quiere detener a Helbus.
-Entonces,
¿eso es todo?- preguntó Gary.
-Aún
queda una cosa más.
-¿Más?-
dijo Nate desesperado.
-Así
es, necesitarás a un mago a tu lado. Es imprescindible, ya que al unir los
objetos se necesita pronunciar un hechizo, el que pronunció la reina Lindsay.
-¿Y
tú no puedes hacerlo?- preguntó Norah.
-Para
eso hace falta alguien joven, y nunca se sabe cuando y dónde uniréis los
objetos, por eso os debe acompañar en todo el viaje un mago, quien también
podrá ofrecer a Norah bastante protección.
-De
acuerdo.- Comenzó a decir Nate, suspirando para sus adentros.- ¿Dónde podemos
encontrar a uno?
-Está
en una aldea cercana, tenéis que seguir el río abajo y la encontraréis. Debéis buscar
a Sean Bennet. Preguntad por él. Seguro que lo encontraréis sin problemas. Si
se resiste, decidle de mi parte que yo lo he mandado a esta misión.
-Se
lo diré.- dijo Norah sonriendo. Axel asintió.
-Ahora
que ya hemos acabado con este asunto. Ustedes dos debéis comer algo y descansar,
a partir de mañana, vuestros días serán agotadores.- Norah y Nate intercambiaron
una mínima mirada llena de desconfianza.
Seguidamente,
todos comieron algo y descansaron para el día siguiente.
Unos
soldados, magullados y llenos de moretones y ayudándose del compañero para
poder caminar, se presentaron en el castillo. A Helbus le dieron el aviso de
que los soldados que partieron en busca de los prisioneros, ya habían llegado.
A
Helbus se le dibujó una sonrisa, pero cuando se presentó y vio en el estado que
estaban los soldados aquella sonrisa se esfumó como si nunca hubiera aparecido.
Se sentó en el asiento del rey, mientras se llevaba una mano a la frente del
disgusto.
Golpeó
fuertemente el brazo del asiento, haciendo que todos se sobresaltaran.
-¿Dónde
están los prisioneros?- comenzó con voz calmada. El jefe de los soldados habló
primero.
-Señor,
los dejamos a mitad del bosque, perdónenos. Hemos fallado, la próxima vez…
-¿Próxima
vez? ¿Quién ha dicho que habrá una próxima vez? ¿¡Es que nadie es capaz de
hacer algo que se le ordene!?- gritó Helbus, recordando cuando escaparon de la
cárcel y ahora, cuando consiguieron huir de los soldados. Éste se levantó y bajó
las escaleras acercándose al soldado que había hablado primero. Lo cogió del
pelo con fuerza y lo atrajo hacia él. – No habrá una próxima vez.- dijo fríamente
y susurrándole al oído, mientras le clavaba su espada en el estómago. Una exclamación
ahogada se pudo escuchar del soldado muerto, mientras caía al suelo. Helbus alzó
su espada y la observó llena de sangre, rápidamente dirigió su mirada a los demás
soldados que estaban presentes. Éstos llenos de temor, salieron corriendo de la
sala.
Helbus
llamó a uno de sus sirvientes.
-Matadlos.-
el sirviente asintió y salió tras ellos con un grupo de guardias.
Loreen,
escondida detrás de una de las puertas de la sala, sonrió para sus adentros. Gary
y Nathaniel estaban a salvo.
martes, 16 de octubre de 2012
Capitulo 9
-¿Has
escuchado hablar de la reina Lindsay? –Norah negó con la cabeza sin pronunciar
palabra alguna para que prosiguiera con la explicación.- Pues cuenta la
leyenda, que fue la maga y reina más poderosa de todos los tiempos. En aquella
época se presentaron unos magos oscuros que destruían todo a su paso. Eran muy
poderosos y el rey se enfrentó a ellos, pero todo su ejército cayó. Lindsay
creó la Betsaida ,
la espada capaz de derrotar a cualquier mal. Cogió a una flecha, una espada y
una piedra, las ungió con el poder oscuro y de luz. Con el poder de la piedra,
unió los tres objetos. Convirtiéndola en la espada legendaria más poderosa jamás
vencida. Al final el rey usando aquella espada acabó con los magos y con
cualquiera que causara problemas. Pero la espada tenía un defecto, absorber el
buen corazón de quien la empuñara. El rey se volvió malvado, después de eso
Lindsay decidió destruir aquella espada, pero era imposible. Con las pocas
fuerzas que le quedaban consiguió separar los objetos y enviarlos a algún lugar
del mundo. Lindsay murió, y el rey lamentó su muerte hasta su último día.
Después de tanto tiempo, y a pesar de ser esto una simple leyenda, hay gente
que sigue con la esperanza de encontrar los objetos y volver a unirlos. – Dijo
un poco molesto.- pensé que era un simple cuento. Que todo el mundo tenía
falsas esperanzas sobre aquello. Pero ahora me he dado cuenta de lo equivocado
que he estado, y todo gracias a ti.- dijo tomando un poco de té.
-¿Gracias
a mi?- preguntó confusa.
-Esa
piedra que cuelga de tu cuello, no es una piedra corriente.- comenzó a decir el
viejo.
-¿Y
que es sino?- dijo observando su colgante con curiosidad.
-Estoy
seguro, de que es la piedra Saira, uno de los objetos legendarios que cuenta la
leyenda.
-Imposible.-
dijo Norah.-tu mismo has dicho que no creías en esa leyenda. ¿Cómo iba a ser
uno de los objetos legendarios así como así?
-Porque
los brujos tenemos esa sensación de certeza. La piedra irradia un gran poder
dentro de ella, y eso lo puedo sentir. Gracias a eso, he podido
confirmarlo.-Norah se había quedado pálida.
-¿Un
brujo?
-Sí,
perdona que no me haya presentado antes. Me llamo Axel Donovan y soy el brujo
más viejo del continente.- Norah tenía los ojos como platos. El viejo sonrió.-
estas aquí, porque has cambiado tu persona. Te has hecho fuerte. Posees el
coraje y el valor que hace falta para afrontar peligros. Aunque ahora estés un
poco perdida, ya te darás cuenta de ello más adelante. La piedra Saira te ha
reconocido, y por eso eligió a tu familia como la protectora de ésta. Sólo
personas que poseen este tipo de cualidades serán capaces de protegerla en
circunstancias peligrosas.
-¿Me
estas diciendo que mi familia ha sido la protectora de esta piedra durante
generaciones? – El viejo asintió. -¿Por qué me lo ocultaste?- dijo dirigiéndose
a Renée, que tenía la mirada fija en el suelo.
-Porque
hubiera sido peligroso, y además no sabía por dónde empezar a explicártelo
todo.-Norah suspiró intentado comprenderla.
-
Hubiera sido todo más fácil si lo hubieras mencionado, tía.- esta sonrió.
-Supongo
que no lo hice muy bien.
-Debes
tener cuidado, ahora que ya estás preparada los peligros aumentarán. Las
personas de mal corazón se verán atraídos por la piedra. Serán avariciosos y
querrán la piedra por encima de todo. Tú debes protegerla.- Norah reflexionó
sobre aquello, observando su colgante. Ahora era la protectora de la piedra,
sería difícil, ni siquiera sabía como enfrentarse a alguien directamente.
-Está
bien.-Renée alzó la cabeza mirándola sorprendida.
-¿Qué
has dicho?
-Que
estoy dispuesta a protegerla, aunque no sé bien como lo haré.- Todos sonrieron
ante la respuesta de Norah.
-
Bueno.- empezó a decir Axel con su voz ronca y apagada.-después de tomar una
decisión así. Creo que deberíais tomar un baño.- A Norah y a Renée se le
iluminaron el rostro. No se habían acordado hasta ahora, pero tenían ansias por
quitarse toda la suciedad de dos días.
Mientras
las muchachas se bañaban, Axel estaba preparando comida para el mediodía, esta
noche ellas la pasarían en su casa y quizás, alguien más.
Sonaron
unos golpes en la puerta, Axel ya estaba en camino antes de que tocaran. Al
abrir la puerta, apareció un joven, tapado con una capucha sosteniendo a un
hombre que parecía que se había herido el pie.
-¿Eres…
el venerable Axel Donovan?- se atrevió a decir el muchacho.
-Sí.-
éste asintió.- pasad, os curaré esa herida.
Los
chicos, pasaron hacia el interior y quedaron sorprendidos. Todas las paredes y
muebles de la casa estaban atiborrados de chismes que para ellos no tenían
sentido alguno, pero seguro que cada cosa había sido algo especial en la vida
de aquel viejo.
-Por
favor, Nathaniel, acomódese en el salón mientras yo curo a este hombre.- Nate
asintió, y de pronto cayó en la cuenta. ¿Cómo sabía su nombre? Se dio la
vuelta. Pero el hombre ya se había esfumado y no era plan de buscarlo por toda
la casa. Siguió hacia delante sin darle mucha importancia, y encontró una
habitación con sillones y una mesa con tazas que contenían algún líquido en su
interior. Parecía que había estado alguien más aparte de ese viejo en la casa.
Él se sentó y tomó una taza para probar el líquido. Estaba caliente y le
resultó muy confortante. Era té. Aunque a él no le hacía mucha gracia eso, no
le desagradó.
Unos
pasos ligeros se acercaban hacia donde se encontraba. Le resultó extraño que
fuera el viejo, así, que se puso en posición de alerta.
-¿Axel?-
Una mujer apareció en el salón, su pelo castaño claro y ondulado le caía por los hombros, con unos
ojos grises claros, le recordó a Loreen, su criada que era para él como una
madre. Aquella mujer le resultó agradable a simple vista. Ella se quedó
paralizada al encontrar a un extraño en la casa. Era un muchacho joven. Tenía
el cabello rubio y alborotado, con unos ojos azules intensos. Estaba bastante
sucio, seguramente habría recorrido un camino largo.- ¿Quién eres tú? ¿Y dónde
está Axel?- estaba preocupada por si algo le había pasado al viejo. El muchacho
se relajó ya que no vio peligro alguno. Pero se preguntó si aquel viejo era
realmente un aficionado a las mujeres.
-Creo,
que debería preguntar lo mismo.
-Me
llamo Renée Swan, y soy una antigua amiga de Axel.- no estaba segura de darle
muchos detalles a un desconocido, así que, le dio la palabra al muchacho.- y
¿Quién eres tú?- el chico parecía dudoso, no sabía si era seguro contarle, que
era un simple muchacho o quién exactamente.
-Es
alguien quién requiere mi ayuda, ¿verdad muchacho?- éste asintió. Axel volvió
con un hombre apoyado en su hombro, que tenía un vendaje en el pie izquierdo.
Lo sentó en uno de los sillones.- Ahora me presentaré. Me llamo Axel y soy un
brujo, uno de los más viejos que hay. Creo que os podré ayudar con el motivo
que os ha traído hasta aquí.- Renée se sentó a la vera de Axel para escuchar lo
que tenían que decir. Los muchachos se quedaron pasmados, nunca habían visto de
cerca a un brujo de verdad. Y como están las cosas ahora en el reino, Loreen
les había traído al sitio perfecto.
-¿Será
seguro contarlo si ella está presente?- preguntó Gary. Renée se molestó hacia
aquel comentario.
-¡OH!
Creo que no os he presentado debidamente. Ella es una vieja amiga Renée Sawn.-
dijo poniendo su mano en el hombro de ella.- está aquí con su sobrina. Han
venido de Alian para verme. Ya que, les ha sucedido algo difícil de explicar,
pero lo entenderán más tarde. Podéis estar seguros de que ella es de total
confianza.- ellos asintieron.
-Está
bien.- continuo Gary.- soy uno de los sirvientes del castillo de Alian, Gary Douglas,
y él es Nathaniel Valliere, el príncipe.- Renée, se llevó la mano a la boca
sorprendida.
-¿U…ustedes
son los que habían traicionado al reino?- dijo temblando.
-¡Claro
que no! – soltó Nate irritado.- Helbus se ha autoproclamado rey, aprovechándose
de la muerte de mi padre, a quien él asesinó y quien nos culpó de ello a
nosotros.
-Por
Dios…- Renée estaba que se desmayaba.
-Ya
veo…-dijo Axel, llevándose una mano a la barbilla.
-Ha
conseguido que todo el mundo esté en nuestra contra.- dijo Gary.
-Lo
peor. Es que era amigo de mi padre y del castillo. Y lo ha asesinado a sangre
fría envenenándolo durante meses. Su objetivo, es conquistar todo el mundo
usando la magia oscura.- dijo Nate.- y nosotros hemos venido aquí porque
creemos en que usted nos pueda ayudar.- El viejo asintió.
-Dijo
algo de formar un ejército oscuro….- Axel palideció.
-¡¿Un
ejército oscuro?!- El viejo se levantó de golpe. Parecía muy alterado. Se llevó
una mano a la cabeza.-Helbus está loco. Por el amor de DIOS. Ese hombre si
llega a conseguir un ejército oscuro matará a todo ser vivo del planeta, el
mundo entero llegará a su fin, incluso él será absorbido por su propio mal.-
respiró hondo, intentando tranquilizarse, y de nuevo se sentó.
-¿Qué
es un ejército oscuro?- preguntó Renée. El viejo la miró a los ojos.
-Un
ejército oscuro, es imparable, inmortal y despiadado. Tortura a sus enemigos,
hasta que ellos mismos se quitan la vida porque no lo pueden soportar más. Es
algo que no debe pasar jamás. Porque nada puede enfrentarse a ellos y
vencerles.-sus palabras llegaron a lo más profundo del corazón de Renée
llenándola de miedo y terror. Todos estaban con los rostros mirando el suelo,
en silencio, sin esperanzas, sin algo por lo que luchar. Era tan difícil de
asimilarlo que ni ellos se podían mirar a la cara. Axel parecía otra persona,
estaba descompuesto. Renée llena de terror en su corazón. Gary con las fuerzas
marchitas. Nate con la esperanza de derrotar a Helbus, esfumadas.
-Hola.-
Norah había llegado a la sala llena de alegría por estar limpia de nuevo.
Bostezó sin querer, delante de todos haciendo un sonido bastante sonoro.- Lo
siento.- dijo con una sonrisilla. Nate alzó el rostro. Era una muchacha joven.
Tenía el pelo castaño oscuro, liso y alargado. Sus ojos eran de un verde que se
hacía notar. “Esa chica…”, le resultaba familiar. Todos la contemplaban
expectantes.
Norah,
notó la tensión que había en el ambiente.-Creo que mejor me voy.- dijo.
-Norah…- habló Axel, con su voz apagada. Ella paró al instante, dándose la vuelta hacia él.
-¿si?
-Ella,
ella es la única esperanza que nos queda.- Anunció el viejo. Todos la miraron
intrigantes, ¿Cómo una chica como ella, podía salvar el mundo de una catástrofe
mundial? Norah empezó a sentir que sus mejillas ardían ante aquellas miradas.
-¿Ella?
–Preguntó Gary.- pero, ¿Cómo?- Axel simplemente sonrió.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Capitulo 8
Intentó ponerse en pie,
pero era imposible. Su pie estaba en mal estado y no podía caminar. Así que lo
único que le quedaba era pedir ayuda.
-¡¡SOCORRO!! ¿¡NATE!? ¿¡ME
ESCUCHAS!? ¿¡Nate!? – pasó un rato y el sol ya estaba en lo alto del cielo,
seguramente tardarán un poco más en llegar a Dalmot, si es que llegaban algún
día. Unos pasos se acercaban… -¿Nate? – observó un rostro en lo alto del hoyo.
Ese no era Nate. Tenía una armadura de metal que resplandecía a la luz del sol…
¿un soldado? No tenía muy buena cara, parecía un poco dañado.
-Con que estabas aquí.
Mucho mejor. Me lo has puesto muy fácil.- el soldado sacó el arco y una flecha,
y apuntó hacia Gary. Estaba perdido. Lo sabía. Si apareciera Nate al menos,
para verlo por última vez. El soldado disparó, pero falló. Un tiro muy fácil,
algo le hizo fallar.
Vio caer al soldado y a
alguien aparecer de repente.
-¿Gary?- Era Nathaniel,
con su voz lleno de preocupación que le llenó de alegría.
-Me alegro de verte
muchacho.-dijo sin hacer notar su emoción al verlo.- ¿Podrías sacarme de aquí?-
Nate sonrió.
Estaban de camino a
Dalmot. Gary estaba montado en su caballo blanco. Sin poder caminar. Y con un
poco de fiebre. Nathaniel montado en su otro caballo negro. Caminaban
lentamente para no empeorar el estado de Gary. Tardarían un poco más de lo
previsto en llegar, hasta el venerable Axel Donovan.
Se había levantado
demasiado temprano para su gusto. Y aún se caía de sueño. Norah llevaba ya
horas viajando y faltaba muy poco para llegar. De vez en cuando abría el ojo
para ver que tramaban los niños. Pero ella estaba tan cansada que no tuvo
intención de averiguarlo.
La cabeza se le iba hacia
atrás de vez en cuando, atraída por el sueño. Al volver a caer se despertaba un
poco y se volvía a la postura original. Había tanto silencio. Un, muy extraño
silencio, que volvió a caer su cabeza hacia atrás. Pero esta vez, tuvo una
sensación diferente. Algo húmedo y fresco explotó en su cabeza haciéndola
despertar del todo. Echó la mirada atrás y observó un artilugio de goma que
podía retener líquidos en su interior y el cual explotó en su cabeza y estaba
desperdigada por casi todo el asiento.
¡¡Agua!! Estaba empapada.
Los pelos horriblemente mal. Y los ropajes se le empezaban a empapar.
-¿¿ ¡Agua!??-gritó Norah.
Los gemelos se partían de risa, negando con la cabeza.
-Uff… que mal hueles
hija.- dijo Renée con su experto olfato. Norah frunció el ceño, sin llegar a
entenderlo. Se acercó un mechón de pelos mojado a su nariz y lo olisqueó. Mal,
horriblemente mal. Aquello apestaba. En ese momento se temió lo peor.
-No. Puede. Ser.- dijo
cortadamente. Norah estaba furiosa, y cada vez se ponía más roja del enfado. El
carruaje paró.
-Ya hemos llegado a
Dalmot. Pueden bajarse.- anunció el chófer. Los gemelos salieron disparados por
la puerta del vehículo. Y Norah, muy enfadada fue tras ellos.
-No cambiarán nunca.- dijo
Renée. Tess sonrió. Aunque parecía que sus hijos le hacían la vida imposible a
Norah. Para ellos era todo lo contrario. Era alguien con quien reírse y
pasárselo bien. Alguna que otra trastada. Si ella se fuese de su lado, los
niños la extrañarían. Muy en el fondo. La verdad es que le han tomado cariño a
Norah, aunque no lo reconozcan.
-¡Venid aquí! ¡No
escapéis!- Norah seguía tras ellos, adentrándose en la ciudad. Todo el mundo
los observaba. Norah apenas se percató de ello. Quería atrapar a esos
granujillas malcriados, que solo sabían fastidiarla y molestarla hasta llegar a
cabrearse. Así era siempre. Hasta que estallaba. Atravesaron una plaza con un
monumento de bronce en el centro. A toda velocidad, fue esquivando a la gente
que se encontraba a su paso. Observó, cómo de repente, apareció un viejo
delante de ella, tapándole la vista de los gemelos. Sus miradas se encontraron.
Él viejo ni siquiera parpadeó. Mantuvo la mirada fija en ella, durante un
tiempo que le fue eterno.
Un grupo de personas pasó
por delante y aquel hombre desapareció. Norah paró al instante. Aquello le produjo
un escalofrío de los pies a la cabeza. ¿Había desaparecido de verdad? ¿O había
sido una ilusión?
El codazo de alguien que
pasaba por su lado la devolvió a la realidad.
¡¡Los gemelos!! Los había
perdido. Ahora, lo mejor, era regresar por donde había venido.
Pasó de nuevo por la
plaza. Deteniéndose más minuciosamente en los detalles del lugar. La estatua de
bronce pertenecía a una mujer desconocida para ella. Pero era evidente que allí
todo el mundo la conocía. Cada persona que pasaba delante de ella, inclinaba la
cabeza unos segundos, adorándola. ¿Quién podría ser?
Siguió adelante. Las
calles eran arenosas y polvorientas. Había templos por todas partes. Los tejados
eran ovalados y acabados en punta. Algo muy curioso de la ciudad. Seguidamente,
a la derecha, había un descampado, dónde sólo había niños que se distraían con
una pelota. Le echó la mirada a un niño que le llamó la atención. Rubio, ojos
azules…
-¡MIKE!- era uno de los
gemelos. Éste se dio cuenta de que Norah ya lo había descubierto y echó a
correr. Jem apareció de la nada. Los tres siguieron corriendo, hasta toparse de
nuevo con Renée y Tess.
-¡Hombre, por fin! ¿Habéis
recorrido toda la ciudad?-dijo Renée aguantándose la risa. Los tres pararon de
repente. Norah, con una cara muy seria miraba a Renée y con una respiración
agitada.- ¿Y os ha gustado?
-¡¡Mucho!!- exclamaron los
gemelos a la vez. Norah, pegó un pisotón firme al suelo. Haciendo que los niños
se escondieran tras Tess y callaran.
-Renée –comenzó a decir
Tess.- ¿De verdad que no queréis quedaros con nosotros?- preguntó, con todas
sus buenas intenciones. Norah alzó la cabeza hacia Renée. Negando con la cabeza
como loca.
-No, Tess. Pero gracias de
todas formas. Nosotras tenemos otros asuntos pendientes.- le dijo Renée,
despidiéndose de ellos. Norah se despidió de aquellos malvados críos con una
sacada de lengua por parte de todos.
-¡Hay que ver! No has
parado en todo el viaje Norah.- dijo Renée un poco molesta. Norah se quedó con
la boca abierta.
-¡Pero si han sido ellos!-
respondió.- Esto es injusto.- se cruzó de brazos. Renée empezó a reírse a
carcajadas.
Todo el mundo las miraba y
para Norah resultaba un poco incómodo. Ahora sí, que se percató de ello.
-¿Porqué nos mira todo el
mundo?- preguntó.
-No se si te has dado
cuenta de tus pintas Norah. Pero llevas unos pantalones mugrientos, estás empapada,
y tus pelos no están muy bien que digamos. Aparte del olor.- dijo Renée con un
movimiento de mano para apartar el olor que desprendía.
Norah se acordó de su pelo
y sus ropajes. Por un momento se había olvidado de todo.
-¡¡Que vergüenza!!- dijo Norah
avergonzada.- Y todo por culpa de esos malditos críos…-empezó a recordar todas
las trastadas que le habían echo desde que salieron de Alian, pero volvió a la
realidad.-Por cierto, ¿A dónde tenemos que ir?
-Ya hemos llegado.
Llegaron a una casa
pequeña, con un porche viejo y anticuado. Su tía llamó, dando dos pequeños
golpes a la puerta. Alguien abrió la puerta, que hizo un ruido chirriante. Un viejo
apareció con una mirada familiar. A Norah le dio un vuelco el corazón cuando se
percató de que ese mismo hombre era el que se le apareció, hace un rato y después,
había desaparecido sin más.
-Os estaba esperando.-
Anunció con una sonrisa y una mirada profunda.- Por favor, pasad.- abrió un
poco más la puerta para que las dos pudieran entrar. La casa estaba abarrotada
de objetos antiguos y cachivaches de todas clases. Parecía una persona que había
viajado mucho. Se sentaron en el salón, una habitación amplia con varios
sillones de dos o tres plazas donde poder sentarse. Norah y Renée se sentaron
en un sillón de dos. Y el viejo en una hamaca donde podía balancearse. Tenía una
mesita baja en medio, con un té ya preparado y algunas tazas colocadas.
-Ha pasado mucho tiempo.-
dijo Renée rompiendo el silencio. El viejo empezó a repartir té a las demás
tazas. Y lo más extraño es que había dos más.
-Sí, y seguramente habría
pasado más si no hubiera pasado algo importante. ¿Verdad?- a Norah, aquel
hombre le daba escalofríos. Parecía saber todo lo que iba a suceder. Pero tenía
una sensación de seguridad y protección que de nuevo le resultaba extraño.
-Sí, es cierto amigo mío.-
comenzó a decir Renée, probando un sorbo de té.- Venimos porque Norah ya ha
experimentado el poder de la piedra y pensé, que ya era el momento de regresar
a ti.- Norah se extrañó. ¿La piedra poseía algún tipo de poder?
-Has hecho bien Renée. Norah
ya tiene la edad para ser la encargada de proteger la piedra.- dijo con su voz ronca.
-¿De qué estáis hablando?-
preguntó Norah sin entender nada. El viejo la observó con atención.
-Tranquila, te lo explicaré
todo.
VÁYANSE A PERSONAJES!
VÁYANSE A PERSONAJES!
jueves, 13 de septiembre de 2012
Capitlo 7
Las estrellas comenzaron a
aparecer en el cielo oscuro como pequeños luceros resplandecientes.
El carruaje paró de repente
frente a un hostal viejo y mugriento, donde podrían pasar la noche. Al entrar,
se podía observar las paredes de madera que estaban muy dañadas y viejas, el
sonido que hacían los pasos al andar era señal de que el suelo tampoco estaba
en muy buenas condiciones. A la derecha estaba el mostrador y detrás un joven
de cabellos oscuros y ojos claros de unos 12 años, entretenido con una pluma y
una hoja gastada, recibiendo a las visitas. Al fondo estaba la escalera para
subir al piso de arriba. Y a la izquierda había una puerta que estaba cerrada.
-Bienvenidos al hotel
Dallas.- dijo el joven. Se bajó de su silla y fue corriendo hacia la puerta.-
¡Abuelo! ¡Tenemos visita!- gritó el muchacho. Y de nuevo regresó a su asiento.
Detrás de la puerta se
podían escuchar los pasos de un hombre acercándose. Y apareció un anciano de
pelo canoso, con bastante movilidad para su edad.
-Muy buenas. Me llamo
Dallas y soy el dueño del hotel. ¿Vienen para quedarse? ¿O sólo están de paso?-
dijo con una voz ronca.
-Venimos para quedarnos
esta noche, si es posible.- dijo Tess.
-Muy bien. Tenemos 3
habitaciones con dos camas para cada uno. Repartíos a vuestro gusto. El hostal
es de 7 monedas de plata, incluimos la cena.- dijo el hombre, mientras el joven
le daba las llaves a Renée.
-Gracias.-respondió Renée.
Después de unos 10 minutos. Norah y Renée se quedaron con la habitación 2. Los
gemelos dormirían en una misma cama y con Tess, en la habitación 4. Y el chófer
se quedaría con la 5. Llevaron sus maletas cada uno a su habitación, después de
una sopa caliente. Norah llegando a la cama lo único que se quitó fue aquellos
pantalones mugrientos, al menos podía dormir un poco limpia, pero con unos pelos…prefería
ni mirárselos. No podría ducharse hasta que no llegase al Reino de Dalmot.
Sumergida en sus pensamientos y con el agotamiento de todo el día, se quedó totalmente
dormida.
A la mañana siguiente, el
sol amanecía en el horizonte haciendo juego de colores, el rocío en la hierba y
los pájaros empezando a cantar.
Nathaniel observa el
amanecer, mientras recogía sus cosas de la pequeña acampada que hicieron
anoche. Gary, intentó apagar las últimas brasas que quedaban del fuego.
-¿Falta mucho para
llegar?- preguntó Nate.
-No. Supongo que a
mediodía o antes, llegaremos.- los dos montaron en sus caballos y siguieron su
camino. De repente, un extraño ruido se oyó detrás de ellos. No estaba del todo
cerca pero se acercaba.
-Nate. ¿Has escuchado eso?
–dijo parando a su caballo. Nate lo imitó.
-¿Qué ruído?- de pronto
una flecha cayó al lado del caballo de Nate.
-Ese ruido.- dijo Gary. Los
dos miraron rápidamente en la dirección de donde provenía aquella flecha. Observaron
a un grupo de soldados armados, amenazándolos con flechas y espadas.
-¡¡CORRE!!- gritó Gary. Salieron
corriendo, y los soldados lo siguieron. Se sumergieron en el bosque, entre la
maleza y los árboles intentando despistarlos, pero no se despegaban de ellos. -¡Nate!
Separémonos. Ve tú a la izquierda y yo iré a la derecha. Cuando los despistemos
nos encontraremos aquí.- Nate asintió. Los soldados ya estaban muy cerca, en
ese momento Gary y Nathaniel fueron cada uno a un lado.
Nate salió disparado hacia
la izquierda, 4 soldados lo siguieron. Él no tenía nada planeado. Simplemente salir
corriendo y de alguna forma despistarlos.
En frente suyo, esquivó
una rama que estaba inclinada, en el último segundo para que el soldado que
estuviera más cerca de él no la viera, y así no le diera tiempo a reaccionar. Éste
cayó. Sólo faltaban 3 soldados. Quedaba muy por delante de ellos. La caída del
soldado los había alentado. Así que, tenía una gran oportunidad para
despistarlos sin que se dieran cuenta.
Al atravesar una maleza de
plantas y matorrales. Él rápidamente se bajó del caballo sin que éste se
parase. Enseguida se escondió tras un tronco robusto. Vio aparecer a los tres
soldados que ciegamente seguían persiguiéndoles. Aquella maleza les impedía ver
bien, y no se percataron de que éste ya no estaba montando.
Sabía que no los podía
tener engañados durante mucho tiempo, pero esperaba que fuera lo suficiente
para que no diesen vuelta atrás. De repente sintió un cosquilleo por las manos
que se extendía por todo el brazo.
Aquel árbol donde se había
escondido ocultaba una colonia de hormigas, que ahora estaban por todo su
cuerpo.
Gary, corría montado en su
caballo blanco en dirección hacia la derecha. Le seguían 5 soldados, y uno de
ellos era el que dispara flechas. Tenía que deshacerse de él lo primero. Pero aún
no sabía como.
Empezó a observar los árboles.
El siguiente árbol por el que pasaría, tenía algunos frutos en sus ramas. Cuando
se acercó recogió unas cuantas. Eran redondas y esponjosas, de un color rosado
y anaranjado. A primera vista no reconoció la fruta que era exactamente. Pero sin
pensárselo dos veces, miró hacia atrás y tiró unas frutas a la cara del primer
soldado más cercano, llenándolo de un pringoso jugo que hizo que perdiese la
visión y cayera del caballo. Sólo le quedaban dos frutos más. De nuevo miró
hacia atrás y tiró al siguiente soldado, el que poseía el arco. Éste la esquivó.
Gary rápidamente tiró la siguiente y éste le dio en la mano donde sostenía el
arco, haciéndolo caer al suelo. Un peligro menos, pero aun tenía 4 soldados
detrás de él.
Gary seguía a delante. No se
le ocurría nada. Ellos no se despegaban de él. Así que sólo se le ocurrió una
cosa. Pelear.
Paró repentinamente su
caballo, y se bajó de él. Sacó su espada de la vaina y los esperó desafiante.
Los soldados pararon donde Gary los esperaba
con una espada, en posición de pelear. Ellos sonrieron por el cambio de planes,
y por las ganas de pelear de éste aunque ellos fuesen mayoría.
Los 4 se bajaron de sus
caballos y se colocaron en posición de ataque.
Algunos ya conocían a
Gary, escucharon que era un genio con la espada, y que empezó a dar clases al
príncipe, pero realmente siempre fue un sirviente del castillo, y nada más. No podía
ser gran cosa.
Uno de los 4, se abalanzó
contra él alzando la espada, con intención de partirle en dos. Gary bloqueó su
ataque colocando su espada horizontalmente contra la suya. Y con su fuerza lo
apartó de él unos metros. Los otros 3 soldados estaban expectantes. Esperando a
que les llegara su turno. De nuevo el soldado se acercó a él con un grito de
guerra. Gary se echó a un lado esquivándolo. Y estando de espaldas a él, con la
punta de su espada le golpeó en el trasero. Éste pegó un brinco dándose rápidamente
la vuelta. Espada y espada chocaron entre sí golpeándose con fuerza. Mientras Gary
atacaba, el soldado podía defenderse sin darle tiempo a atacar, caminando hacia
atrás. Hasta que tropezó y cayó al suelo, dándose un golpe en la cabeza contra
un tronco y perdiendo el conocimiento.
-¿El siguiente?- sugirió Gary.
Otro soldado salió a su encuentro. Se notaba que éste no había luchado mucho en
su vida como soldado. La espada la tambaleaba a diestro y siniestro. Gary fácilmente
se abrió camino con su espada, le cogió la muñeca con la que sostenía la espada
y le dio un codazo en el pecho haciéndola caer, y acto seguido en el estómago cayendo
redondo al suelo. Los dos últimos soldados se abalanzaron contra él. Los dos
atacaban y se defendían. Gary esquivaba sus ataques como un auténtico
profesional. Se acercó a uno de ellos esquivando su ataque y colocándose detrás
de él, propinándole un golpe en la cabeza. Éste se desmayó, Gary cogió el
cuerpo del soldado antes de que cayese al suelo. Para protegerse del ataque del
otro, que le dio de lleno en el estómago. Acabando con su vida. Gary,
aprovechando que la espada del contrario aun seguía en el cuerpo del soldado. Retiró
rápidamente al hombre muerto junto con la espada. El soldado se quedó atónito,
sin saber qué hacer. Gary le lanzó un puñetazo en toda la cara, seguido de una
patada en el estómago. Éste cayó al suelo, perdiendo el conocimiento.
Por fin, había acabado con
todos ellos. Hacía tiempo que no peleaba de esa forma, y al parecer no había
olvidado nada.
Cogió su caballo por las
riendas, tirando de él para llegar al lugar donde se iba a encontrar con
Nathaniel.
Tranquilamente caminando
por las sendas del bosque, sintió como la tierra se lo tragaba, llevándoselo a
las profundidades.
Aquella sensación paró de
repente, cayendo en un suelo duro. Un dolor agonizante le recorrió todo su
cuerpo. Observó a su alrededor, ¿Dónde había caído? ¿En un hoyo? Sí. Era uno de
esos hoyos que la gente hacía para cazar a presas de considerable tamaño.
Y ahora él, había sido
cazado.
sábado, 1 de septiembre de 2012
Capitulo 6
Esa mañana, después del amanecer.
Helbus, estaba en camino a unas de las salas del castillo
para dar comienzo su reunión.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
Al entrar, abrió las puertas de par en par, sin importarle mucho el ruido que llegara a hacer.
La sala estaba iluminada por la luz del amanecer, que
entraba por los ventanales. Una mesa redonda y alargada se encontraba en el
centro de la habitación. Había ocho lugares y cada sitio estaba ocupado por
personas extrañas, con mirada fría y siniestra.
Helbus, mientras llegaba al extremo de la mesa donde residía su asiento.
Cada persona se iba poniendo en pie. Una vez Helbus sentado. Todos lo imitaron.
-Hola, queridos amigos. Me alegra mucho verles.- nadie
contestó a su comentario.- Creo que ya sabéis el motivo por el que estáis aquí.
-Sí, Helbus.- una voz apagada se escuchó en lado derecho de
la mesa.- Marlon, nos lo ha contado todo. Y creo personalmente, que has hecho
un gran trabajo en este lugar.
-Gracias por tu opinión, Emerick.- éste le respondió
inclinando la cabeza.- Y hablando de Marlon. ¿Dónde está? – preguntó Helbus
mirando a todos los presentes. De pronto, las puertas se abren solas, y detrás
de ellas aparece una figura oscura. Una brisa helada rodea toda la sala y
mientras ésta avanza hacia la habitación. Las sombras ocultan su rostro, pero
todos saben quién es.
-Aquí estoy.- su voz ronca hace eco en toda la sala.
-Marlon Malkovich. Toma asiento.- éste se sienta en el otro
extremo de la mesa. Delante de Helbus.- Bien, ahora estamos todos y podemos
proseguir con la reunión. – Se aclaró la garganta y comenzó a decir.- Necesito
vuestra ayuda.- todos estaban expectantes.- Vamos a conquistar Aldapor, y
después el mundo.
-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Crees que es tan fácil conseguir
algo así?- saltó un hombre con arrugas y vestiduras oscuras a la izquierda de
él.
-¿Y a nosotros que beneficios nos aportarían?
-Por eso os necesito. Sé que sois muy poderosos, pero podéis
llegar a más. Yo haré que seáis los magos oscuros, líderes de múltiples tierras
y continentes. A vosotros os convertiré en reyes. La magia oscura se extenderá
al mundo entero. Nosotros seremos los que gobernemos en él. ¿Qué me decís?-
todos estaban pasmados.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Crear un ejército oscuro.- saltó Marlon serio entre las
sombras que le rodeaban.
-Exactamente. Un ejército oscuro. De soldados innumerables,
imposibles de contar. El mayor ejército, jamás visto. Que pueda llegar a
derrotar a cualquiera, por muchos soldados que tenga el adversario. Los demás
territorios tienen ejércitos de hombres, de personas humanas. Nuestro ejército
será inmortal. Nunca nos derrotarán. ¿Sabéis por dónde voy? – Unos golpes en la
puerta interrumpieron la reunión.
-¡Señor! ¡Señor! – eran los soldados.
-¡Marchaos! Estoy ocupado.
-Señor es importante.- Helbus con una cara de fastidio se
acercó a la puerta y la abrió.
-¿Qué queréis? Espero que sea importante.
-Lo es mi señor.- dos soldados ahogados por el cansancio de
correr por todo el castillo intentaron soltar lo que tenían que decirle lo más
rápido que pudieron. -¿¡COMO!? ¡Sois una padilla de ineptos que no sirven para
nada!- Él se volvió a la sala.- Perdonad, me ha surgido un problema. Estaré lo
antes posible con vosotros caballeros. Podéis de mientras pensar lo que os
acabo de plantear.
Helbus junto con sus dos soldados, fueron lo más deprisa que
pudieron hacia las celdas.
-¿Ves mi señor? Han escapado. – Habló uno de los soldados.
-Nathaniel… Gary…-pensó enfadado. Sus planes de matar al
príncipe habían fallado. Esto causaría problemas si no los cogiera a tiempo.-
¡Sois unos estúpidos! –Los dos hombres agacharon la cabeza.- ¿Quién estaba de
guardia?- los soldados se miraron mutuamente.
-Fue Tuck.
-¡Traédmelo! – ordenó. Los dos soldados salieron corriendo
en busca de Tuck. Minutos después.
-Aquí está señor.- Tuck estaba atado de manos. Con solo
mirar el rostro del rey, sabía que su vida no duraría mucho.
-Me has fallado, Tuck.
-Lo sé. Lo siento. Un tipo con una capucha, me dio un golpe
en la cabeza y quedé inconsciente.
-¡No hay excusas!
-¿Me matará, señor?- dijo apunto de llorar.
-Te daré, una última oportunidad para que conserves tu vida.
– Tuck, alzó la cabeza sorprendido. Aquella respuesta nunca se la hubiera
imaginado.
-Gracias señor.
-Pero recibirás un castigo.-sabía que era imposible irse de
rositas.- Encerradlo, caída la tarde recibirá 10 latigazos.- después de aquello
Helbus se fue.
Se acercó a uno de sus guardias superiores y le dijo.-
Preparad un grupo soldados para la búsqueda del príncipe y de su acompañante,
ahora.- ordenó. Ellos no podrían andar muy lejos…aun.
Norah estaba agotada. Habían parado 2 veces cada 2 horas. Y de
momento había recibido 3 golpes de aquellos gemelos. La primera vez, al
montarse en el carruaje, una vez que se habían bajado. Un extraño sonido apareció
de repente desde su trasero. Los niños se partían de la risa, al igual que Renée
y Tess. Descubrió debajo de ella una bolsita pequeña que hacía un ruido
bastante desagradable.
Esa fue la más inofensiva. A la segunda, cuando se bajaban
para hacer el segundo descanso. En el paisaje se podía observar algunos charcos
de recientes lluvias. Mike corrió a coger la mano de Norah para enseñarle “algo”
que había visto. Y Jem, sin que ella se diera cuenta le puso el pie por delante.
Ésta, cayó redonda a un charco. Algo que sin duda le fastidió bastante. ¿Pero
que podía hacer ella? Tess era demasiado protectora con ellos. Apenas les reñía,
más que nada se reía, algo que le venía bien, por que la mayor parte del tiempo
la pasaba triste y llorando.
Así que lo único que podía hacer ella era aguantarse, y ver
cómo Renée se burlaba de ella en silencio.
El tercer golpe no fue de los gemelos exactamente, pero fue
por culpa de ellos. La falda estaba echa una porquería. Al caer Norah, se la había
rajado. Se le veían demasiado las piernas, y eso Renée no lo consentía.
Así que le pidió al chofer si tenía alguna prenda que
pudiera servirle a Norah. Y lo único que tenía era unos pantalones claros,
anchos y bastante gastados. Y aunque ella odiara eso, no tenía más remedio. Así
que se tragó el orgullo que le quedaba y con mucho esfuerzo se quitó la falda y
se puso aquellos pantalones mugrientos.
Y hasta ahora, todos seguían riéndose. Aunque habían pasado
ya casi 1 hora de aquel trágico suceso, todavía era por la mañana y aun faltaba
un día más. Aquello no le estaba haciéndo ninguna gracia.
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